La esposa humana del vampiro
¿Qué harías si, después de una vida plena, reencarnas como la esposa de un vampiro? Y no cualquier vampiro, sino uno poderoso, con dos hijos y una mansión que mantener, ¡justo como en la última novela que leíste! Nuestra protagonista, una anciana del mundo moderno, se encuentra en este hilarante y peculiar aprieto.
Ahora, con su espíritu vivaz de octogenaria atrapado en el cuerpo de una joven esposa, deberá navegar las excentricidades de su nuevo hogar inmortal. Entre hijos colmilludos, sirvientes peculiares y un esposo misterioso, descubrirá que la vida eterna puede ser sorprendentemente divertida y, quizás, incluso le ofrezca una segunda oportunidad para el amor y la aventura. Prepárate para un romance fresco, lleno de risas y con la dosis justa de acción en un mundo donde lo sobrenatural se encuentra con lo inesperado.
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Capitulo:24
VICTOR:
—Toma asiento Víctor, tenemos mucho trabajo que hacer.
Dice el emperador y yo permanezco de pies mirando hacía la lejanía desde la ventana.
—¿Qué hace tu hermano aquí? No recibí informe de que vendría.
Le pregunto sin dejar de mirar hacia las grandes montañas.
—Tampoco sabía que vendría, pero es mi hermano, él es así.
Miro al emperador por algunos segundos.
—Tu hermano nunca me ha agradado, lo mantendré vigilado.
—¿Sospechas de él?
—Sospecho de todos.
Murmuro fijando mi vista en mi esposa que camina en el jardín junto a los niños.
Mis ojos se clavan en ella y una sonrisa automática se forma en mis labios al recordar todo lo que hicimos anoche.
—Me sorprendió verte sonreír, pero ya veo que es por tu esposa.
Escucho la voz del emperador muy cerca y me sobresalto frunciendo el ceño.
—Es hora de comenzar a trabajar majestad.
Le digo caminando hacia una silla y un escritorio que fue preparado previamente para mí.
—Tu esposa ha cambiado mucho, ya no es una chiquilla miedosa y tímida... Su altivez la hace ver más hermosa y radiante.
Lo escucho hablar y mi ceño se arruga mirándolo mal.
—Cuidado en como te diriges a mi mujer.
—Jajaja, nunca pensé verte celoso, pero es aceptable, al parecer la bella dama te tiene en sus manos.
El emperador toma asiento y yo solo tomo un poco de aire para no decir nada fuera de lugar.
—Ah, y otra cosa, no tienes por qué sentir celos de mí, mi emperatriz lo es todo para mí.
LAURA:
La brisa fresca y el dulce aroma a rosas hacen de este paseo maravilloso.
—Esto es hermoso.
Murmuro tomando una bocanada de aire y miro a los niños.
—¿Esto no les parece lindo?
Les pregunto.
—El ambiente es agradable, la brisa está fresca y el aroma de las rosas no es tan empalagante... Así que podemos decir que sí, no está nada mal.
Dice Albert mirando a su alrededor con satisfacción.
—Hay, tu sí eres tan recto, te pondrás viejo pronto... ¿Qué tan difícil es decir? Sí, todo está lindo y perfecto.
Le recrimina Mía con mala cara y Albert alza las cejas sin inmutarse.
—Eso fue lo que dije, lo que pasa es que tu cerebro es muy corto y pequeño para entender el sentido de mis palabras.
Mía se lanza a su hermano enfurecida, pero la detengo a tiempo.
—Esto no es correcto niños, recuerden que tenemos una imagen que mantener en esta sociedad tan difícil, Albert, no está bien hablarle así a tu hermana, eso es incorrecto y Mía, debes de controlar tu temperamento, eso te traerá problemas en el futuro.
Ambos niños se cruzan de brazos y se miran enojados, así que miro al cielo con un suspiro.
—Discúlpense ambos.
Les exijo y los dos me miran como si les pidiera que asesinara a alguien.
—Eso nunca.
Dicen los dos a coro y sonrío mirándolos fijamente.
—Dije que se disculpen y luego se dan un abrazo como los buenos hermanos que son, o de lo contrario comerán vegetales y verduras tres veces al día.
Los dos se miran con los ojos bien abiertos y Mía da el primer paso.
—Perdón por hablarte de esa manera Albert.
—Perdóname tu a mí por decirte esas cosas, la verdad no estuvo bien, somos hermanos.
Dice el niño con sinceridad y después ambos me miran y les hago señas para que se abracen.
No muy felices lo hacen y sonrío.
—Así estuvo bien, sé que es normal pelearse entre hermanos, pero eviten hacerlo y vivan más en armonía ¿De acuerdo?
—Sí.
Dicen los dos al mismo tiempo y continuamos con nuestro recorrido con charlas y preguntas curiosas de ambos niños.
—Qué alegría verlos por aquí ¿Puedo acompañarlos?
Mis ojos se dirigen a dicha voz y arrugo el ceño al ver la madre de los gemelos.
Miro a ambos niños y observo como sus pequeños cuerpos se tensan.
—Me encantaría decir que sí, pero no me gusta mentir... Así que lo siento, pero no.
Hablo con una sonrisa en el rostro y ella arruga el ceño con evidente enojo, pero lo cambia en fracciones de segundo.
—Oh, por favor, la verdad es que me encantaría pasar tiempo con los niños y hablar un poco con ellos.
Los pequeños toman mi mano a cada lado y a simple vista se puede notar que no están muy felices al ver a su madre.
—Entonces eso será en otra ocasión cuándo obtengas el permiso de su padre, mientras tanto, ellos están bajo mi cuidado.
Hablo con rostro serio y la mujer se ríe.
—Jajaja ¿Acaso estás celosa?
—¿Yo celosa? No cariño, yo no me rebajo a tu nivel.
Miro con satisfacción como su rostro se deforma y pierde toda la amabilidad que fingía tener.
—La primera vez que estuve con Víctor me embaracé y de dos y tú ¿Cuánto tiempo llevas con él? ¿Acaso tu vientre está seco o él no te toca?
Dice con maldad y burla a la misma vez a lo que yo solo sonrío y la miro con altivez.
—Nuestras intimidades no te importan y por favor, ten un poco más de respeto al hablar que estás delante de dos niños.
Ella mira a los pequeños con molestia y camina hacia mí hasta estar lo suficiente cerca.
Por precaución coloco los niños detrás de mí sin soltar sus pequeñas manos.
—Solo eres una débil humana el cual Víctor se tuvo que casar por obligación del emperador, no te creas tan importante Laura Cortés, todos sabemos que te mueres por ese inútil barón.
—Vaya sí que estás bien informada... Pero al menos no tuve que dragarlo para acostarme con él... Yo, soy su droga.
Una sonrisa maliciosa se forma en mis labios y ella frunce el ceño más que molesta.
—Volveré con Víctor, así que será mejor que te apartes.
—Claro, me sentaré en una silla a esperar... Buena suerte.
Es lo último que digo para luego pasar por su lado junto a los niños.
Las criadas que andan junto a ella me miran fijamente y yo finjo no verlas y por igual paso por su lado como si no existieran.
Autora sólo recuerda que la culpa y el arrepentimiento nos van a acompañar siempre pero has seguido tú camino y continuas de pie. Eres una sobreviviente enorgullecete de ti.
Un abrazo y bendiciones!