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El Precio de la Redención

El Precio de la Redención

Status: Terminada
Genre:CEO / Venganza / Aventura de una noche / Mujer poderosa / Mafia / Embarazo no planeado / Romance de oficina / Romance oscuro / Completas
Popularitas:75
Nilai: 5
nombre de autor: Amanda Ferrer

Luigi Pavini es un hombre consumido por la oscuridad: un CEO implacable de una gigantesca farmacéutica y, en las sombras, el temido Don de la mafia italiana. Desde la trágica muerte de su esposa y sus dos hijos, se convirtió en una fortaleza inquebrantable de dolor y poder. El duelo lo transformó en una máquina de control, sin espacio para la debilidad ni el afecto.

Hasta que, en una rara noche de descontrol, se cruza con una desconocida. Una sola noche intensa basta para despertar algo que creía muerto para siempre. Luigi mueve cielo e infierno para encontrarla, pero ella desaparece sin dejar rastro, salvo el recuerdo de un placer devastador.

Meses después, el destino —o el infierno— la pone nuevamente en su camino. Bella Martinelli, con la mirada cargada de heridas y traumas que esconde tras una fachada de fortaleza, aparece en una entrevista de trabajo.

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Capítulo 1

La sala de reuniones de Pavini Pharmaceuticals era un espejo del alma de Luigi Pavini: fría, impecable y exudando un poder incuestionable, sin embargo, la atmósfera pesaba con la rabia contenida del CEO. Frente a él, los informes de ventas se desplomaban como un presagio, y los datos de ganancias eran un insulto a su reputación.

—¡Esto es inaceptable! —La voz de Luigi cortó el silencio, baja, pero cargada de una autoridad que hacía que los ejecutivos se encogieran. Sus ojos azules, generalmente gélidos, ardían con una intensidad peligrosa—. Estamos perdiendo terreno ante Valerius Corporation, ¿dónde está el problema, Sra. Moretti?

Su secretaria, una mujer de treinta y tantos años con una obsesión por los escotes profundos, palideció.

—Señor, yo… he intentado organizar los datos, pero…

—¡Pero nada! —La interrumpió, con la paciencia agotada—. Usted está aquí para facilitarme la vida, no para complicármela con excusas baratas, ¿dónde está la propuesta revisada para el proyecto Érebo?

—Todavía no lo he conseguido…

—Basta. —Luigi se levantó, la figura imponente proyectando una sombra sobre ella—. Considérese despedida, Sra. Moretti, tome sus pertenencias y no vuelva más.

La mujer lo miró fijamente, sorprendida, antes de salir en una mezcla de furia y humillación. Luigi se masajeó las sienes, era la tercera asistente que despedía en los últimos seis meses, todas parecían más interesadas en coquetear que en trabajar, y su tolerancia para la incompetencia era nula.

Especialmente ahora, con los negocios de la familia, ambos negocios, el legal y el que prosperaba en las sombras, exigiendo su atención total.

Fue directo a Recursos Humanos, con una expresión seria. Doña Rosa, la gerente del departamento, una señora de cabello canoso y gafas en la punta de la nariz, alzó la vista sorprendida al verlo.

—¡Señor Pavini! ¿A qué debo el honor?

—Necesito una nueva secretaria, Doña Rosa, y la necesito para ayer. —Se recostó en la silla, el traje de diseñador ajustándose perfectamente a su musculatura—. Y, por favor, ahórreme el desfile de "profesionales" que solo saben coquetear conmigo.

—Entiendo, señor. —Doña Rosa se ajustó las gafas.

—¿Qué es lo que el señor busca exactamente?

—Alguien competente, discreta, que sepa anticipar mis necesidades y, sobre todo, que entienda la seriedad de esta empresa, que esté enfocada en el trabajo, no en mi… disponibilidad.

—Cierto, abriremos un proceso de selección riguroso inmediatamente.

Las entrevistas comenzaron a la mañana siguiente. Luigi estaba sentado en su silla de cuero, con la mandíbula tensa. Una candidata tras otra desfilaba por su sala: jóvenes, ambiciosas, todas con currículos impresionantes, pero todas con la misma mirada de admiración que él detestaba. Se reían demasiado de sus chistes sin gracia.

—¡Siguiente! —gruñó a su asistente temporal, ya exhausto.

La puerta se abrió de nuevo, pero, esta vez, el mundo pareció detenerse.

Sus ojos se fijaron en ella, baja, con cabello castaño cayendo en ondas suaves sobre los hombros. La ropa formal sencilla conseguía esconder las curvas femeninas, pero lo que lo golpeó con fuerza fue el rostro, aquellos ojos grandes y expresivos, la boca dibujada… la respiración de Luigi se entrecortó. Era ella, la mujer de aquella noche embriagada de meses atrás, la única mujer que había penetrado su armadura desde la muerte de su familia.

Bella Martinelli.

Su corazón, que él creía estar muerto, dio un salto doloroso en el pecho. El reconocimiento fue instantáneo, brutal. Sintió la sangre hervir, una mezcla de furia y deseo primitivo. Había rastreado el país, usando todos sus recursos, los limpios y los sucios, para encontrar aquel rostro que lo atormentaba. ¿Y cómo se atrevía a aparecer allí, como si nada hubiera sucedido?

Bella se sentó frente a él, con una postura elegante, pero sin el nerviosismo exagerado de las otras. Sus ojos recorrieron la sala y, brevemente, encontraron los de él. Pero no había reconocimiento, ninguna chispa de recuerdo, nada.

La indiferencia de ella lo golpeó como un puñetazo en el estómago, ¿él era Luigi Pavini, y ella lo había olvidado? Era un insulto a su poder, a su propia existencia.

—Buenas tardes, Sra. Martinelli. —La voz de Luigi salió más dura de lo que pretendía, y se maldijo por ello.

—Buenas tardes, Sr. Pavini, es un placer. —La voz de ella era suave, pero firme, sin temblores.

—Su currículum es… interesante. —Hojeó los papeles, aunque su mente estaba en otro lugar, revisitando cada detalle de aquella noche. La había buscado incansablemente, ¿y ella ni siquiera lo reconocía? La rabia burbujeaba—. Usted tiene una formación sólida, experiencia en grandes corporaciones.

—Sí, señor, me he dedicado bastante a los estudios y a mi carrera. Creo que mis calificaciones se encajan perfectamente en la descripción de la vacante.

Ella no coqueteaba, no sonreía de forma invitadora, solo hablaba con una confianza calmada, profesionalismo puro. Eso lo irritaba aún más, pues le quitaba cualquier justificación fácil para la furia que sentía. No había nada además de competencia.

—¿Qué la motivó a postularse a esta vacante, Sra. Martinelli?

—La reputación de Pavini Pharmaceuticals es incuestionable, y la oportunidad de trabajar en una empresa líder de mercado es muy atractiva, además, busco un ambiente donde pueda aplicar mis habilidades y crecer profesionalmente.

Luigi la observó, analizando cada movimiento, cada palabra. Ella no era solo bonita; era inteligente, articulada, con un aura de fuerza que las otras no poseían. Había una profundidad en sus ojos que él no conseguía descifrar, una melancolía sutil que lo intrigaba.

Entrevistó a todas las otras candidatas después de Bella, ninguna de ellas se comparaba, ellas parecían pálidas, sin brillo, y sus intentos de seducción eran patéticos. Ninguna de ellas tenía la elegancia y la inteligencia de Bella Martinelli y ninguna de ellas lo hacía querer destruir todo y, al mismo tiempo, arrastrarla a lo más profundo de sus abismos.

Cuando la última candidata salió, Luigi se recostó en la silla, cerrando los ojos por un momento. La imagen de Bella estaba grabada en su mente. El hecho de que ella no lo hubiera reconocido, y de no haber actuado como las otras, era un misterio que él necesitaba desvelar. Era un desafío, y Luigi Pavini amaba los desafíos.

Tomó el teléfono.

—Doña Rosa, a la Sra. Martinelli, contrátela.

—¿A Bella Martinelli? ¿Está seguro, señor? Ella es una excelente candidata, pero…

—Contrátela. Empezando el próximo lunes.

La voz de Luigi no admitía cuestionamientos. —Y quiero todos los datos sobre ella, todo.

Mientras colgaba, una sonrisa peligrosa y casi imperceptible surgió en sus labios. Bella Martinelli. Ella había vuelto y, esta vez, él no la dejaría escapar, él la tendría cerca, donde podría observarla, entender por qué ella lo había olvidado, y tomar posesión de cada uno de sus secretos. Y la mejor parte: ella ni siquiera imaginaba lo cuán profundamente él la poseería.

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