Ojos Súper Asombrosos

Monica cayó sobre Samuel, lo que los llevó a mirarse fijamente por unos segundos. Por alguna razón, Monica sintió que su corazón latía con fuerza y rapidez.

"No esperaba que fueras tan agresiva", dijo Samuel.

Al escuchar eso, las mejillas de Monica se sonrojaron de inmediato. "Maldita sea, no me caí a propósito".

Monica se levantó rápidamente del cuerpo de Samuel. Su rostro estaba rojo y parecía avergonzada por el incidente.

"Solo me caí, no pienses nada raro", explicó Monica.

"Está bien, me voy", Samuel comenzó a alejarse de Monica.

Monica tampoco dijo nada más, todavía se sentía avergonzada por lo que acababa de suceder. Comenzó a caminar de regreso al interior de la casa.

"Monica, ¿qué pasó? ¿Por qué tu cara está tan roja?" preguntó James al ver el cambio en su rostro.

"No es nada, hermano, voy a mi habitación a descansar", respondió Monica mientras se dirigía a su habitación.

James estaba ansioso por que su pierna se recuperara. Planeaba recuperar lo que una vez fue suyo. Tenía que volver a ser el líder de la mafia clandestina que era antes y acabar con quienes lo habían dejado así. Pensar en ello lo llenaba de entusiasmo.

Mientras tanto, en su habitación, Monica estaba acostada en la cama. Cuando cerró los ojos, la imagen de Samuel apareció en su mente.

"Maldita sea, ¿por qué me pasa esto?", murmuró Monica para sí misma.

La noche ya estaba avanzada y Samuel había regresado al apartamento de su hermana. Entró y encontró a Sandra dormida en el sofá.

De repente, los poderosos ojos de Samuel reaccionaron al ver a su hermana dormida. Sus ojos atravesaron la ropa que llevaba Sandra. Vio el cuerpo de su hermana, que era increíblemente hermoso y blanco, cubierto solo por ropa interior. Los poderosos ojos de Samuel no pudieron ver más allá de eso.

"Maldita sea, ¿por qué me pasa esto?", dijo Samuel, sintiéndose muy incómodo al ver el cuerpo de su hermana.

Sandra comenzó a despertar porque escuchó vagamente la voz de Samuel, que había regresado.

"Samuel, ya volviste", dijo Sandra mientras se levantaba y se sentaba en el sofá.

"Sí, hermana, hoy tuve muchas cosas que hacer", respondió Samuel sorprendido, mientras se rascaba la cabeza, que no le picaba.

"¿Por qué no dormiste en tu habitación, hermana Sandra?"

"Estaba preocupada porque no habías vuelto. Te esperé, pero me quedé dormida", explicó Sandra.

Al escuchar las palabras de Sandra, Samuel se sintió mal. Su hermana era tan considerada y cariñosa con él, a pesar de que no eran hermanos de sangre.

Luego, Samuel se sentó junto a Sandra y notó que los músculos de su hermana parecían tensos. Parecía que su cuerpo estaba cansado y rígido, pensó Samuel.

"¿Hermana, qué te parece si te doy un masaje?", preguntó Samuel.

"¿Sabes dar masajes?", Sandra nunca había sabido que Samuel supiera cómo dar un masaje.

"Tranquila, después de que te dé un masaje, te sentirás mucho mejor", aseguró Samuel.

Samuel no podía hacerlo antes, pero ahora que estaba en su nuevo cuerpo, sentía que podía hacer cualquier cosa.

Sandra se giró y Samuel comenzó a colocar las palmas de sus manos sobre sus hombros. Empezó a masajearla lentamente mientras canalizaba su energía interna a través de sus dedos.

"Ah", gimió Sandra espontáneamente al sentir el agradable masaje de Samuel.

Sandra se sorprendió a sí misma al emitir un sonido tan vergonzoso de forma espontánea. Si alguien más lo hubiera escuchado, seguramente habría malinterpretado la situación, pensó.

Samuel continuó masajeándola suavemente, lo que provocó que Sandra volviera a emitir ese sonido involuntariamente. Poco después, Samuel terminó de masajear a Sandra.

La ropa de Sandra se veía húmeda por el sudor que salía de su cuerpo. Sintió su cuerpo fresco y el cansancio anterior había desaparecido.

"Samuel, gracias. Iré a mi habitación", dijo Sandra mientras se iba apresuradamente.

Todavía se sentía muy avergonzada por los gemidos que había dejado escapar. Era tan sensible cuando Samuel la masajeaba.

Samuel ahora estaba acostado en su habitación jugando con su teléfono. Miraba su saldo bancario, que aún no era suficiente para comprar una casa.

Vivía en una gran área urbana, por lo que necesitaba miles de millones para comprar una casa.

Samuel volvió a jugar con su teléfono y, sin querer, vio un anuncio en las redes sociales. El anuncio decía que cualquiera que pudiera curar la enfermedad de su hijo recibiría una recompensa de 30 mil millones.

Al ver esto, Samuel se entusiasmó. Con esa cantidad de dinero, podría comprar una casa y llevarse a su hermana de ese pequeño apartamento.

Samuel planeaba ir a la dirección que figuraba en el anuncio. Estaba ansioso por obtener esa cantidad de dinero tan fácilmente. Estaba seguro de que con sus habilidades podría curar la enfermedad y obtener la recompensa.

A la mañana siguiente, Samuel ya estaba listo para partir hacia la dirección que figuraba en el anuncio.

"Samuel, qué raro. ¿A dónde vas tan temprano?", preguntó Sandra, que se estaba preparando para abrir su frutería.

"Hermana, hoy es un día muy importante. Voy a ganar mucho dinero", respondió Samuel con entusiasmo.

"¿A qué te refieres con mucho dinero?", Sandra estaba sorprendida y confundida.

"No te preocupes, hermana, pronto nuestra vida cambiará", explicó Samuel mientras se marchaba.

Sandra no entendía a qué se refería Samuel y sentía que últimamente él estaba diferente.

Samuel tomó un taxi hasta el lugar. Después de 30 minutos, finalmente llegó. Volvió a comprobar la dirección para asegurarse de que era la casa correcta.

"Vaya, parece que esta persona es muy rica", Samuel estaba asombrado al ver una casa tan grande y lujosa.

La casa tenía dos plantas, un gran jardín y una piscina.

"¡Alto!", gritó un guardia de seguridad al ver que Samuel estaba a punto de entrar en la casa.

"He venido a tratar una enfermedad", explicó Samuel.

Al oír esto, el guardia lo miró de arriba abajo. Entonces, una expresión de desprecio apareció en su rostro.

Samuel no parecía un médico ni alguien con habilidades curativas. Con su ropa normal, incluso andrajosa, parecía más bien un mendigo.

"Será mejor que te vayas. ¡No hagas perder el tiempo a la gente!", dijo el guardia mientras lo ahuyentaba.

Al escuchar las palabras del guardia, Samuel se sorprendió un poco. Había venido a curar a alguien y lo estaban echando.

El guardia de seguridad dijo eso porque ya habían venido varias personas a intentar curar al enfermo, pero todas habían fracasado. Algunos incluso habían venido solo para probar suerte y con la esperanza de obtener la gran recompensa.

El guardia asumió que Samuel era igual que ellos, solo que probaba suerte.

"¿Qué quiere decir? ¿Por qué me echa?", preguntó Samuel confundido.

"Ya he visto a mucha gente como tú. Será mejor que te vayas".

Samuel estaba molesto por el comportamiento del guardia. No podía irse porque necesitaba los 30 mil millones.

"Estoy seguro de que no tienes ninguna habilidad, solo estás probando suerte", dijo el guardia mientras se acercaba para echar a Samuel.

Samuel lo esquivó inmediatamente y dijo: "¡Hagamos una apuesta!".

"¿A qué te refieres?".

"Si logro curar al enfermo, tendrás que disculparte por cómo me has tratado", explicó Samuel.

El guardia se rió y se burló al escuchar las palabras de Samuel.

"No solo me disculparé contigo, sino que te llamaré padre", dijo el guardia con seguridad.

"Si fracasas, tendrás que irte de aquí solo con la ropa interior", añadió el guardia.

"De acuerdo", respondió Samuel con confianza.