Nova Reik III: Ragnar

Después de tantos días viajando, la gasolina de la nave no tardó en agotarse dejándonos en uno de los pueblos de Asgard. Ese pueblo era Nidavellir, un pueblo mágico construido por miles de enanos que montaban gigantes seres que eran maravillosos, escamosos, ¡y santo cielo tenían unos colmillotes! ¡Eran majestuosos!

A unos pocos minutos de aterrizar la nave, salí corriendo y saltando de emoción, ni siquiera mi Stanley pudo detenerme. ¡Eran dragones! ¡Carajo! No podía quedarme ahí dentro cuando había malditos dragones volando como si fueran aves.

—¡¡Nova!! ¡¡Espera!! —gritó Erik preocupado mientras me perseguía—.

Stan como siempre se interpuso en mi camino antes de que me hiciera daño, con su gigantesca forma de lobo me gruñó mientras me mostraba sus dientotes.

—Stanley, no tienes que estar siempre detrás de mí, es molesto que seas así, soy una mujer de 26 años y puedo cuidarme sola —él me protestó gruñendo—. Bien a veces sí que me pongo en peligro a mí misma, como con Mikaela, Lizzard y la hija de Nox pero no necesito que me cuides todo el rato

—¡Ya escuchaste al capitán! Nova, no te separes de nosotros

—Sí, Flor, debes quedarte con nosotros y no te separes del grupo —dijo Roxy mientras se acercaba a Stan—. Es por tu bien, ¿no es así? Grandulón —Stanley dio un bufido en respuesta mientras se daba la vuelta para caminar a un lado de Roxy—. Ya escuchaste al capitán

—No soy una niña para que me cuide todo el rato, ¡soy 2 mayor que tú! ¡Stan Nick Brown!

A regañadientes me quedé junto al grupo, aun así, no pude evitar voltear emocionada a los alrededores, creo que esa fue la única vez que Stanley tenía un rival por mi amor, ¡Porque estaba enamorada de todo el pueblo! Quería quedarme para siempre ahí, vivir con dragones y olvidarme de todo.

Pero obviamente no podía hacerlo, tenía responsabilidades en la Tierra que debía cumplir, aunque sea 6 años tarde, como dijo mi madre, mejor tarde que nunca.

—¡Yar! ¡No te separes de mí! —se quejó un enano mientras llevaba a un dragón con una correa de perro—

Era curioso cómo eran tratados los dragones en el pueblo de los enanos, parecían perritos domesticados, incluso actuaban como mascotas similares a la película “Cómo entrenar a tu dragón”. Su actitud adorable contrastaba con su apariencia grotesca de reptil y sus inmensos colmillotes.

—¡¡Stanley!! ¡¡Mira, es el de Hipo!! ¡¡Es el dragón de Hipo!! —grité eufórica como toda una fangirl de los dragones mientras estiraba a Stan de su pelaje— ¡Quiero uno! ¡Quiero uno!

—¡Huérfanos! ¡Se regalan huérfanos de Kragox! —gritó un enano mientras cargaba una caja con dragones bebés que chillaban como cachorros asustados y escupían fuego sin darse cuenta—

Al ver al enano grité de emoción haciendo temblar el suelo y asustando a unos cuantos dragones. Ya no podía resistir, quería tocarlos, ¡quería correr y abrazarlos! ¡Quería apapachar sus escamosos cuerpos y darles todos los besos posibles!

Eufórica corrí tan rápido como pude hacia ese enano para llevarme mi propio dragón de bolsillo.

—Señorita, veo que es extranjera

—¡Quiero uno! ¡Uno! Por favor, es mi sueño desde niña —imploré saltando y apretando mis manos con fuerza—

—Huhm, solo ponga su mano en la caja y el dragón la elegirá, solo tenga en cuenta que él o ella jamás va a dejar de ser su familiar y usted nunca dejará de ser su dueño

—¡¡Sí!! —grité poniendo mi mano en la caja para que un dragón me escogiera—

—¿Qué esperan? ¡Elijan!

Los dragones cachorros comenzaron a moverse en la caja, la mayoría se apartaron de mi mano a excepción de un pequeño dragoncito azulado que escupía fuego azul, su apariencia era similar a la de un gato bebé aunque aún seguía teniendo rasgos de reptil.

Ese pequeño camino hacia mi mano con sus patitas torpes que lo hacían tambalearse, con un gruñido adorable intentó volar hacia mí mano hasta caer encima de ella. Su colita escamosa se enroscó en mi dedo, junto a mi anillo de bodas.

—¿Huh? parece que el más pequeño de todos la ha elegido, señorita

—Es… Es perfecto —susurré flechada de mi nuevo hermanito—

—Que raro, normalmente los pequeños eligen a las mujeres embarazadas, no a las personas como usted —dijo confundido viéndome de la cabeza a los pies, buscando una panza hinchada—

Cargué a mi nuevo mejor amigo con ambas manos, estaba tan chiquito que podía cubrirlo con mis manos. Con solo verlo me sentí flechada nuevamente, me había enamorado y esta vez fue de un dragoncito que no dejaba de gruñir pidiendo que lo abrazara y lo cuidara como si fuera su madre.

—¡Nova! ¡No te separes! —se quejó Erik mientras se me acercaba—

—¡Tlhor! ¡Deja de comprar renacuajos! Que aún tenemos que ir a Jotunheim para patear traseros

—¡Mi pequeño Rin! ¡Te voy a proteger con mi vida! ¡Lo prometo! —dije emocionada abrazando a mi hermanito—.

—Ya vámonos, Nova —dijo Erik mientras me estiraba del brazo para llevarme con él—. Que tenemos que ir por gasolina

—¡Gracias, Señor! ¡Gracias! —me despedí y agradecí con voz llorosa—

—Que raro, ¿por qué la eligió a ella? —susurró el señor confundido—.

Acompañé a mis compañeros a una gasolinera de Nidavellir. La gasolinera para mi sorpresa, no era tan distinta a las de la Tierra, lo único distinto era que había un hombre zorro muy musculoso atendiendo en la tiendita de la gasolinera.

Me daba curiosidad qué había en esa tienda así que, mientras Erik y Freyja llenaban unos botes de combustible para la nave, fui a comprar algo junto a Stanley.

—Hva skal du ha på deg, frøken? —dijo en un idioma que no entendía en lo absoluto—

—Ah… Eh… ¿Hola?

Stanley comenzó a ladrar como un perro, lo más sorprendente era que el hombre zorro le entendía a lo que decía mi esposo. Stanley me lamió la mejilla mientras ponía su pata en mi cabeza.

—Huhm… ¿Así que son terrestres? —asentí frenéticamente—. ¿Y qué van a querer?

—Puede darnos comida para dragón y un poco de comida para terrestres

—Enseguida, señorita

—Stanley —le acerqué a mi hermanito, Stanley retrocedió confundido cuando el pequeñín le escupió fuego azul—. ¡Míralo! ¡Es nuestro nuevo integrante para nuestra pequeña Reik!, es tan lindo

De manera sorprendente, Stan lamió a mi pequeño hermanito con su lengua que era el doble de grande que Rin. Ver cómo ambos se llevaban bien, me sacó una pequeña risa llena de felicidad y alivio.

—Rin, bienvenido a mi Reik