LA MARCA DEL ALFA

Lena dejó la casa de su madre con una mezcla de emociones que la invaden. El consejo y las palabras de su madre Sofía la habían ayudado a ver con mayor claridad lo que realmente sentía por Aidan.

La duda todavía latía en su pecho, pero la certeza de que no podía perderlo era mucho más fuerte.

Mientras conducía de regreso a su casa, Lena sacó su teléfono móvil, sintiendo que sus manos temblaban ligeramente.

Era consciente de que estaba a punto de tomar una decisión que cambiaría su vida para siempre, pero, al mismo tiempo, algo dentro de ella le decía que estaba haciendo lo correcto.

Aidan. Su nombre cruzó por su mente como un susurro, llenándola de calidez y seguridad. No importaba cuántas preguntas tuviera aún, ni cuán incierto fuera el futuro.

Ella lo amaba, y eso era todo lo que necesitaba saber en ese momento.Con un suspiro profundo, Lena marcó el número de Aidan.

Cada tono de llamada que sonaba en su oído hacía que su corazón latir más rápido. Finalmente, escuchó la voz familiar y profunda del Alfa al otro lado de la línea.

—Lena —dijo Aiden, su tono suave y lleno de cariño—.

¿Estás bien amor?Lena tragó saliva, reuniendo el valor que necesitaba para expresar sus sentimientos.

—Aidan, he tomado una decisión —dijo, su voz temblorosa pero firme—. Quiero casarme contigo.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, como si Aidan estuviera procesando lo que acababa de escuchar.

 Luego, su voz se llenó de una alegría contenida.

—Lena, no sabes cuánto me alegra oír eso. Te prometo que no te arrepentirás de esta decisión.

—Lena pudo imaginar la sonrisa que debía estar formando en sus labios.

—Pero—continuó ella, su tono volviéndose más serio—.

No quiero una boda grande, ni una fiesta. No estoy lista para eso. Quiero que sea algo simple, solo nosotros.

Aidan asintió, aunque Lena no podía verlo. Entendía perfectamente por qué ella no quería algo ostentoso. Este era un paso importante y personal para ambos, y no necesitaban a toda la manada observándolos en este momento íntimo.

—Eso está bien, Lena —dijo él, y luego añadió, su voz adquiriendo un tono más decidido—. Pero quiero que nos casemos esta misma noche.

Lena sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. La idea de casarse esa misma noche la asustaba y la emocionaba al mismo tiempo.

Sabía que aceptar significaba Cerrar cualquier camino de retorno, pero también sabía que Aidan tenía razón.

Cuanto antes lo hicieran, más pronto podrían enfrentar el mundo como compañeros.

—De acuerdo —respondió ella, su voz apenas un susurro—. Esta noche sera.

Aidan colgó el teléfono, sintiéndose más aliviado de lo que había estado en semanas. Sus ojos se encontraron con los de Caleb, quien había estado observándolo desde el otro lado de la oficina.

—¿Lena aceptó? —preguntó Caleb, aunque la expresión en el rostro de su amigo ya le había dado la respuesta.

Aidan asintió, su rostro iluminado por una sonrisa genuina.—Sí, pero quiere que sea algo simple. Y será esta noche.

Caleb sonrió, sintiéndose feliz por su amigo. Había visto la lucha interna que Aidan había estado enfrentando desde que Lena apareció en su vida.

Verlo ahora tan decidido y en paz con su elección le daba una sensación de alivio.

—Entonces, será una ceremonia bajo la luna llena —dijo Caleb, levantándose de su asiento—.

Creo que es apropiado, considerando quién eres.Aidan rió suavemente y luego se puso serio.

—Quiero que estés ahí, Caleb. Eres el único en quien confío para esto. Y también necesito que encuentres a alguien que pueda oficiar la ceremonia esta misma noche.

Caleb asintió, sabiendo que Aidan no necesitaba explicarle más. Sabía que esta era una de esas decisiones que no admitía demora, y como siempre, estaba dispuesto a ayudar a su amigo en lo que fuera necesario.

—Lo haré, no te preocupes. —Caleb se acercó y le dio una palmada en el hombro—. Todo estará listo para cuando llegue la hora.

Aidan asintió en silencio, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba exactamente donde debía estar.

El pequeño claro en el bosque estaba bañado por la suave luz de la luna llena. Las hojas de los árboles susurraban suavemente con la brisa nocturna, como si la misma naturaleza supiera que esa noche estaba destinada a algo sagrado.

Lena se acercaba lentamente al lugar acordado, sintiendo el latido de su corazón en su garganta. Cada paso que daba la acercaba más al compromiso que estaba a punto de hacer, y aunque una parte de ella todavía estaba aterrorizada, otra parte más grande estaba llena de una paz inesperada.

Al llegar al claro, vio a Aidan esperándola, su figura iluminada por el resplandor plateado de la luna. Junto a él, Caleb estaba de pie, con una sonrisa tranquilizadora en el rostro, y un hombre mayor que Lena no conocía, pero que supuso debía ser el sacerdote que oficiaría la ceremonia.

Aidan se acercó a ella, tomando su mano entre las suyas. Sus ojos, llenos de amor y devoción, se encontraron con los de Lena, y en ese momento, todas las dudas que habían estado atormentándola desaparecieron.

—Estás hermosa —dijo Aiden en un susurro, su voz cargada de emoción.

Lena sonrió tímidamente, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas.

—Gracias, Aidan —respondió, apretando suavemente su mano.

El sacerdote carraspeó ligeramente para captar su atención, y ambos se volvieron hacia él, listos para comenzar la ceremonia.

—Estamos aquí esta noche, bajo la luz de la luna, para unir a dos almas destinadas —comenzó el sacerdote, su voz profunda resonando en el aire nocturno—.

 Aidan, Alfa de la manada, y Lena, su compañera elegida por el destino, han decidido sellar su unión en este sagrado momento.

Caleb, que había estado en silencio hasta ahora, dio un paso adelante y entregó a Aidan un pequeño anillo de oro. Era simple, pero su diseño era tan intrincado que Lena se dio cuenta de que debía tener un significado especial.

—Este anillo es un símbolo de la eternidad, un círculo sin fin que representa el amor que ustedes comparten —continuó el sacerdote—.

Al intercambiar estos anillos, están prometiéndose el uno al otro para siempre.

Aidan tomó la mano izquierda de Lena y deslizó el anillo suavemente en su dedo, sus ojos nunca apartándose de los de ella.

—Lena, con este anillo, te tomo como mi esposa, mi Luna, y mi compañera para toda la vida —dijo, su voz llena de una devoción inquebrantable—.

Prometo amarte, protegerte y estar a tu lado, en los momentos de alegría y en los de adversidad, hasta el final de mis días.

Lena sintió que las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos, pero logró contenerlas mientras Caleb le entregaba otro anillo, similar al que Aidan le había dado.

Con sus manos temblorosas, Lena tomó la mano de Aidan y deslizó el anillo en su dedo.

—Aidan, con este anillo, te acepto como mi esposo, mi Alfa, y mi compañero —dijo, su voz suave pero llena de determinación—.

Prometo estar a tu lado, apoyarte y amarte en todos los momentos de nuestras vidas. No sé qué nos depara el futuro, pero sé que quiero enfrentarlo contigo.

El sacerdote sonrió y levantó las manos en señal de bendición.

—Que la luna sea testigo de este vínculo sagrado. Que su luz guíe sus caminos y fortalezca su amor.

Por el poder que me ha sido conferido, los declaro marido y mujer, Alfa y Luna.

Aidan inclinó la cabeza y besó suavemente los labios de Lena, sellando su promesa con el calor de su amor.

Fue un beso lleno de ternura, de respeto, pero también de una pasión contenida que prometía mucho más.

Cuando finalmente se separaron, Lena sintió que todo su mundo había cambiado en ese instante. Ahora era la esposa de Aidan, su Luna, y aunque no sabía lo que el futuro les deparaba, estaba lista para enfrentarlo con él a su lado.

—Te amo —susurró Aidan, apoyando su frente contra la de ella.—Y yo a ti —respondió Lena, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba exactamente donde debía estar.

Después de la ceremonia, Caleb y el sacerdote se retiraron discretamente, dejando a la pareja sola en el claro.

Lena y Aidan se quedaron en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la paz que había traído consigo la decisión que acababan de tomar.

Aidan rompió el silencio primero, tomando la mano de Lena y llevándola hacia la cabaña que habían compartido en noche anterior.

La pequeña construcción de madera parecía más acogedora ahora más que nunca.