Alpha White, El Origen De La Mestiza

≈NAOMI≈

—Lo es. Bienvenida a nuestra maravillosa y complicada vida lobina. —dijo poniéndose de pie al escuchar el inicio de una melodía —Ya comenzó.

—¿Qué cosa?

—El ritual, ya comenzó —repitió con un tono de emoción señalando con el dedo el centro del jardín —Mis padres son los que darán inicio ¿los ves?

—Si los veo, lucen perfectos juntos. —Dije observándolos bailar.

—Si, lástima que no pueda decir lo mismo de mi hermano —expreso sin quitarle el ojo a Demian, que tomaba la mano de Úrsula para sumarse al baile de cortejo.

—Entonces ¿eso es todo? Bailan, formalizan su unión ¿y ya?

—Es más serio que un simple baile Naomi. Observa —dijo levándome la mirada con la mano para que le echara un vistazo al cielo. —Cuando la fase lunar llegue a su punto máximo, está destinado que esta noche, encontremos a nuestros compañeros.—¿Me estas sugiriendo que es momento de que me esconda?

—¿Por qué dices eso? —Preguntó Mariel frunciendo el ceño.

—¡Hello! Hombres lobos, luna llena, una humana entre ellos ¿No te sugiere nada? —Mariel soltó una fuerte carcajada.

—No van a transformarse solo por mirar la luna llena Naomi.

—Ah…¿no? Yo pensé que…

—Pura patrañas de los humanos —dijo acomodándose en el banco —Seguramente inventaron esa estupidez porque generalmente los lobos se ven más activos durante las noches de luna llena y bueno… las películas, novelas y los cuentos para niños se encargaron de exagerarlo con esas imágenes icónicas de los lobos aullando a la luna.

—¿Entonces, no tengo nada de qué preocuparme?

—No, no tienes porque— confirmó, señalando con un dedo a un conjunto de personas — ¿ves a ese grupo de allá? —consultó cambiando de tema.

—Si, ¿Qué hay con eso?

—El hombre moreno de ahí, encontró a su compañera y como dicta la tradición, le está obsequiando una piedra Qamari.

—¿Una piedra qué?

—Una piedra Qamari, señorita Hold. Manual de Petrología, Índice Lumen, Página 140.  ¿Por qué no me extraña que no se haya puesto al día con su plan de estudios? —intervino con un tono severo, Roberto, nuestro profesor.

—Lo siento yo…

—No quiero escuchar sus escusas señorita Hold. Solo por esta noche ahórreme su ignorancia humanística y diríjase a mi como un integrante más de la manada y no como su profesor.

—Eso quiere decir que no va a reprenderme si le pregunto ¿qué significa Qamari? —Él resoplo y Mariel rio abiertamente.

—Las piedras Qamari señorita Hold, son gemas únicas en su especie. No hay, ni existe una igual a la otra. Se cree que estas piedras fortalecen el vínculo y la conexión entre aquellos compañeros que están destinados a estar juntos. Como observara, en este ritual los hombres las obsequian a sus compañeras como símbolo de compromiso y lealtad. Algo que usted, nunca entenderá. —Dijo girándose hacia Mariel, notando que, al escuchar sus últimas palabras, ella soltó un suspiro.

—¿Qué sucede con usted? —le pregunto esta vez, sin ningún tipo de tapujos.

—Nada— se limitó a decir Mariel.

—Su compañero no está aquí, ¿cierto? —Roberto parecía haber leído su pensamiento y yo me sentí una completa estúpida por no haberme dado cuenta.

Ella se ruborizo y negó con la cabeza.

—No, no está. —confirmó.

—Es joven señorita White. No veo porque tanto apuro por encontrarlo. No conoce el refrán “Tiempo al tiempo”.

—¿Quiere que le responda como su alumna o como un conocido más? —le dijo con un tono casi frustrado.

—Me inclino más por un conocido. Vamos, suéltelo. Sea honesta conmigo. —la animó a responder desafiándola.

—¡Me volveré una maldita y miserable anciana esperando que aparezca, mi pelo se volverá blanco y hablare con las estúpidas platas porque el maldito no se digna a aparecer! — Él no pudo evitar reír y yo tampoco.

Fue la primera vez que vi a mi profesor reír abiertamente y parece que Mariel también, es increíble como una simple sonrisa puede cambiar por completo el semblante de una persona. Hasta podría decir, que de no ser porque el noventa y nueve por ciento del tiempo se muestra amargado, disgustado y frio, podría llegar a caerme bien.

—Puede que este en lo cierto, señorita White, sin embargo, no deje que esto le arruine la noche. Acompáñeme, — dijo extendiendo su mano —No creo que su compañero se moleste por bailar esta pieza conmigo.— Mariel lo miro incrédula, creo que yo también…

—Es amable de su parte, pero…— Mariel titubeo y me miro. Claro, era de haber sabido que el problema era yo.

—No te preocupes por mí, ve a bailar. —dije rápidamente —Además necesito practicar mis habilidades de supervivencia, no puedes cuidar de mi todo el tiempo.

—Apoyo la emoción —dijo Roberto. —A lo sumo encontraremos su cadáver cuando regresemos. —se burló.

—No sé, yo…—vacilo con la mirada perdida.

—Vamos Mariel, ¡vete! —insistí. —Te prometo que cuando regreses estaré enterita.

—Suerte con eso…—susurro Roberto dándonos la espalda.

—¿Estas segura?

—Si lo estoy, vete.

—De acuerdo. Vuelvo enseguida, lo prometo. —dijo apresurando el paso, alcanzando a Roberto.

En tanto ellos se alejaron, me di la vuelta y senté en la hamaca que colgaba del árbol.

Solo fueron cuestión de algunos segundos para que Mariel se uniera al resto de los invitados y fue imposible no notar como la presencia de ambos llamo la atención de muchos, especialmente de sus padres y de aquellos estudiantes que cursaban en el instituto. Sin embargo, siquiera eso pareció importarle a Roberto y mucho menos a Mariel que se veía realmente feliz. Demasiado feliz diría yo…

—Será que…no, imposible. Ya estoy delirando —me reprendí a mí misma de mis ocurrencias. Observándola, me aferré a las gruesas sogas que se extendían de las ramas y comencé a balancearme lentamente. Todo esto era difícil de asimilar, en mi mundo no existían parejas destinadas, brujas, rituales de cortejo, gemas mágicas…—¡Que maldito disparate! —Solté inclinando la cabeza hacia atrás, contemplando las estrellas y la luminosidad de la luna, que como Mariel me había dicho, parecía estar en su punto máximo…

—No te dijeron que quien se mete en la boca del lobo, corre el riesgo de ser devorado. —expreso una voz, rompiendo el silencio…

—¡Mierda! —Exclamé. Fue tal el susto que me pegué, que me tambaleé en la hamaca y casi caigo de cabeza al suelo. Por fortuna no sucedió. En un instante, él dueño de aquella voz llegó a mí y me sostuvo con una sola mano por la espalda.

—Gracias, —dije tratando de recuperar el aliento, cuando me encontré con los ojos de Geral.

Él asintió con una ligera sonrisa en respuesta.

—Sabes, no muchos pueden decir que fueron víctimas de una hamaca.

—Pensé que era inofensiva —me excusé avergonzada, en tanto me ayudaba a reincorporarme.

—¿Se puede saber porque no estas con el resto de los invitados?

—¿Honestamente? —Le pregunte. Él asintió.

—Supongo que soy muy humana para ser parte de todo esto. Siento que todavía no encajó. —respondí encogiéndome de hombros. Él sonrió de lado.

—Bueno, déjame darte una razón para que te sientas parte. —dijo parándose frente a mí y extendiendo su mano. —¿Qué te parece si me concedes el honor de bailar conmigo esta noche?

[…]