Renasci

Caminé por veinte minutos sin rumbo, sumida en mis pensamientos. La mansión estaba conectada a un gran bosque que era parte de la propiedad, creo que estoy perdida y no sé el camino de regreso. La experiencia con Kaiden me había dejado un sabor amargo; pensé que me iba a pegar. Creí que él era un poco frío, autoritario, pero que era un caballero, ahora ya no estoy segura. Tal vez, si me casaba con él, no tendría amor, pero podríamos llevar una relación cordial. Pero si no es así y es un hombre agresivo, debo encontrar la manera de terminar este compromiso.

Mientras caminaba por el bosque, me sorprendió la belleza del entorno. Los árboles se erguían hacia el cielo, sus hojas susurrando en la brisa. Cada lugar que descubría era hermoso; este bosque era un lugar que decir que era hermoso le quedaba corto. No había palabra que lo pudiera describir. Aquí me sentía libre, sin ataduras; quería que el tiempo se detuviera en este lugar y olvidarme de mi compromiso con Kaiden.

Tal vez aquí, en este lugar mágico, podría encontrar algo de paz. Pero el recuerdo de sus manos apretando mis brazos no me deja.

—Hola.

La voz de un hombre me sacó de mis pensamientos. Me di la vuelta y lo vi de pie frente a mí, su figura recortada contra la luz del sol.

—Andaira, ¿qué haces de nuevo por aquí? —me preguntó, su voz baja y suave.

Yo no respondí. En los pocos días que llevaba aquí, no lo había visto, y sería una cara que no olvidaría fácilmente. En comparación con Kaiden, él tenía una belleza más delicada, una expresión suave que, junto con sus ojos grises y su cabello rubio casi blanco, y sus labios gruesos, lo hacían parecer un ángel. Aunque su aura era un poco extraña, no me daba confianza.

—La última vez casi te ahogas en el lago —continuó diciendo al ver que no le respondí. Anna me dijo que un trabajador que vivía cerca del lago me había salvado. ¿Será él?

—Hoy estás muy callada —dijo mientras se acercaba a mí, su mirada era intensa.

¿Por qué se acerca tanto? Mi corazón late más rápido.

—Yo solo quería caminar un poco —respondí rápidamente, dando un paso hacia atrás.

—¿Vas a volver a saltar en ese lago? —preguntó, su voz llena de curiosidad. ¿Ella saltó al lago? ¿Podría ser que ambas queríamos lo mismo? Terminar con nuestra vida, tal vez por eso estoy aquí, ¿ella habrá terminado en mi cuerpo?

—Lo siento, yo no sé quién eres —le dije, tratando de mantener la distancia.

Él se acercó más, su rostro cerca del mío.

—Andaira —susurró, su aliento cálido en mi oreja—. No me gusta este juego.

Tomó mi cabello entre sus dedos, su tacto suave pero firme. ¿Andaira tenía algo más con este hombre? Sus ojos se volvieron rojos al llevarse mi cabello a los labios.

—¿No estarás fingiendo que no me recuerdas? —preguntó, su voz llena de desconfianza—. Será que ahora te quieres casar con ese príncipe.

—No estoy jugando, realmente no sé quién eres —le dije, tratando de liberarme.

—Sabes que no debes hacerme enojar, tú eres mía —dijo mientras acercaba su mano a mi rostro, sus uñas crecieron y se volvieron afiladas como cuchillos.

—No te dejaré morir, tampoco dejaré que te cases, no puedes escapar de mí —dijo, y fue lo último que oí.

Todo se volvió oscuro. ¿Dónde estoy? ¿Es un sueño? Una luz iluminó todo y ahí estaba la verdadera Andaira y el hombre que vi en el bosque.

—¡DÉJAME! —gritó Andaira—. Yo jamás voy a ser tuya, deja de buscarme, no eres más que un demonio.

Andaira se veía agitada y lloraba desconsolada.

—Me has atormentado desde hace diez años, cuando era una niña y me perdí en ese bosque. ¿Por qué tengo que ser yo? —le decía, estaba desesperada.

—Te lo dije, no es fácil que un demonio como yo encuentre el amor. Solo haz lo que digo y puedo darte lo que quieras —dijo el hombre que antes había pensado parecía un ángel; ahora entendía que era un demonio.

—Tú no me amas, estás obsesionado conmigo —dijo amargamente Andaira.

Ahora lo entiendo, estos son recuerdos de la verdadera Andaira.

—¿Acaso tú sí sabes lo que es el amor? —le respondió el demonio y se rió con ironía.

Observé cómo Andaira se quedó en silencio, pero después respondió:

—¿Cómo podría? Si tú dijiste que si no hacía lo que querías, matarías a los que amo. No puedo amar ni a mis padres —en su voz podía notar el dolor, pero también que estaba completamente sola.

Ahora entendía por qué era una mujer difícil, no quería amar y tampoco quería que la amaran, solo estaba protegiendo a los demás.

El demonio se acercó a ella, pero Andaira no se movió. El hombre se acercó y le dio un beso en la frente.

—Pronto, estarás solo conmigo —le dijo, su mirada ardía en deseo. Andaira, aun así, no retrocedió.

—Prefiero morir—.