NovelToon NovelToon
Amor Sin Límites

Amor Sin Límites

Status: Terminada
Genre:CEO / Cambio de Imagen / Mujer despreciada / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:32
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

A los cincuenta años, Simone Lins creía que el amor y los sueños habían quedado en el pasado. Pero un reencuentro inesperado con Roger Martins, el hombre que marcó su juventud, despierta sentimientos que el tiempo jamás logró borrar.

Entre secretos, perdón y descubrimientos, Simone renace —y el destino le demuestra que nunca es tarde para amar.
Años después, ya con cincuenta y cinco, vive el mayor milagro de su vida: la maternidad.

Un romance emocionante sobre nuevos comienzos, fe y un amor que trasciende el tiempo — Amor Sin Límites.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 20

El presente para Renata cuidadosamente guardado en el bolso. Caminaba apresurada, queriendo llegar a la casa antigua antes del atardecer, cuando una voz familiar, fuerte y suave al mismo tiempo, hizo que su corazón se acelerara.

—¿Simone?

Ella se detuvo abruptamente y se giró. Por un instante, se quedó sin aire. Delante de ella, estaba Roger, imponente, elegante como siempre, pero con una sonrisa tranquila, que parecía esconder mil emociones.

—¿Tú? —murmuró, aún en shock—. ¡Dios mío, qué susto!

Roger dio un paso adelante, la mirada llena de sorpresa y alegría.

—Qué bueno encontrarte así, por casualidad —dijo él, con un tono leve, pero sincero—. Pero dime, ¿a dónde vas con tanta prisa?

Simone aún intentaba recomponerse.

—¿Me creerías si te dijera que voy a la ciudad donde nací? —respondió, con una sonrisa nerviosa—. Aquella misma ciudad… donde nos conocimos.

Roger arqueó las cejas, visiblemente sorprendido.

—¿Santa Esperanza? —preguntó—. ¡No me digas que vas para allá! ¿Qué te lleva de vuelta a aquel lugar después de tanto tiempo?

—Recibí una propuesta para vender la antigua casa de mi padre —explicó ella, ajustando el bolso en el hombro—. Pensé que era un buen momento para resolver esto de una vez.

Roger se quedó en silencio por un instante, mirándola con un brillo nostálgico en los ojos.

—Vaya… ¿entonces aquella casa aún existe? —murmuró—. Hace tanto tiempo… Aquella calle, aquel patio, aquel portón viejo… —Él rió levemente—. Cuántos recuerdos, Simone.

Ella sonrió con ternura, tocada por las memorias.

—Así es… son recuerdos que el tiempo guardó, pero no borró.

Roger miró alrededor, luego de vuelta hacia ella.

—¿Y vas hasta allá sola?

—Sí, voy. —respondió—. Pretendo tomar un taxi y resolver todo hoy mismo.

Él frunció el ceño, pensativo, y negó con la cabeza en reprobación.

—¿En taxi? No, de ninguna manera —dijo con firmeza—. Yo tengo el coche aquí, y el chofer me espera en el estacionamiento. Puedo llevarte.

Simone abrió los ojos sorprendida.

—No, Roger… no es necesario. No estaría bien. Soy una mujer casada, ¿recuerdas?

Roger esbozó una pequeña sonrisa, tranquilo, pero con un brillo travieso en la mirada.

—Lo recuerdo, Simone —respondió con dulzura—. Pero no hay nada de malo en darle un aventón a una vieja amiga. A pesar de todo lo que pasó entre nosotros, creo que aún podemos ser… amigos, ¿no es así?

Ella vaciló por un instante. Había algo en la voz de él que la hacía sentirse segura, incluso con el corazón inquieto.

—Yo… creo que sí —respondió, al fin—. Los amigos pueden ayudarse, ¿no?

—Exactamente —dijo Roger, sonriendo—. Entonces ven. Será un viaje tranquilo, te lo prometo.

Simone respiró hondo y asintió, rindiéndose a la gentileza.

—Está bien, Roger. Acepto.

Caminaron juntos hasta el estacionamiento. El aire de la mañana era fresco, y el sonido de los coches parecía distante. Cuando llegaron, un Porsche negro brillante los aguardaba, reluciendo bajo la luz dorada del atardecer.

El chofer se levantó rápidamente y abrió la puerta trasera.

Roger, caballero como siempre, hizo un gesto elegante.

—Después de usted.

Simone sonrió tímidamente y entró. El interior del coche exhalaba un leve perfume amaderado y la comodidad de un mundo que no era el suyo. Roger entró en seguida y se acomodó a su lado.

—Para Santa Esperanza, Paulo —dijo, dando instrucciones al chofer.

El coche se deslizó suavemente por la avenida.

Simone miró discretamente por la ventana, intentando controlar el torbellino de pensamientos.

Roger, por su parte, observaba el reflejo de ella en el vidrio, como si el tiempo hubiera vuelto y ellos fueran nuevamente los dos jóvenes soñadores de tantos años atrás.

Y así, sin planearlo, el destino colocaba a Roger y Simone lado a lado otra vez, no solo en un viaje hacia el interior, sino en una jornada de reencuentros, recuerdos y sentimientos que el tiempo jamás consiguió apagar.

¿Quieres que continúe con el próximo capítulo, mostrando el viaje de ellos hasta Santa Esperanza?

El Porsche negro seguía firme por la carretera.

Simone mantenía la mirada fija en el horizonte, intentando disimular el nerviosismo. El corazón latía a un compás extraño, una mezcla de aprehensión, añoranza y algo que ella prefería no nombrar.

Roger, sentado a su lado, la observaba con ternura. Cada gesto de ella, la forma de recogerse el cabello, de cruzar las manos en el regazo, de mirar hacia afuera como quien huye de sus propios pensamientos, lo transportaba de vuelta en el tiempo.

—¿Cuánto tiempo hace que no vuelves a Santa Esperanza? —preguntó él, rompiendo el silencio.

—Unos… veinte años, volví cuando falleció mi padre. Quería dejar ese capítulo en el pasado.

Roger sonrió levemente.

—Curioso… yo también intenté olvidarlo. Pero ciertos recuerdos son tercos.

Ella lo miró rápidamente, y las miradas se cruzaron por un instante. Fue suficiente para que ambos sintieran el peso de aquellas palabras.

—Aún recuerdo la placita —dijo él, mirando por la ventana, como si viera el pasado—. Aquel banco de madera donde nos sentábamos cada tarde para conversar sobre el futuro.

Simone sonrió, emocionada.

—¿Y el quiosco de Don Antonio, con aquel helado horrible de coco quemado que tanto te gustaba?

Roger rió, sorprendido.

—¡Horrible nada! ¡Era el mejor del mundo! —respondió, riendo con sinceridad—. Pero lo que más me gustaba era verte toda torpe intentando disimular el frío.

—Ah, Roger… —suspiró ella—. Cómo ha pasado rápido el tiempo.

El chofer, discreto, seguía en silencio, mientras el suave sonido del motor y el viento en los vidrios completaban el escenario.

Después de algunos minutos, Roger retomó la conversación, con la voz más baja, casi un susurro:

—Sabes, Simone… a veces me pongo a pensar en cómo habría sido nuestra vida si yo no me hubiera ido.

Ella se quedó en silencio. El corazón se apretó.

—No vale la pena pensar en eso, Roger. La vida tomó el rumbo que tenía que tomar.

—Tal vez —dijo él, mirando por la ventana—. Pero siempre he pensado que el destino fue cruel con nosotros.

Simone desvió la mirada, jugando con el lazo del bolso.

—El destino, Roger, no es cruel. Solo hace lo que tiene que hacer. Somos nosotros los que no entendemos.

Por algunos segundos, nadie dijo nada. El silencio entre ellos era denso, pero confortable. Era el silencio de quien ya lo había dicho todo un día, y aún así, sentía que faltaba algo.

Cuando el coche pasó por el primer letrero con el nombre “Santa Esperanza – 8 km”, Simone sintió un escalofrío.

Roger se dio cuenta y la miró.

—Hace tanto tiempo… —dijo él, con una sonrisa nostálgica—. Aún recuerdo cada calle, cada esquina.

Simone respiró hondo.

—Yo también. Y recuerdo el olor de las flores del patio de papá… su voz llamándome a entrar en casa…

—Y a mí esperándote en el portón —completó Roger, con un tono dulce y anhelante.

Simone lo miró con ternura, pero también con prudencia.

—Roger, no quiero confundir las cosas. Lo que vivimos fue bonito, pero quedó en el pasado.

Él asintió lentamente.

—Lo sé, Simone. Pero es imposible no recordar. Principalmente cuando el pasado está sentado a mi lado… —dijo, en un tono sincero, pero respetuoso.

Ella desvió la mirada, intentando contener la emoción.

—A veces recordar también duele, Roger.

Él sonrió con suavidad.

—A veces, recordar es la única forma de continuar vivo.

El coche entró en el camino de tierra que llevaba a la ciudad. El viento ahora traía el olor de campo, de tierra mojada y flores antiguas. Santa Esperanza surgía en el horizonte, pequeña, acogedora, como si el tiempo se hubiera detenido allí.

Simone apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos. Cada metro que se acercaba a aquella ciudad parecía llevarla también de vuelta a un tiempo que aún moraba dentro de ella.

Roger, en silencio, la observaba.

Sabía que aquel reencuentro con el pasado, con la casa, con las memorias, y con él, sería diferente a todo lo que Simone había vivido en los últimos años.

Y, en el fondo, sentía que tal vez el destino no estuviera solo repitiendo el pasado… sino dándoles una segunda oportunidad.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play