En "Lazos de Fuego y Hielo", el príncipe Patrick, marcado por una trágica invalidez, y la sirvienta Amber, recién llegada al reino de Helvard junto a sus hermanos para escapar de un pasado tormentoso, se ven atrapados en una relación prohibida.
En un inicio, Patrick, frío y arrogante, le hace la vida imposible a Amber, pero conforme pasa el tiempo, entre los muros del castillo, surge una conexión inesperada.
Mientras Patrick lucha con su creciente obsesión y los celos hacia Amber, ella se debate entre su deber hacia su familia y los peligros que acarrea su amor por el príncipe.
Con un reino al borde del conflicto y un enemigo poderoso como Ethan acechando, la pareja de su hermana Jessica, enfrenta los desafíos de un amor que podría destruirlos a ambos o salvarlos.
(Historia basada en la época medieval)
NovelToon tiene autorización de abgfzq para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 11
Mientras continuaba con mis tareas, el silencio en la habitación se sentía pesado, cargado de una tensión que no sabía cómo manejar. Me mantenía enfocada en cada pequeño movimiento, limpiando y ordenando con más esmero de lo habitual, solo para evitar su mirada.
El príncipe Patrick había logrado su objetivo de hacerme sentir incómoda, humillada y, lo que más me avergonzaba, celosa. Trataba de bloquear esos pensamientos, de concentrarme en mis deberes, pero su presencia lo hacía imposible.
De repente, su voz volvió a romper el silencio.
—Dime, Amber... —dijo con un tono más suave que antes, pero igualmente cargado de curiosidad—. ¿Nunca has sentido curiosidad por el placer?
Me quedé paralizada por un instante, sin saber cómo reaccionar. Sentí mi rostro enrojecer al comprender a qué se refería.
No podía evitar sentirme invadida por esa pregunta tan íntima, y el calor que subió a mis mejillas no hizo más que delatar lo nerviosa que me había puesto.
—No... no entiendo a qué se refiere, mi Lord —dije, tratando de disimular, pero mi voz temblaba. Sabía perfectamente a qué se refería, pero no podía permitirme caer en su juego de nuevo.
Él dejó escapar una pequeña risa, como si mi reacción lo divirtiera.
—Vamos, Amber, no me hagas repetir la pregunta. Sé que entiendes lo que estoy diciendo. —Hizo una pausa, y sentí su mirada fija en mí, como si estuviera disfrutando cada segundo de mi incomodidad—. Estoy hablando de tu vida... íntima.
Mis manos, que estaban ocupadas acomodando las sábanas de su cama, se detuvieron. Mis pensamientos se nublaron y no sabía cómo responder.
La vergüenza me invadió por completo, sentía que no había escape de esa conversación. Estaba atrapada. Lo miré de reojo, y vi su expresión de expectativa, como si realmente estuviera esperando una respuesta.
—Yo... no tengo experiencia en esas cosas, mi Lord —murmuré, mi voz apenas un susurro.
—¿Ah, no? —preguntó él, con un interés genuino, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Nunca has estado con nadie?
Sacudí la cabeza, sintiendo que mis mejillas ardían aún más.
—No, mi Lord... —respondí titubeando—. Soy virgen... y pura.
El silencio que siguió a mi respuesta fue ensordecedor. No me atrevía a mirarlo a los ojos, temiendo la expresión en su rostro.
Sentía que con cada palabra que decía, me exponía más y más a su curiosidad, como si me desnudara emocionalmente frente a él. Pero no podía mentirle. No cuando sabía que él era capaz de leerme con una facilidad aterradora.
—Interesante... —murmuró finalmente, su tono bajo, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar—. Así que nunca has sentido el toque de otro hombre.
Negué con la cabeza de nuevo, sin atreverme a hablar. El aire en la habitación se volvió más denso, y la sensación de vulnerabilidad me abrumaba.
—¿Nunca has sentido curiosidad? —preguntó entonces, su voz ahora más suave, pero con un toque de provocación—. ¿Nunca has querido saber qué se siente?
Mi respiración se aceleró. Mi cuerpo entero estaba tenso, y sentí un nudo en la garganta que me impedía responder de inmediato. ¿Por qué me estaba haciendo esas preguntas?
¿Qué ganaba con hacerme sentir tan expuesta? No sabía qué quería, pero podía sentir que algo en él había cambiado. Ese interés, esa curiosidad que antes parecía maliciosa, ahora tenía un matiz diferente... más personal.
—No... no lo sé, mi Lord —respondí finalmente, sin poder evitar el temblor en mi voz.
Patrick se inclinó un poco más en su silla, sus ojos fijos en mí, como si estudiara cada uno de mis movimientos.
—Tal vez deberías sentirlo... conmigo —dijo, y sus palabras se deslizaron por el aire como una serpiente venenosa.
Mi corazón se detuvo. Sentí que el mundo a mi alrededor se congelaba mientras su propuesta caía sobre mí como una avalancha. Me quedé inmóvil, incapaz de procesar lo que acababa de decir. ¿Él... quería que yo...? No podía ser posible.
—¿Qué...? —susurré, mi voz apenas audible.
Patrick sonrió ligeramente, con esa arrogancia que parecía no abandonarlo nunca, pero ahora había algo más en su mirada. Un brillo que nunca antes había visto. Deseo.
—Te pregunté si quieres sentirlo, Amber —repitió, como si fuera la cosa más natural del mundo—. Conmigo.
El pánico se apoderó de mí. No sabía cómo reaccionar. Era una sirvienta, una mujer sin poder frente a un príncipe que, a pesar de su discapacidad, siempre encontraba la manera de mantener el control sobre mí.
Mi cuerpo entero temblaba, y traté de apartar la mirada, incapaz de sostener esa intensidad que emanaba de él.
—Mi Lord, yo... no puedo... —logré decir, mi voz rota por el miedo y la vergüenza.
—¿No puedes o no quieres? —preguntó él, disfrutando claramente de mi confusión—. Porque hay una gran diferencia, Amber.
Quería gritar, salir corriendo, pero estaba atrapada en ese momento, sin saber qué hacer.
El poder que tenía sobre mí me hacía sentir pequeña, indefensa, y aunque cada fibra de mi ser quería decirle que no, había algo en su mirada, en la forma en que me observaba, que me hacía sentir atrapada.
Patrick se dio cuenta de mi lucha interna. Lo vi en la forma en que su sonrisa se ensanchó, sabiendo que habia ganado.
Mi corazón latía con fuerza mientras las palabras de Patrick se quedaban flotando en el aire, cargadas de un deseo mutuo que, por más que intentara negar, también sentía dentro de mí.
La manera en que él me miraba, cómo me hacía sentir vulnerable pero al mismo tiempo deseada, me confundía más de lo que podía soportar.
Todo mi cuerpo temblaba, no solo de miedo, sino también de una emoción que nunca había experimentado antes.
Mis ojos bajaron lentamente hacia el suelo, incapaces de sostener la intensidad de su mirada, pero dentro de mí algo gritaba que quería saber qué se sentía.
Había algo en él, algo que me atraía de una manera irracional, algo que hacía que mi cuerpo respondiera a su cercanía, incluso cuando mi mente me suplicaba que me alejara.
Patrick no necesitaba decir más. Su simple presencia, ese aura de poder y deseo que emanaba de él, bastaba para encender en mí una chispa de curiosidad, algo que había intentado reprimir durante mucho tiempo.
Y aunque sabía que no debía... que no podía permitir que esto sucediera, no podía evitar sentir ganas de acercarme más a él.
Mis manos temblaban mientras intentaba retomar mis tareas, pero ya no podía concentrarme en nada más que en el calor de su mirada sobre mí.
El aire en la habitación se había vuelto denso, casi insoportable, y mi corazón seguía latiendo con fuerza. Sabía que Patrick también lo sentía.
Sus ojos brillaban con esa mezcla de arrogancia y deseo, y todo en su postura indicaba que él quería lo mismo que yo.
Pero justo cuando el momento estaba a punto de consumarse, cuando sentí que ya no podía resistir más, un golpe en la puerta rompió el hechizo.
-Amber, necesito hablar con mi hijo -la voz de la madre de Patrick se escuchó desde el otro lado de la puerta, y mi cuerpo se tensó de inmediato. La realidad me golpeó como un balde de agua fría. ¿Qué estaba a punto de hacer?
Miré a Patrick, quien ahora tenía una expresión de molestia en su rostro, pero no dijo nada. Su mirada, que había estado cargada de deseo, se endureció un poco. Sabía que el momento se había roto.
Aún así, su respiración era pesada, y sus ojos no me dejaban en paz. No estaba dispuesto a renunciar a lo que había estado a punto de suceder, pero también sabía que no podía detenerme de salir.
-Mi Lord, debo irme -dije con la voz baja y nerviosa, casi temiendo su reacción.
Patrick no respondió al principio, pero finalmente asintió con la cabeza, aunque en sus ojos se reflejaba la frustración.
-Adelante -respondió secamente-, pero no creas que esto ha terminado.
Esas últimas palabras me dejaron helada. Sabía que, aunque el momento había sido interrumpido, Patrick no dejaría que la situación se desvaneciera tan fácilmente.
Me temblaban las piernas mientras caminaba hacia la puerta, y cuando la abrí, la madre de Patrick me miraba con su habitual frialdad, pero esta vez, con un aire de autoridad incuestion able.
Ella entró sin dirigirme una palabra más y cerró la puerta tras de sí.
Sabía que el momento se había acabado, pero también entendía que lo que había comenzado no desaparecería tan fácilmente.