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Dos Nuevos Jefes Para Cass

Dos Nuevos Jefes Para Cass

Status: Terminada
Genre:Romance / Mujer poderosa / Doctor / Harén Inverso / Completas
Popularitas:318
Nilai: 5
nombre de autor: Lenardt

Cassandra ha sufrido mucho a manos de su madre, que la maltrata desde la infancia, hasta que ya no puede más y decide escapar, perdiendo su trabajo y quedando en la calle.

Cass, el apodo por el que prefiere ser llamada, recibe una oportunidad para trabajar como limpiadora en un gran hospital de la ciudad. Este hospital pertenece a dos médicos ricos y exitosos que también han pasado por muchas dificultades en la vida y deciden ayudarla hasta que pueda estabilizarse.

NovelToon tiene autorización de Lenardt para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 24

Cassandra

Bajé al estacionamiento y allí estaba el señor Sebastian. Era un hombre mayor, negro, con el pelo blanco, súper educado y gentil. Me recibió muy bien, preguntándome si realmente era Cassandra, y dijo que me llevaría a casa.

Confieso que todavía no me gusta que los empleados del hospital sepan tanto de mí, ¿sabes?, y de esta historia mía con los hermanos Henssen, nunca me han gustado los chismes a mi costa y no quiero que piensen que estoy con ellos. Aunque sus palabras de antes siguen martilleando mi cabeza.

¿Será que realmente me quieren?

Apenas tuve tiempo para pensar mucho, pues llegamos a casa muy rápido.

Cass: Muchas gracias, señor Sebastian.

Sebastian: Por favor, querida, no necesitas llamarme señor, después de todo, no soy tan viejo, ¿verdad?

- Son sólo 68 años de pura sabiduría y esa apariencia bellísima.

Habló riendo, lo que me hizo reír también.

Cass: Ok, Sebastian, muchas gracias.

Sebastian: Siempre que necesites algo, sólo llámame.

- Que Dios te bendiga, niña, y que la señorita descanse bien.

Dijo mientras volvía al coche y salía de allí de vuelta al hospital.

Entré al apartamento usando la contraseña que Theo me pasó y aunque el portero me miró mal no dijo una palabra.

Entré en el ascensor, esta vez el de personas y no el de coches, lo que todavía me causa cierto asombro.

Al llegar arriba, abrí la puerta y me encontré con Luzia arreglando la sala junto a otra chica.

Luzia: ¿Ya llegaste, mi flor?

Cass: Sí, Doña Luzia, trabajo sólo hasta las tres.

Dije devolviéndole el abrazo que vino a darme.

Cass: Buenas tardes.

Le dije a la chica que sólo me miró mal y se fue, yo qué sé.

Luzia: No le hagas caso, niña, ella es así. Ella es Natasha, trabaja aquí desde hace años, y siempre ha estado enamorada de Theo y ahora que vives aquí debe estar celosa.

Cass: Entiendo.

Luzia: Pero dime, ¿cómo estaba el almuerzo que preparé para ti?

Cass: Estaba delicioso, Doña Luzia, una delicia.

- Quería agradecerle por eso.

Luzia: Imagínate, niña. He cuidado de estos chicos durante años y me encantará cuidar de ti también.

Pensé un poco antes de preguntar, pero terminé no conteniéndome.

Cass: Si está aquí desde hace años, ¿entonces conoció a Maisa?

Me miró en shock.

Luzia: ¿Te contaron sobre eso, hija mía?

Habló llevándome a la cocina.

Luzia: Deben quererte mucho, jamás lo contarían si no confiaran mucho.

- Sabes, ese cuarto soy sólo yo quien lo limpio, quito el polvo y lo dejo siempre oloroso, abro las ventanas para ventilar y dejo la puerta cerrada, para que ningún fisgón sepa sobre lo que pasa en el corazón de mis chicos.

- Yo ayudé a cuidar de la pequeña Maisa, y sentí junto con ellos cada dolor a cada diagnóstico y el dolor de la pérdida fue como una puñalada en mi pecho. Maisa me llamaba abuela y era así como me sentía.

Ella iba hablando y preparando algunos sándwiches que parecían deliciosos. Podía sentir el dolor en su pecho a cada palabra que salía de su boca.

Luzia: No llegué a conocer a Alice con vida. Cuando entré en la vida de ellos ella ya estaba en el hospital gestando a la pequeña Maisa, pero ya no había nada que hacer.

Cass: Quedé destrozada con toda la historia. Ellos sufrieron mucho y quiero que sean felices.

Luzia: Ellos van a serlo, niña. Y tú puedes ayudarlos y mucho.

Cass: ¿Cómo así?

Luzia: Si todavía no lo entiendes, no seré yo quien te lo explique.

- Ahora ve a lavarte las manos y ven a comer un sándwich conmigo.

Sólo asentí aún pensativa con lo que dijo.

Subí a la habitación, me puse ropa más ligera, porque el tiempo estaba loco, ayer hacía frío, hoy amaneció con una temperatura más amena y ahora hace un calor infernal, a ver si lo entiendes.

Me puse unas chanclas en los pies y me lavé las manos como Doña Luzia mandó y luego que bajé la vi en la puerta despidiendo a los empleados.

Cass: ¿Ya se están yendo?

Luzia: A Theo y Liam no les gusta gente caminando por la casa, entonces a esta hora despido a los empleados y bajo a mi casa también.

- Dejé comida lista para ustedes. Pero antes de bajar vamos a comer los sándwiches que te prometí.

Fuimos a la cocina y me senté en un taburete alto y ella en el otro y mientras ella me servía un zumo natural me puse a comer.

Cass: Vaya, esto está delicioso.

Luzia: ¿Te gustó, querida?, el queso y el pan los hice yo misma.

Cass: Caramba, usted es muy hábil, ¿eh?

Ella soltó una risa genuina.

Luzia: Cuando perdí a mi marido hace años me quedé muy sola y entré en depresión, quienes me sacaron del agujero donde me encontraba fueron los chicos y ellos me ayudaron mucho, y cuando vine a vivir aquí me quedé con mucho tiempo libre, incluso limpiando mi apartamento y cuidando de aquí todavía me sobra mucho tiempo, entonces hago estas cositas.

- Si quieres dulce de leche lo hice ayer, está en la nevera.

Le di una sonrisa genuina a aquella humilde señora maravillosa. Nunca había conocido a alguien tan dulce. ¿Sería posible que Theo hubiera sacado esa dulzura de ella? ¿O será que la madre o el padre de ellos era dulce como él?

Luzia: Cuéntame más sobre ti, Cassandra.

Me atraganté ligeramente con la pregunta, y ella percibió mi incomodidad.

Luzia: No necesitas contarme si no quieres, querida, está todo bien.

Cass: Gracias.

Dije bajito.

Luzia: Bueno, ya terminé aquí. Voy a mi apartamento, si necesitas algo sólo llámame.

Habló entregándome un trozo de papel con su número de teléfono.

Y antes de que yo dijera cualquier cosa ella salió de allí y se fue dejándome sola en aquella casa enorme.

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