Cassandra ha sufrido mucho a manos de su madre, que la maltrata desde la infancia, hasta que ya no puede más y decide escapar, perdiendo su trabajo y quedando en la calle.
Cass, el apodo por el que prefiere ser llamada, recibe una oportunidad para trabajar como limpiadora en un gran hospital de la ciudad. Este hospital pertenece a dos médicos ricos y exitosos que también han pasado por muchas dificultades en la vida y deciden ayudarla hasta que pueda estabilizarse.
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Capítulo 24
Cassandra
Bajé al estacionamiento y allí estaba el señor Sebastian. Era un hombre mayor, negro, con el pelo blanco, súper educado y gentil. Me recibió muy bien, preguntándome si realmente era Cassandra, y dijo que me llevaría a casa.
Confieso que todavía no me gusta que los empleados del hospital sepan tanto de mí, ¿sabes?, y de esta historia mía con los hermanos Henssen, nunca me han gustado los chismes a mi costa y no quiero que piensen que estoy con ellos. Aunque sus palabras de antes siguen martilleando mi cabeza.
¿Será que realmente me quieren?
Apenas tuve tiempo para pensar mucho, pues llegamos a casa muy rápido.
Cass: Muchas gracias, señor Sebastian.
Sebastian: Por favor, querida, no necesitas llamarme señor, después de todo, no soy tan viejo, ¿verdad?
- Son sólo 68 años de pura sabiduría y esa apariencia bellísima.
Habló riendo, lo que me hizo reír también.
Cass: Ok, Sebastian, muchas gracias.
Sebastian: Siempre que necesites algo, sólo llámame.
- Que Dios te bendiga, niña, y que la señorita descanse bien.
Dijo mientras volvía al coche y salía de allí de vuelta al hospital.
Entré al apartamento usando la contraseña que Theo me pasó y aunque el portero me miró mal no dijo una palabra.
Entré en el ascensor, esta vez el de personas y no el de coches, lo que todavía me causa cierto asombro.
Al llegar arriba, abrí la puerta y me encontré con Luzia arreglando la sala junto a otra chica.
Luzia: ¿Ya llegaste, mi flor?
Cass: Sí, Doña Luzia, trabajo sólo hasta las tres.
Dije devolviéndole el abrazo que vino a darme.
Cass: Buenas tardes.
Le dije a la chica que sólo me miró mal y se fue, yo qué sé.
Luzia: No le hagas caso, niña, ella es así. Ella es Natasha, trabaja aquí desde hace años, y siempre ha estado enamorada de Theo y ahora que vives aquí debe estar celosa.
Cass: Entiendo.
Luzia: Pero dime, ¿cómo estaba el almuerzo que preparé para ti?
Cass: Estaba delicioso, Doña Luzia, una delicia.
- Quería agradecerle por eso.
Luzia: Imagínate, niña. He cuidado de estos chicos durante años y me encantará cuidar de ti también.
Pensé un poco antes de preguntar, pero terminé no conteniéndome.
Cass: Si está aquí desde hace años, ¿entonces conoció a Maisa?
Me miró en shock.
Luzia: ¿Te contaron sobre eso, hija mía?
Habló llevándome a la cocina.
Luzia: Deben quererte mucho, jamás lo contarían si no confiaran mucho.
- Sabes, ese cuarto soy sólo yo quien lo limpio, quito el polvo y lo dejo siempre oloroso, abro las ventanas para ventilar y dejo la puerta cerrada, para que ningún fisgón sepa sobre lo que pasa en el corazón de mis chicos.
- Yo ayudé a cuidar de la pequeña Maisa, y sentí junto con ellos cada dolor a cada diagnóstico y el dolor de la pérdida fue como una puñalada en mi pecho. Maisa me llamaba abuela y era así como me sentía.
Ella iba hablando y preparando algunos sándwiches que parecían deliciosos. Podía sentir el dolor en su pecho a cada palabra que salía de su boca.
Luzia: No llegué a conocer a Alice con vida. Cuando entré en la vida de ellos ella ya estaba en el hospital gestando a la pequeña Maisa, pero ya no había nada que hacer.
Cass: Quedé destrozada con toda la historia. Ellos sufrieron mucho y quiero que sean felices.
Luzia: Ellos van a serlo, niña. Y tú puedes ayudarlos y mucho.
Cass: ¿Cómo así?
Luzia: Si todavía no lo entiendes, no seré yo quien te lo explique.
- Ahora ve a lavarte las manos y ven a comer un sándwich conmigo.
Sólo asentí aún pensativa con lo que dijo.
Subí a la habitación, me puse ropa más ligera, porque el tiempo estaba loco, ayer hacía frío, hoy amaneció con una temperatura más amena y ahora hace un calor infernal, a ver si lo entiendes.
Me puse unas chanclas en los pies y me lavé las manos como Doña Luzia mandó y luego que bajé la vi en la puerta despidiendo a los empleados.
Cass: ¿Ya se están yendo?
Luzia: A Theo y Liam no les gusta gente caminando por la casa, entonces a esta hora despido a los empleados y bajo a mi casa también.
- Dejé comida lista para ustedes. Pero antes de bajar vamos a comer los sándwiches que te prometí.
Fuimos a la cocina y me senté en un taburete alto y ella en el otro y mientras ella me servía un zumo natural me puse a comer.
Cass: Vaya, esto está delicioso.
Luzia: ¿Te gustó, querida?, el queso y el pan los hice yo misma.
Cass: Caramba, usted es muy hábil, ¿eh?
Ella soltó una risa genuina.
Luzia: Cuando perdí a mi marido hace años me quedé muy sola y entré en depresión, quienes me sacaron del agujero donde me encontraba fueron los chicos y ellos me ayudaron mucho, y cuando vine a vivir aquí me quedé con mucho tiempo libre, incluso limpiando mi apartamento y cuidando de aquí todavía me sobra mucho tiempo, entonces hago estas cositas.
- Si quieres dulce de leche lo hice ayer, está en la nevera.
Le di una sonrisa genuina a aquella humilde señora maravillosa. Nunca había conocido a alguien tan dulce. ¿Sería posible que Theo hubiera sacado esa dulzura de ella? ¿O será que la madre o el padre de ellos era dulce como él?
Luzia: Cuéntame más sobre ti, Cassandra.
Me atraganté ligeramente con la pregunta, y ella percibió mi incomodidad.
Luzia: No necesitas contarme si no quieres, querida, está todo bien.
Cass: Gracias.
Dije bajito.
Luzia: Bueno, ya terminé aquí. Voy a mi apartamento, si necesitas algo sólo llámame.
Habló entregándome un trozo de papel con su número de teléfono.
Y antes de que yo dijera cualquier cosa ella salió de allí y se fue dejándome sola en aquella casa enorme.
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