Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.
Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.
NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 19. Tenemos un trato.
Keiran sostenía entre las manos una taza de té humeante, la porcelana cálida era un ancla que mantenía a raya el nerviosismo que sentía. Frente a él, Frederick lo observaba con una expresión impenetrable, una mezcla de frialdad y autoridad que parecía ser natural en el alfa. Aquella mirada fija, combinada con el aroma embriagador que emanaba del hombre, no hacía más que intensificar la incomodidad del omega.
El aire en la habitación estaba cargado de una tensión sutil, casi imperceptible, pero palpable para Keiran. No era solo la diferencia de rangos entre ellos lo que lo inquietaba, sino algo mucho más profundo y desconocido, una reacción que no lograba comprender del todo.
Keiran había tenido una vida distinta antes de llegar a este mundo, una en la que jamás se cuestionó su orientación sexual. Nunca experimentó atracción por otro hombre ni sintió el más mínimo interés en explorar esas posibilidades. Había dedicado su vida entera a una sola persona, alguien que, lejos de amarle, lo había destruido por completo. Y, sin embargo, ahora, frente a Frederick, algo en su cuerpo y mente estaba cambiando.
Lo que había comenzado como un simple plan estratégico —una maniobra para ganarse la confianza del magnate automotriz— se estaba transformando en algo más complejo. Keiran había empezado a buscar excusas para encontrarse con él, a esperar ansiosamente cada encuentro. Y cuando no lo veía, lo extrañaba.
«Debe ser el cuerpo original», pensó, intentando racionalizar lo que le ocurría. Sabía que el Keiran verdadero, el dueño de ese cuerpo, se había casado con Gabriel, lo que implicaba que era gay. Pero él, como intruso en esa vida ajena, aún no lograba asimilar del todo los conceptos de los segundos géneros de este mundo ni el torbellino de emociones que lo envolvía cada vez que estaba cerca de Frederick.
—Deja a tu esposo y cásate conmigo.
Las palabras de Frederick irrumpieron en el silencio como un relámpago, provocando que Keiran, quien había dado un sorbo al té, casi se atragantara. Tosió ligeramente, intentando recuperar la compostura mientras procesaba lo que acababa de escuchar.
Había esperado que este momento llegara, pero no tan pronto. Frederick era el dueño de una de las empresas automotrices más prestigiosas del mundo, un titán en su industria. En contraste, la empresa de Rowan, dedicada a desarrollar nuevas energías, apenas comenzaba a ganarse la confianza del mercado. Un contrato con Frederick podría catapultarlos al éxito, y Keiran sabía que esta era su oportunidad.
«¿Tan buena fue las cenas que le preparé?» pensó con ironía, aunque algo dentro de él sabía que había más detrás de la propuesta.
—No lo malinterpretes —continuó Frederick, al notar la sorpresa reflejada en el rostro de Keiran—. No me gustas.
El orgullo de Keiran se desmoronó con esas palabras. Aunque había anticipado que los sentimientos no formarían parte del trato, no pudo evitar sentir una punzada de dolor.
—Mi madre insiste en que me case. Si no lo hago pronto, buscará una omega para mí. Y no quiero eso. Por lo que he visto, tu matrimonio es un desastre. Pensé que esto podría beneficiarnos a ambos. Cásate conmigo, y yo me encargaré de tu esposo.
Keiran lo observó con atención. Las palabras de Frederick eran directas, sin rodeos. Aunque la oferta era tentadora, no podía ignorar su deseo de destruir a Gabriel con sus propias manos, de hacerle pagar por todo el daño que le había causado al Keiran original.
—Estoy seguro de que no lo amas, ni él a ti. —Frederick hizo una pausa, sus ojos rojos, brillantes y expectantes, se clavaron en los de Keiran—. Esto es un trato sencillo. Me ayudas a escapar de los planes de mi madre, y yo te libero de tu situación. Ambos ganamos. Pero recuerda, solo es un trato. Sin sentimientos de por medio. No me gustan los omegas masculinos.
Keiran asintió lentamente, ocultando la tormenta de emociones que se arremolinaban dentro de él. Ya conocía esa parte de la historia. Sabía que Frederick había amado profundamente a una mujer omega en el pasado, y que Shelby, su interés romántico en el libro, le recordaba a ella. No esperaba que Frederick se enamorara de él, pero, de alguna manera, esa certeza le resultaba dolorosa.
«No es momento para sentimentalismos», se recordó, obligándose a recuperar el enfoque. Esta oportunidad era única, y sería un idiota si la dejara pasar.
—Me encantaría ser su esposo, señor Bellerose —respondió finalmente con una sonrisa que descolocó al alfa. No era una sonrisa tímida ni dulce, sino astuta, como si hubiese estado esperando este momento con ansias.
Frederick entrecerró los ojos, desconfiado. Algo en la actitud de Keiran lo inquietaba, pero no podía precisar qué era.
—Sin embargo, también quiero su ayuda en otras cosas —añadió el omega, inclinándose ligeramente hacia él, su voz suave pero cargada de determinación.
En ese instante, Frederick sintió que había caído en una trampa, una red tejida con paciencia y precisión. Y, por mucho que lo intentara, sabía que no podría escapar.
—¿Qué clase de cosas? —preguntó Frederick, con una mezcla de curiosidad y recelo en su voz.
Keiran no respondió de inmediato. Se levantó con una elegancia calculada y se acercó al alfa, sentándose a su lado, quizás demasiado cerca. La distancia mínima entre ambos hizo que el aroma de las feromonas dulces y ligeramente especiadas del omega se volviera aún más intenso, inundando los sentidos de Frederick. El alfa mantuvo su expresión imperturbable, pero por dentro, sintió que algo se removía en lo más profundo de su ser.
Keiran cruzó una pierna sobre la otra, adoptando una postura relajada y confiada. Una de sus manos se posó delicadamente sobre su propia rodilla, mientras fijaba su atención por completo en Frederick. Su cabello lila caía en suaves ondas sobre su piel pálida, reflejando la luz de la habitación de una manera que lo hacía lucir aún más etéreo. Su apariencia era engañosamente inocente, casi angelical, y Frederick, contra su voluntad, no pudo evitar encontrarlo hermoso.
—Tal como dijo, mi matrimonio es un desastre —comenzó Keiran con una voz baja y aterciopelada, dejando que cada palabra se deslizara con cuidado. Sus labios rosados y perfectamente hidratados se movían con una delicadeza que, sin proponérselo, capturaban la atención del alfa. Frederick se descubrió deseando, aunque solo fuera por un momento, probar esos labios.
Keiran continuó:
—Yo no lo amo, y él tampoco me ama.
Frederick no interrumpió, pero sus ojos no se apartaban del omega. Había algo en la manera en que Keiran hablaba, una mezcla de honestidad y cálculo que lo intrigaba.
—Al principio, no lo niego, me enamoré de él. —Hizo una pausa, bajando la mirada como si estuviera recordando algo doloroso—. La manera tan dulce en la que me trataba me hizo creer que él era diferente. —Keiran dejó escapar un suspiro, un acto aparentemente casual, pero lleno de intenciones.
Recordaba cómo el Keiran del libro había dado todo de sí por Gabriel, solo para ser traicionado. Esa parte de la historia le provocaba una mezcla de lástima y rabia. Decidió incluir algo de verdad en su relato, aunque siempre envuelto en una capa de mentira.
—Debido a un accidente en mi infancia, quedé mudo por varios años. Creí que él sería el único capaz de amar a un omega con tantas limitaciones. Y para colmo, soy infértil.
Frederick sintió que algo se quebraba dentro de él. Las palabras "mudo" e "infértil" resonaron como un eco en su mente. Sus puños se cerraron instintivamente. Si Keiran sabía que era infértil, significaba que él y Gabriel habían estado juntos físicamente. Una ira irracional comenzó a crecer en Frederick, una necesidad primitiva de proteger a Keiran y, al mismo tiempo, de confrontar al hombre que había lastimado al omega.
Keiran continuó, sin percatarse (o tal vez sí) del efecto de sus palabras:
—Él, junto con mi media hermana, Shelby, ha estado conspirando para quitarme lo que mi padre dejó a mi nombre. Además, han estado desperdiciando y desviando fondos de la empresa.
El tono de Keiran cambió ligeramente al mencionar a Shelby y Gabriel. Había un odio palpable en sus palabras, una furia contenida que hizo que sus ojos brillaran con una intensidad que Frederick no había visto antes.
Desde que conoció a Keiran, apenas quince días atrás, Frederick siempre había sentido que el omega ocultaba algo. Aunque su apariencia y comportamiento podían parecer frágiles, había algo en su mirada que sugería lo contrario. Ahora, con Keiran tan cerca, hablando con tanta claridad y determinación, Frederick podía ver la verdad: Keiran no era el omega sumiso y manejable que había supuesto al principio. Era alguien con fuerza, alguien dispuesto a luchar por lo que quería.
Lejos de molestarse por este descubrimiento, Frederick sintió una extraña fascinación. Keiran no era como los demás omegas que había conocido; había algo único, un encanto singular que, sin darse cuenta, lo estaba envolviendo poco a poco.
—Bien. Te ayudaré en todo lo que necesites —dijo finalmente, su voz firme pero con un matiz más suave.
Keiran sonrió, una sonrisa que no tenía nada de inocente. Extendió su mano hacia Frederick, un gesto simple pero cargado de simbolismo.
—Entonces, tenemos un trato, esposo —dijo, ladeando ligeramente la cabeza, como si la palabra "esposo" fuera un juego que disfrutaba.
Frederick sintió un extraño calor en el pecho al escuchar esa palabra. Algo en su interior pareció encenderse, y cuando la mano de Keiran rozó la suya, fue como si una corriente eléctrica atravesara su piel.
En ese momento, supo que, sin importar las reglas que ambos establecieran, este trato no sería como los demás. Keiran ya había dejado su marca, y Frederick empezaba a darse cuenta de que escapar de su influencia sería imposible.