Raquel Castellano es una adolescente de 15 años, muy dulce y noble.
Le encanta montar a caballo y practica equitación en su hacienda.
Vive con su papá, su mamá y su hermana Laila que es 3 años mayor que ella.
Tobias Lombardi es un magnate de la industria alimentaria, le gusta tener el control de todo lo que le rodea.
Es amargado, tiene un corazón frío, manipulador y despiadado.
Es caprichoso y tiene el Ego por las nubes.
Tobias conocerá a Raquel y quedará enamorado a primera vista, al ser Raquel tan joven tendrá que esperar 3 años para poder hacerla su esposa.
Su matrimonio no empezará de la mejor manera y eso dejara cicatrices emocionales en Raquel.
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capítulo 12.
...N. Raquel....
Desde hace 2 semanas empecé a salir de mi jaula de oro.
Me hice amiga de un niño muy lindo llamado Vladimir Zaragoza tiene 7 años.
Estaba terminando mi práctica cuando...
— ¿Me dejas invitarte un helado?. — Preguntó Vladimir.
— Claro que no. — Le fruncí el seño.
— ¿Porqué no?.
— Porque yo soy la que debe invitarte. —Le sonreí.
— Está bien tú invitas. — Dijo dando brincos de alegría.
El y yo caminamos hasta la heladería, compramos y nos sentamos en una mesa para comer.
— Papá, que bueno que llegaste. — Corrió a abrazarlo.
(Descripción: hombre de 29 años, cabello negro, ojos cafés, piel bronceada, estatura1.82, guapo, alegre).
(No es más guapo que Tobías).
— Tú debes ser Raquel. Mi hijo me hablá de ti todos los días.
— Si soy yo.
— Mucho gusto, yo soy Hernán Zaragoza.
— Raquel Castellano.
— Hijo es hora de ir a comer.
— ¿Raquel vienes con nosotros?.
-- No quiero incomodar.
— No incómodas, al contrario. Acompañanos.
— Si, por favor, además los caballeros debemos invitar a las damas. — Cerraba las manos en forma de súplica.
— Está bien caballero. — Le apreté la mejilla con suavidad.
Fuimos al restaurante del club, ordenamos y empezamos a comer, Vladimir comía y se ensuciaba la boca. Me dió mucha ternura y lo limpie con mi servilleta.
— Gracias. — Me sonrió y le devolví el gesto.
Después fue al baño a lavarse.
— Vladimir quiere que seas su entrenadora personal de equitación.
La noticia me sorprendió y a la vez me dió mucha felicidad.
— Me encantaría pero. No tengo una licencia para eso. — Dije un poco apenada.
— No la necesitas, te he visto montando y eres muy buena jinete, seguro que serás una buena entrenadora. — Me sonrió.
— Yo ...
Me quedé callada porque una presencia llegó.
— ¿De que están hablando?. — Tobias se sentó a mi lado.
— Le estaba diciendo a su esposa que Vladimir quiere que sea su entrenadora personal.
— ¿Y que le dijo mi esposa?. —Me miró con enojo. Esa mirada me puso la piel chinita.
— No me ha dado una respuesta.
— Ya veo. — Hubo un silencio incómodo.
— Mi amor ya es tarde deberíamos volver a casa.— Tomó mi mano con fuerza y nos levantamos de la mesa.
— Nos vemos señor Zaragoza. — Se despidieron con la mano.
— Hasta luego, y déjeme decirle que es muy afortunado, su esposa es hermosa.
— Lo sé.
— Estaré esperando tu respuesta. — Dijo volteando a verme.
— Claro.
Salimos del club.
Llegamos a la casa.
— Ven a mi despacho.
Caminé detrás de él con un poco de miedo.
El entró, caminó detrás de su escritorio y sacó algo de un cajón.
— Está tarjeta no tiene límite de gasto. — La puso en su escritorio.
— No la necesito, yo tengo dinero. — Tal vez no tenga tanto cómo el pero es suficiente para no pedirle. Trate de salir de ahí pero el se adelantó y cerró la puerta poniendo una mano sobre ella.
— Tomala. Te la doy porque no pienso dejar que trabajes.
— ¿Con que derecho me prohíbes éso?
Sus cejas se fruncieron.
— Soy tu esposo. — Acercó su rostro al mío. Yo me voltee para que no verlo a los ojos. El tomó mi mano y puso la tarjeta sobre ella.
— Quiero que gastes nuestro dinero.
— Es tu dinero. No el mío.
— Desde que nos casamos todo lo mío es tuyo. — Observó mi cuerpo. — Y todo lo tuyo es mío. — Parece que le gusta recordarme de una manera muy sutil qué yo le pertenezco.
— Gracias por tú generosidad. — Traté de sonar tranquila. No quería tener problemas con el así que solo tome la tarjeta y abrí la puerta.
— Otra cosa. — Volvió a cerrar. — No quiero que vuelvas a comer con ningún hombre si no estoy yo a tu lado, ¿entendiste?.