MALDITO AMOR

Glorym suspiró con pesadez, recostando su pesado cuerpo contra la puerta, mientras toda su habitación seguía en penumbras. Lo último que quería era involucrarse en algo con lo que los Valentine pudieran reconocerla; sin embargo, si no se había dejado por estos, mucho menos lo haría por un trío de sucios hombres.

Encendiendo la luz amarilla, sofocante y dolorosa de su habitación, colocó el dron encima de un pequeño escritorio, al lado de un gordo televisor. Quitándose su ropa superior, incluyendo la fastidiosa peluca, se dirigió al baño.

Allí, en frente del viejo espejo, observó su rostro, para comenzar a quitarse sus lentes de contacto. Su reflejo mostraba algo que había odiado desde pequeña: su parecido con los Valentine. Aunque ella era una mixta, los genes de aquella maldita familia eran mucho más fuertes que la familia de su lado materno.

No solo tenía su característico cabello rubio, casi platinado, sino también sufría de heterocromía: uno de sus ojos era rosa, mientras que el otro era una combinación entre azul y verde. Tenía todas las características de los Valentine, algo que la hizo odiarse así misma por mucho tiempo.

Ni siquiera podía pensar en reconstruir su vida con un hombre, al ser una maldita de nacimiento, una "shadowborn" como se llamaban a todos los miembros de los Valentine, solo podía engendrar vida con otra persona que tuviera dicha sangre.

Cansada, procedió a lavarse un poco la cara y con su ropa aún puesta, quitándose solo su pesado buzo y sus zapatillas deportivas desgastadas, apagó las luces y fue directo a su cama. Su celular le avisaría la hora de levantarse, pero estaba cansada de que intentaría dormir todo lo que pudiera antes de que la alarma sonara.

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Mientras tanto, a varios días de distancia, en la capital de London, Aiden se encontraba en su apartamento descansando, luego de un largo día limpiando otro de los desastres de su futuro suegro. Aunque aún estaba en luto por la muerte de Rosemary, este debía seguir trabajando.

No obstante, aunque quisiera dejar todo de un lado, no podía hacerlo. Si quería venganza en contra de la secta de la familia Valentine, debía no solo casarse con Anna, sino también consolidar su lugar en la mafia de su padre y así ganar mucho más poder.

Tomando algunas cosas de su armario, ya que había quedado en pasarse unos días en el apartamento de su prometida, agarrando unas camisas, dio un pequeño brinco de sorpresa cuando una pequeña caja cayó en sus pies.

Curioso, se agachó para agarrarla, observando que tenía el nombre de este y Rosemary escrito. Cansado, amargado y con mucho dolor, se sentó en la cama y destapó la caja, notando que era el estuche de un antiguo álbum que su sobrina había hecho.

Enseguida, con lágrimas corriendo sin cesar, recordó cuando esta se lo había dado. Era tan pequeña como un oso de peluche, apenas tendría cinco años, pero para una manualidad del colegio le habían pedido hacer un álbum casero, y Rosemary, con ayuda de su niñera, lo habían hecho.

Claro estaba, al ser hecho por una niña que apenas iba en primer grado de primaria, era demasiado feo. No solo tenía mala ortografía, sino que no se entendía del todo las letras. Así mismo, estaba hecho con mucha brillantina y macarrones, por lo que sus manos seguían manchándose aún después de varios años que ella le había regalado eso.

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INICIO FLASH BACK - 13 AÑOS ATRÁS

Recordaba como Rosemary, con uno de sus dientes de leche a punto de caídos recientemente, había corrido hacia él, después de llegar tarde en la noche, y con una sonrisa le había extendido su regalo del día de "las madres". No sabía si reírse, ya que era irónico que él tuviera tal regalo solo siendo su tutor legal.

Pero para no colocarla triste, lo había aceptado y le había dado un dulce beso en la frente. Una vez la niña se había ido a dormir, mientras él estaba en cama, a punto de descansar, decidió echarle un vistazo. El libro contenía, en efecto, varias de sus fotografías desde que era una recién nacida.

Aunque pocas imágenes con él había, ya que no le gustaba ser fotografiado. Solo había comenzado a sacarle fotos a Rose, por sugerencia de su niñera. Sin embargo, algo que le había llamado la atención era el mensaje que estaba escrito en la última de las páginas:

"¡Para mi tío Aiden, a quien quiero mucho! Cuando sea grande, le pido a papito Dios, ser la esposa de él"

Recordó con amargura como lloró al instante al leer aquellas palabras, que más que expresar la inocencia de su sobrina, solo era un vil recordatorio de la maldición centenaria que había en sus venas.

Al día siguiente de haber recibido el regalo de Rosemary, luego de que la niñera llegara, se dirigió a un lugar que jamás pensó llegaría a pisar algún día. Con un poco de nerviosismo, y bastante recelo, estaba en frente de la capilla católica de su vecindario.

Por mucho tiempo estuvo enojado con Dios, no entendía cómo las personas que como él, que no habían hecho ningún mal, debían sufrir por otros a los cuales les iba bien en la vida. El único mal o pecado que había cometido era el haber nacido, intentando cumplir la promesa a su madre fallecida de vivir pese a todo.

—¿Es hermoso, no hermano Aiden?—la voz de un anciano resonó a sus espaldas.

Aiden, quien se había quedado absorto al ver un vitral de la crucifixión de Jesús, apenas entro a la capilla, se giró al escuchar como lo llamaban. Extrañado porque nadie allí sabía quién era, cruzó miradas directamente con hombre, el cual aún tenía la túnica ceremonial de un sacerdote.

—¿Lo conozco?—preguntó confundida—Perdón...¿usted es el padre...?

—Derek—respondió con una sonrisa el anciano—Y no, no nos conocemos. De hecho, es la primera vez que hablamos.

—No entiendo—frunció el ceño—No quiero ofenderlo, padre, ¿pero cómo conoce mi nombre?

—Porque alguien me pidió que esperara tu llegada—respondió sonriendo al vitral—justo he acabado con las ceremonias del día, ¿le gustaría tomar un poco de café?

Sin esperar a que este respondiera, el sacerdote caminó hasta unas escaleras circulares, detrás de un biombo, mientras Aiden observaba aún más confuso la imagen de Cristo en el vitral.