El maltrato que sufrió Alessandro en toda su niñez se verán opacada cuando un chico de otra ciudad, lo empieza a tratar de una manera distinta.
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Capítulo 7: Quiero verte
Lucas se despertó lentamente, con una sensación de confusión y desorientación. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en una sala de hospital. De repente, recordó lo que había pasado con Alessandro y se sentó rápidamente en la cama.
Alessandro estaba en la cama de al lado, conectado a una serie de máquinas y tubos que monitoreaban su estado. Lucas se levantó de la cama y se acercó a Alessandro, tomándole la mano.
—Alessandro, ¿estás ahí? —preguntó Lucas, con la voz temblando.
Alessandro no respondió, pero Lucas podía ver su pecho subiendo y bajando lentamente, lo que indicaba que aún estaba vivo.
Lucas miró a su alrededor y vio que Alessandro estaba conectado a una serie de máquinas que monitoreaban su estado. Había un monitor que mostraba su ritmo cardíaco, otro que mostraba su presión arterial, y un tubo que le proporcionaba oxígeno. También había un catéter que le permitía recibir medicamentos y fluidos.
Lucas se sentó en la silla que estaba al lado de la cama de Alessandro, tomándole la mano y hablándole en voz baja.
—Quiero que me ayudes haciendo algo, ¿sí? —dijo Lucas—. Quiero que superes esto y que salgas de este lugar. Quiero verte dibujar, reír, vivir. Te quiero ver siempre.
Lucas se quedó sentado allí durante horas, hablando con Alessandro y esperando a que se despertara. Pero Alessandro no se movió, y Lucas se quedó solo con sus pensamientos y su dolor.
Después de un rato, Lucas se recostó su cabeza cerca de la mano de Alessandro, cerró los ojos y se durmió.
—Quiero verte siempre feliz, solamente quiero eso —murmuró Lucas antes de quedarse dormido.
Los días pasaron y Alessandro no mostró evolución. Los doctores lo daban por deficiente y querían desconectarlo, pero Lucas no dejó que eso pasara.
Lucas llevaba todos los días flores, cambiaba el agua, limpiaba la cama de Alessandro, le leía libros, le contaba todo lo que pasaba. Pero después se quebró en llanto.
—¿Tanto tenés que sufrir? —preguntó Lucas, llorando.
—Siento que me pierdo —dijo Lucas, entre sollozos—. Ya no es lo mismo estar sentado en la escuela sin ti. No es lo mismo caminar a casa cuando terminan las clases. Quiero que te despiertes, por favor. Hazlo por mí —pidió Lucas, llorando desconsoladamente.
Había un silencio abrumador en la sala. Se podía escuchar el corazón de Alessandro latir. Lucas llevó la mano a su cara para limpiar las lágrimas que le caían. Estaba derrotado. Se levantó y se estaba por ir a tomar aire fresco.
De repente, se escuchó una voz muy ronca y susurrada.
—Perdón por hacerte esperar —dijo la voz.
Cuando Lucas miró, vio a Alessandro mirándolo con una sonrisa débil.
—Por favor, ya no llores —dijo Alessandro, con una voz muy débil.
Lucas se quedó con la boca abierta, sin poder creer lo que estaba sucediendo. Se acercó a Alessandro, abrazándolo con fuerza.
—Estás despierto —dijo Lucas, llorando de alegría—. Estás despierto, Alessandro.
Alessandro sonrió débilmente y asintió con la cabeza.
—Sí, estoy despierto —dijo Alessandro, con una voz muy débil—. Y estoy aquí, contigo. ¿Esperaste mucho?
—No —dijo Lucas.