Un deseo por lo prohibido
Viviendo en un matrimonio lleno de maltratos y abusos, donde su esposo dilapidó la fortuna familia, llevándolos a una crisis muy grave, no tuvo de otra más que hacerse cargo de la familia hasta el extremo de pedírsele lo imposible.
Teniendo que buscar la manera de ayudar a su esposo, un contrato de sumisión puede ser su salvación. En el cual, a cambio de sus "servicios", donde debía de entregársele por completo, deberá hacer algo que su moral y ética le prohíben, todo para conseguir el dinero que tanto necesita...
¿Será que ese contrato es su perdición?
¿O le dará la libertad que tanto ha anhelado?
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Capitulo 7
Esas sensaciones que siento al principio deben ser orgasmos”.— se cuestionó la mujer.
Ya de noche, Beatriz, y Muriel, se encontraban en la sala de estar, esperando a Noah. Cómo era posible que, en su condición, pasara más de la medianoche, fuera de la mansión. Ambas mujeres estaban desesperadas y suponían lo peor. Y para darle más suspenso a sus angustiadas presencias, una patrulla se paró frente a la mansión Brown.
Apuradas, se dirigieron a la entrada de la casa. Exasperadas preguntaron ¿qué sucedió? Los oficiales, con unos rostros sombríos, les explicaron lo sucedido. Noah fue arrestado en un casino, acusado de robo.
La señora Beatriz se dejó caer de rodillas en el pavimento, y lloró amargamente. — ¡Dios mío! Esto es un castigo.— dijo entre llantos.
Muriel quedó petrificada. Ciertamente, le afectaba mucho la noticia, pero no sabía cómo reaccionar. Ayudó a la señora a levantarse del suelo, y trató de calmarla.
— Oficiales, ¿podemos ir a verlo?— preguntó Muriel.
— No está permitido recibir visitas a esta hora, pueden ir en la mañana. Con permiso.
En la mañana, ambas mujeres se presentaron en el destacamento policial. Se encontraron con un Noah muy intranquilo, asustado, y con unas ojeras bien marcadas. ¿Será un castigo divino, por sus malas acciones?
— Hijo mío, ¿qué paso?— preguntó Beatriz. Ella tenía los ojos hinchados de llorar.
— Lo siento mucho, mamá, lo único que deseaba era recuperar el dinero que perdí. Ellos me obligaron a jugar, hasta perderlo todo. No quería que Muriel se molestara conmigo. Por primera vez, me arrepiento de visitar esos lugares de juego.
Muriel sintió tristeza, ver a su esposo en silla de ruedas y detenido le rompía el corazón. Le acarició las manos a través de los barrotes. — Tranquilo, amor.
Terminó la hora de visita. Las mujeres fueron hablar con el encargado del penitenciario, y por desgracia, ahora venía la parte difícil. Para dejar a Noah en libertad, se requería pagar una fianza. Una cuantiosa suma de dinero, pero… ¿A dónde iban a buscar ese dinero?
“¡Padre celestial!, ¿ahora que voy a hacer? ¿Cómo voy a sacar a mi esposo de la cárcel?”— se preguntó Muriel para sus adentros.
En vista de que ella era la única que podía hacer algo, decidió ir al banco.
——
Muriel llegó al Banco, e inmediatamente se dirigió a la oficina del gerente. Con temor, le tocó la puerta. Él le cedió el paso. Ella le contó de sus necesidades, a lo que él se limitó a decir.
— Señora, Brown, si necesitas más dinero prestado, tienes que ir personalmente a la sede central, a hablar con el señor Richardson.
— Señor, Pedro, no entiendo, ¿por qué tengo que ir a hablar con el señor Richardson, si usted es mi jefe inmediato?— preguntó confundida.
— Son órdenes del mismo señor.
— Bien, gracias.
La mujer se dirigió directamente a la central del banco. Al llegar, se bajó del taxi, y sentía arritmias cardíacas aceleradas. Parada frente al enorme edificio, respiró profundo, y procedió a entrar. Sentía mucha vergüenza, no era fácil presentarse ante el señor Richardson, a pedir más dinero prestado. Pero no podía dejar a su esposo en la cárcel. Si tenía que arrodillarse lo iba a hacer.
Subió el ascensor. “Dios, ablanda el corazón de ese señor. Permite que me preste el dinero sin poder objeciones. Amén”.— pidió con fe.
Le preguntó a la secretaria por el señor Richardson, y está antes de informarle a su jefe, la miró de arriba abajo con desdén, luego le informó a la oficina.
Alfred era el encargado de contestar las llamadas de Yeikol. Él, al escuchar el nombre de la persona que buscaba a su jefe, tragó saliva. Realmente no quería que su amigo y patrón, tuviera algo íntimo con esa mujer. Pero bueno, tenía que obedecer.
— Mi señor, la señora Brown está aquí, desea hablar con usted.
Yeikol exhaló, miró a Alfred por unos segundos, mientras movía el lápiz en su mano. Incluso él, tenía dudas de lo que iba a hacer. — Que pase, y encárgate de hablar con ella.
Alfred dio la orden para dejarla pasar. Muriel entró a la lujosa oficina, y saludó a los presentes. Como había dos escritorios no sabía a quién acudir. Ya que Alfred era el asistente de Yeikol, y siempre estaba a su lado, trabajaba ahí mismo.
Yeikol estudió cuidadosamente sus expresiones faciales. Ella era verdaderamente hermosa, cualquier hombre estaría afortunado de tenerla a su lado.
— Señora, Brown, puede tomar asiento. ¿A qué se debe su visita?.— dijo Alfred y le indicó la silla frente a él.
— Gracias, señor.— Muriel se acomodó en la silla frente al escritorio. Abajo la mirada atemorizada. No sabía por dónde empezar, pero sin pensarlo más, le dijo; — Señor, estoy consciente que debo mucho dinero, pero me urge otro préstamo. Mi esposo está en la cárcel, y necesito pagar la fianza.
Los dos hombres se quedaron callados, tal vez no deberían hacer la propuesta. Yeikol no apartaba la mirada de la mujer.
— ¿Qué cantidad de dinero necesitas? — preguntó Alfred.
— Doscientos mil dólares.
Alfred, con ciertas dudas, sin saber la reacción que tomaría la señora Brown, planteó el tema a tratar.
— Señora, Brown, como empleada, no podemos prestarle esa cantidad de dinero. Ahora bien, mi jefe está dispuesto a pagarle millones de dólares, a cambio de sus servicios.— fue lo más difícil que hizo Alfred en mucho tiempo.
Muriel se sorprendió, volteó a mirar a Yeikol, luego volvió su mirada a Alfred. No entendió a qué se refería con “servicios”. Se movió en la silla acomodando su postura.— Me puedes explicar, es que no entiendo.
— Bien, antes que todo, necesito que leas y firme este documento, es una carta de confiabilidad. El tema a tratar no puedo salir de sus labios. Es algo que requiere total discreción.— Alfred le pasó un papel. En dicho documento solo estaba estipulado, no repetir nada de lo que se hablaría a continuación.
Autora: Por favor, no esperes el final para dar tus likes, hazlo ahora. 😂
Ay Milena .....que no digas que nadie le dijo.
Hay madres y hay madres !!!!! 😤
Acepta y sabrás la diferencia de sumisión por maltrato a sumisión por satisfacción