A sus 19 años, arina de lucas parece ser una estudiante común: bonita, callada y aplicada. Trabaja en la cafetería de su abuelo y aparenta ser una joven más de preparatoria. Pero bajo esa máscara se esconde la futura heredera de un poderoso imperio criminal. Entrenada en artes marciales, fría cuando debe serlo y con un corazón marcado por el rechazo de sus propios padres, dirige en secreto a los hombres de su abuelo, el único que la valora.
Del otro lado está ethan moretti, de 21 años. Inteligente, atractivo, respetuoso y aparentemente un estudiante modelo. Sin embargo, también arrastra un legado: pertenece a otra familia mafiosa rival, dirigida por su abuelo, que pretende heredarle el trono del poder. A diferencia de la chica, sus padres sí conocen la verdad, aunque intentan disimularlo bajo la máscara de ejecutivos ejemplares.
Lo que ninguno sospecha es que sus vidas están unidas por un destino retorcido: enemigos en la sombra, pero vecinos en la vida real.
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capitulo 11
La ciudad respiraba distinta de noche. Los ruidos se apagaban en murmullos lejanos, las luces titilaban como estrellas artificiales, y el viento cargaba un frescor que no existía bajo el sol. Ariana había subido hasta el mirador sin planearlo; necesitaba aire, un sitio donde el bullicio de la escuela y los rumores quedaran atrás, aunque fuera por un rato.
El banco de madera estaba frío, pero se sentó igual, abrazándose las rodillas mientras miraba las luces a lo lejos. La mejilla todavía ardía un poco por la cachetada de Isabella, y aunque la humillación pública había sido contrarrestada por Ethan, no dejaba de sentirse expuesta.
“¿Por qué siempre me toca a mí? —pensó—. ¿Por qué debo estar en medio de todo esto cuando solo quiero una vida normal?”
Respiró hondo, intentando despejar la mente. Pero las imágenes regresaban una y otra vez: los ojos de Ethan fríos defendiendo su honor, el silencio de los profesores, la tensión en el pasillo, las palabras que él había dicho sin titubear.
“Si alguien se atreve a lastimarla, me encargaré de que pierda todo…”
Era un eco peligroso, dulce y aterrador a la vez.
Ariana suspiró y se puso de pie. Tal vez era mejor regresar a casa. Justo cuando dio el primer paso para marcharse, una sombra se deslizó a su lado, alta, firme, demasiado reconocible como para confundirla con cualquiera.
—¿Ya te vas? —preguntó Ethan con voz tranquila.
Ella se sobresaltó, girando rápido. Lo encontró recargado en la baranda del mirador, como si hubiera estado ahí desde antes, observando sin interrumpir.
—¿Qué haces aquí? —dijo Ariana, intentando sonar serena aunque el corazón le latía con fuerza.
—Podría preguntarte lo mismo —respondió él, con una media sonrisa que no alcanzaba a suavizar su mirada—. Este es mi sitio cuando necesito pensar.
—Pues parece que ahora también es mío —replicó ella, bajando la vista.
Hubo un silencio que el viento se encargó de llenar. Ariana apretó los puños, incómoda por la cercanía. Quería irse; no sabía cómo enfrentarlo después de todo lo que había ocurrido en la escuela.
—Mejor me voy —dijo al fin, girando el cuerpo.
Ethan estiró una mano y la sujetó con suavidad del brazo, lo justo para detenerla sin forzarla.
—Espera.
Ariana lo miró, sorprendida por el contacto. Sus ojos verdes se encontraron con los de él, oscuros y profundos, y por un instante se sintió atrapada, como si no pudiera escapar aunque quisiera.
—¿Por qué siempre huyes cuando más deberías quedarte? —preguntó Ethan, su voz grave pero sin dureza.
—Siempre que intento acercarme… huyes. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?.
Ariana se detuvo, respiró profundo y giró apenas el rostro para mirarlo. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de enojo y dolor.
Ariana, —contestó con un tono firme y seguro.
—No es que estés haciendo algo mal, Ethan… simplemente no puedo quedarme. Cada vez que estoy cerca de ti, todo se complica. Las personas hablan, inventan cosas, me señalan como si yo no tuviera derecho a decidir con quién estar. Y yo… yo ya estoy cansada de eso.
Ethan la miró fijo, serio, pero no con rabia sino con una calma peligrosa, como si buscara leer entre líneas lo que ella no quería confesar.
—Ethan acercá un poco más, con la voz más suave.
—¿Y si lo que te cansa… no es lo que dicen, sino lo que sientes?.
Ariana parpadeó, sin saber cómo responder. El silencio entre ellos se volvió espeso, sus miradas se encontraron y por unos segundos el mundo pareció detenerse. Ella tragó saliva, él la sostuvo con la intensidad de sus ojos oscuros, como si quisiera arrancarle una verdad que ella no estaba lista para dar.
En ese instante, una voz interrumpió de golpe la tensión.
—Jhonar hablo desde unos metros, con tono de reclamo.
—¿Así que aquí estabas, Ariana? —sus pasos firmes lo llevaron hasta ellos, acompañado de un amigo que lo miraba en silencio—. ¿De verdad? ¿Otra vez con él?.
Ariana dio un pequeño respingo, se giró hacia Jhonar y abrió los labios para hablar, pero ninguna palabra salió.
—Jhonar mirando directamente a Ethan, con desdén
—¿No tienes suficiente con la fama que cargas, Moretti? ¿Ahora quieres arrastrarla también a ella? No sé a qué juegas, pero no lo voy a permitir.
Ethan sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era esa media sonrisa sarcástica, casi burlona, que lograba encender aún más la rabia en cualquiera.
—Ethan con voz tranquila, pero con ironía
—Relájate, muchacho. Nadie te pidió permiso, me interesa ella no tu.
Jhonar dio un paso al frente, apretando los puños, y su amigo intentó detenerlo poniéndole una mano en el hombro.
—Jhonar alzando un poco la voz, furioso):
—No te burles de mí, Ethan. Te advierto que conmigo no vas a jugar.
Ethan soltó una pequeña risa, grave y corta, sin apartar la mirada de él.
Ethan:
—Jugar… no tengo tiempo para juegos. Pero si quieres armar un espectáculo delante de ella, adelante.
Ariana sintió el pecho apretado, su respiración se aceleró. No sabía qué hacer, las miradas de ambos chocaban con tanta fuerza que parecía que en cualquier momento se iban a ir a los golpes.
—Ariana murmurando, con nervios
—Yo… yo me voy.
Jhonar intentó detenerla con un gesto, pero ella no le dio tiempo. Tomó aire y comenzó a caminar rápido aún con su tobillo algo lastimado, sus pasos resonando contra el suelo, cada vez más apresurados. No volteó, no quería ver las caras tensas de los dos, ni el orgullo en Ethan, ni el enojo en Jhonar.
Solo necesitaba escapar antes de que todo explotara.
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Jhonar dio un paso más hacia Ethan, pero este, con su típica calma orgullosa, solo lo miró con esa sonrisa ladeada. Sin decir nada más, giró sobre sus talones y comenzó a alejarse, manos en los bolsillos, como si la discusión ni siquiera hubiera valido la pena.
Ethan ya había dado dos pasos cuando, con la espalda aún hacia Jhonar, se detuvo. Respiró hondo, giró despacio y volvió la mirada hacia el muchacho con una calma que dolía. No tenía prisa; sabía que cada palabra suya pesaría más que cualquier empujón.
—Ethan con voz fría, clara, sin levantar la voz.
—Escucha bien, Jhonar. No juegues con fuego si no quieres quemarte.
Jhonar frunció el ceño, sorprendido por la serenidad del otro. No era un reto —era una advertencia.
—Ethan acercándose apenas, manteniendo la distancia justa.
—Tú nunca vas a ser mi rival. No por maldad, sino por realidad: no llegas al tablero en el que yo juego. Y te lo digo de una vez porque no me gusta perder el tiempo con quien no lo merece.
El silencio se hizo pesado; el amigo de Jhonar tragó saliva y bajó la mirada. Jhonar apretó los puños, la rabia queriendo salir por su voz.
—Ethan con media sonrisa, segura y tranquila.
—Además, piensa bien esto: lo que me propongo, lo consigo. Y si te metes en mi camino, acabarás siendo apenas una anécdota que yo ni recuerdo.
Jhonar respiró con fuerza, con la mezcla de orgullo herido y humillación en la cara. Tenía la sensación de que lo habían subestimado frente a todos.
—Ethan finalizando, con la misma calma cortante.
—Así que aléjate de ella. Te quiero lejos de ella y hazlo antes de que te arrepientas de haberte puesto enfrente.
Y entonces Ethan se dio la vuelta como si cerrara un caso; sus pasos retomaron el ritmo confiado con el que se había ido al principio. No miró atrás. Jhonar se quedó inmóvil un segundo más, viendo cómo se perdía la figura de Ethan en la penumbra de la calle, con la media sonrisa aún dibujada en el rostro del hombre que acababa de zafarse sin esfuerzo de su reproche.
El amigo de Jhonar le dio un codazo y, con voz baja y apremiante, lo obligó a moverse. Jhonar se llevó la mano al pecho como si quisiera arrancarse de allí mismo, los planes formándose en su cabeza, la humillación volviéndose estrategia.
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—Jhonar molesto, gritándole de espaldas.
—¡Cobarde! ¡Claro, así es más fácil!.
Ethan no respondió. Solo alzó ligeramente una mano en gesto de desprecio y siguió su camino, dejándolo hablando solo.
Mientras tanto, Ethan se alejó sin prisa, sus pensamientos ya ocupados en otras cosas —en ella, en la noche, en cómo no dejar que nadie jugara con lo que para él tenía valor—. La ciudad tragó su figura y la tensión quedó flotando en el aire, densa e impaciente.
El amigo de Jhonar lo miró de reojo, intentando medir la situación.
—Amigo, dijo con cautela.
—Oye… ¿y ahora qué vas a hacer? Ariana no parece tan fácil de convencer, y con Ethan cerca… las cosas se complican.
Jhonar apretó la mandíbula, la frustración marcada en sus ojos.
—Jhonar confesando en voz baja, con un suspiro
—Ese es el problema. Ariana es… distinta. Tan fría, tan distante, como si hubiera levantado un muro imposible de atravesar. Y ahora, con Moretti rondando cerca, la cosa se vuelve un reto aún más difícil.
Se pasó la mano por el cabello, inquieto, como si ya estuviera planeando su siguiente movimiento.
—Jhonar con una sonrisa torcida, casi como un ajedrecista.
—Tengo que pensar bien cómo jugar mis fichas. Si me precipito, la pierdo. Pero si sé moverme… la haré mía, cueste lo que cueste.
Su amigo asintió en silencio, notando la obsesión en sus palabras.
Mientras tanto, Ethan seguía caminando por las calles iluminadas tenuemente, sus pasos resonando con calma. Su rostro no mostraba nada, pero por dentro, el pensamiento ardía.
—Ethan en su mente, con un tono cargado de ironía.
—Idiota. No entiendo qué le ve ella a ese crío. Jhonar no es rival para mí, pero… Ariana, espero que no te equivoques. Espero que no te arrepientas.
Su mirada se endureció al alzar la vista, como si estuviera prometiéndose a sí mismo que no iba a perder.
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Una hora más tarde, Ariana llegó a su apartamento. Subió las escaleras con prisa, aún con el corazón latiendo fuerte por la escena de antes. Buscó las llaves en su bolso, y tras unos segundos de torpeza nerviosa, logró abrir la puerta. Entró y la cerró con fuerza, apoyando la espalda contra ella.
—Ariana susurrando, agotada.
—¿Por qué siempre tiene que ser así? ¿Por qué ellos… por qué justo ellos?.
Cerró los ojos un instante, respirando hondo para calmarse. Soltó el bolso sobre el sofá y caminó hacia la ventana, tratando de apartar la maraña de emociones que le revolvían el pecho.
De pronto, escuchó un sonido metálico. El giro de una cerradura.
Pero no le presto atención, se dirigió a su baño, se dio un baño y se vistió con ropa cómoda.
Esa misma noche, mientras Ariana intentaba distraerse en su habitación, el sonido de su celular vibrando rompió la calma. Tomó el dispositivo y vio el nombre en la pantalla: Jhonar. Dudó unos segundos antes de abrir el mensaje.
Mensaje de Jhonar:
“Ariana, ¿qué pasa entre tú y Ethan Moretti? No quiero que te lastime. Aléjate de él, por favor. Confía en mí, no es alguien que valga la pena.”
Ariana suspiró, dejando el celular sobre la mesa. Sentía que estaba atrapada entre dos fuegos que no había buscado.
Ariana (murmurando para sí):
—No entienden… no es tan simple.
Se acomodó bien en su cama y cerró sus ojos, intentando dejar la mente en blanco. Pero mientras tenía los ojos cerrados, fue como si el subconsciente le jugara una mala pasada.
Se quedó dormida, en el sueño, estaba en un lugar cálido, envuelto en penumbra, como una cabaña iluminada por velas. Ethan estaba frente a ella, más cerca de lo que jamás se había permitido. Sus ojos oscuros se clavaban en los suyos con una intensidad que le erizaba la piel.
—Ethan en el sueño, con voz profunda.
—Siempre huyes de mí, Ariana… pero aquí estás.
Ella sintió cómo él tomaba su mano y la acercaba a su pecho, donde su corazón latía con fuerza. La tensión era insoportable; un roce de labios estuvo a punto de convertirse en un beso, hasta que Ariana despertó de golpe, jadeando.
—Ariana con el rostro encendido.
—¡¿Qué demonios fue eso?!
Tapó su cara con las manos, sintiéndose culpable por soñar con él de esa manera.
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Al día siguiente en la escuela, lo primero que hizo al ver a Ethan en el pasillo fue bajar la mirada y apartarse. El recuerdo del sueño la tenía demasiado nerviosa; no podía enfrentarlo sin sentir que él lo adivinaría en sus ojos. Ethan arqueó una ceja al notar su frialdad repentina, pero no dijo nada.
Jhonar, en cambio, creyó entenderlo todo.
—Jhonar pensando mientras la miraba.
—Así que sí me obedeció… sabía que yo soy mucho mejor que ese tipo.
Con una sonrisa confiada, apareció frente a ella sosteniendo un ramo de flores y una caja de chocolates.
—Jhonar entregándoselos, con voz suave.
—Esto es para ti, Ariana. Solo quiero que sonrías.
Ariana lo miró, sorprendida y sin saber cómo reaccionar. Agradeció en voz baja, aunque por dentro no sentía lo que Jhonar esperaba.
A unos metros, Ethan observaba la escena con gesto serio. No dijo nada, pero su mandíbula se tensó ligeramente. Por dentro, un calor molesto le recorría el pecho.
—Ethan pensando.
—¿Flores y chocolates? Qué ridículo… ¿Eso cree que bastará?.
Los días pasaron, y de pronto, Ethan dejó de asistir a clases. Ariana comenzó a notarlo; lo buscaba con la mirada en el aula, en los pasillos, pero su asiento estaba vacío.
Continuará...