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Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Status: En proceso
Genre:CEO / Aventura de una noche / Posesivo / Mafia / Maltrato Emocional / La mimada del jefe
Popularitas:512
Nilai: 5
nombre de autor: Damadeamores

Viajes, estafas, strippers. Carl Johnson solo conoce ese estilo de vida. Una ambición sin medida entre el brillo de los casinos y la adrenalina de golpes magistrales, desde el robo de diamantes hasta la infiltración en bóvedas de alta seguridad.

Eso es hasta que aparece una mujer de curvas tentadoras; pero de ojos que creen ciegamente en el amor. Una creencia tan pura que puede resultar peligrosa.

¿Cuánto tienes que matar y conocer para saber que el atraco más arriesgado y traicionero podría ser el de tu propio corazón?

OBRA ORIGINAL © Damadeamores
No es anime.

NovelToon tiene autorización de Damadeamores para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10

En un vuelo de primera clase, Abby iba sumida en sus pensamientos. En tanto, sus ojos se perdieron en las nubes y el cielo celeste.

...FlashBack....

— Pero yo creí que no querían nada serio. —dijo la amiga antes de colocar varias prendas de colores claros en la maleta.

— Y no es serio, Elisa.

Abby miró a la de cabellos cortos y piercing en la ceja. Tenía rasgos coreanos, pero sin duda la chispa era latina. El movimiento de sus cejas, el brillo divertido en sus pupilas y labios en morritos de doble intensión.

— De verdad. —reiteró la castaña.

— Te vas de viaje con él.

Abby se encogió de hombros, terminando de coger ropa interior extra. Faltaban unas horas para su viaje.

— Es algo loco, pero quiero hacerlo. —colocó la ropa en la parte baja de la maleta— Y no sé si me sentiré mal por rechazarlo. O sea, arrepentirme.

Elisa la miró y la castaña sonrió, mordiendo su labio inferior. No podía ocultar sus emociones a la su mejor amiga. Se sentó a su lado con una mirada traviesa y susurró:

— Es que... lo hace tan bien.

Su confesión las llevó a ambas a gritar por lo bajito. Grititos de emoción que llenaron sus cuerpos casi para hacerlas saltar.

— Nooo. —la fascinación de Elisa provocó otra ola de risitas juguetonas—. ¿En serio?

Abby se controló la emoción en las manos.

— A ver, no he estado con tantos hombres en mi vida, pero te puedo confirmar que este es el mejor de todos.

— Corrección, no habías estado con un negro en tu vida.

— Moreno.

— ¡Ayyy! —chilló en una sonrisa amplia, arrugando su nariz— ¡Si lo tiene clasificado por paleta de color!

— ¡Oye! —le pegó levemente en el muslo— Es muy guapo, ¿cierto?

— Sí. Eso sí. —se apoyó en su brazo izquierdo, jugando con los hilos sueltos de la funda del cojín— Y bueno, con su experiencia de treinta y pico de años es lo que se espera.

Abby abrió los ojos en asombro.

— Decirlo así me hace sentir mala...

— Ay, no seas tonta. —se paró, ayudándola a cerrar la maleta— Si te da gusto tan bien como dices, yo te apoyo en todo y no hay maldad en nada de eso.

Ambas rieron.

— Pero ten cuidado. ¿Segura que puedes separar las cosas? Él ya te dijo que no quiere amor.

— Puedo manejarlo, tranquila.

Elisa hizo un gesto de afirmación con los labios, casi dudando de la capacidad de su amiga. Sabía a la perfección que no podría manejarlo si seguían teninedo esa cercanía e involucrando al otro en su vida.

— Y si te hace algo, me llamas que te busco yo misma a San Fierro.

La castaña tomó sus manos y se abrazaron, balanceándose de un lado a otro.

— Tengo tanto que agradecer por tenerte en mi vida.

— Mejores amigas por siempre, ya sabes.

Abby rió.

— Nunca cambies, Abby. Sigue haciendo locuras como estas, eres mi ídola.

...Fin del flashback....

Carl se inclinó sobre ella y la sacó de sus pensamientos.

— ¿Cuánto dura el vuelo? —le preguntó a él, distraída al ver sus labios cubiertos del bálsamo de ella— ¿De dónde lo cogiste?

— Se te cayó en el coche. —se lo entregó, divertido al ver la cara de sorpresa de su acompañante— Es muy bueno.

— Tú eres muy atrevido.

Solo le rió el comentario, viendo por la ventana. Más bien, enfocado en su reflejo.

— Son casi dos horas, creo. Nunca las he contado.

— Por Dios... —le rodó ojos, dándolo por perdido.

...***...

Al llegar a San Fierro, cogió su coche asegurado en el garage principal del aeropuerto. En cambio, le dijo a Abby que un amigo se lo llevó y luego se fue. Ella pareció decepcionada al no verlo ni conocerlo, pero se le pasó rápido cuándo su paseo por la ciudad tomó los mejores caminos. Las mejores vistas.

El celular de Carl sonó y lo desconectó del radio del coche al instante de ver que lo llamaba Michelle. Abby no se dio cuenta de sus nervios, ni de que casi se le cae el celular. Iba maravillada con la ciudad.

Él contestó, hablando por lo bajito y bajando el volumen de la llamada.

— CJ, me dijeron que estás de vuelta en la ciudad, ¿vienes a verme?

Carl frunció el ceño, jamás entendió como ella lograba enterarse siempre de cuándo salía y regresaba a San Fierro.

— No puedo. Estoy de viaje de trabajo.

Y colgó. Abby lo miró, él sonrió y tomó el control del volante. Ella volvió a ver el paisaje a sus lados.

— ¿Te parece si almorzamos y luego vamos a la casa? No debe haber mucha comida en el refrigerador.

— Sí, claro. —le vio, recogiendo sus cabellos con un pellizco— Si quieres, podemos hacer compras después.

Él hizo una mueca, dudoso.

— Te advierto que no soy muy bueno en ello.

— Si es así, ¿cómo comías cuando vivías aquí? —bajó el aire frío que golpeaba justo su cara.

— Salía a un restaurante o comía en la casa de Kindl. —manejaba con una sola mano y la otra apoyada en el marco de la ventanilla, por dentro, rascando su barbilla.

— ¿Kindl?

— Mi hermana. Iremos ahí después de almorzar.

Ella se le quedó viendo, jugando con sus dedos.

— ¿Qué?

— ¿No crees que sería inadecuado?

— Kindl y Sweet, mis hermanos, son mi única familia y se enojarían si vengo a San Fierro y no los veo.

— Sí, entiendo. Hablo por mí. No quiero ser inoportuna.

Carl sonrió y frenó en un semáforo en rojo. Sabía que buscaba el tema, que pronto pasaría que ella exigiera una relación seria. Mas lo esquivó.

— Tranquila. No simboliza nada serio.

Ella no dijo más palabra. Que la llevara a conocer a sus hermanos no quería decir nada. Estaba claro y mientras más rápido se acostumbrara a la idea, mejor.

Al llegar a su restaurante preferido, antes de pedir el plato principal, él tuvo la necesidad de ir al baño.

Saliendo del mismo, una chica de blusa rosa tipo top, jeans sueltos y coletas pequeñas de poco cabello; se le atravesó en el camino. Carl se aseguró de que Abby, a unos metros de él, no los viera cuando se ocultaron en el pasillo.

— Te fuiste sin decirme nada, CJ. —agarró el cuello de su jersey negro, jugando con su cadena— No tuvimos tiempo de despedirnos.

— Fue algo de imprevisto.

— ¿Por dos semanas?

— Quedamos en que no había compromiso, Kate. —le aclaró y agarró sus manos, alejándola con gentileza.

— No he encontrado a nadie como tú, ¿sabes?

Él se quedó en silencio, viendo su reloj. A lo lejos, Abby bebía del champagne que pidieron. De piernas cruzadas, dejando el filo de su vestido en el muslo dar una imagen atractiva a su postura; acodada en la mesa. Los ojos de Carl se perdieron en ella y Kate se dio cuenta.

Se posicionó a su lado y él la apartó, saliendo de la vista de todos.

— Es una chica guapa.—lo miró— Sabes que no tengo problemas en hacer tríos. No sería nuestra primera vez...

Sus risitas se desvanecieron cuando él se quedó en silencio y una mirada frívola la acorraló contra la pared.

— Ella no es esa clase de persona. No te le acerques.

— ¿Yo? ¿Acercarme? —se hizo la confundida.

— Te conozco y ya te advertí.

— La dejo tranquila si nos vemos esta noche.

Él se alejó, acomodando sus mangas cuando un camarero pasó por detrás de ellos y lo reconoció.

— Te espero, CJ. —hizo un ademán de irse, pero él la detuvo.

— ¿Afectará nuestro trato si no voy?

— ¿Ella estará de acuerdo en saber que tienes más novias aquí?

Se fue pavoneando sus caderas. Él se llevó una mano al bolsillo. Tenía que idearselas para no estar con ella. Esa noche quería repetir con Abby. Todas las noches de ser posible. La vainilla de pieles rosaditas le encantaba.

— Qué suerte tienes, Carl.

Se dijo a sí mismo, estaba convencido de haber nacido un miércoles. Siempre se le aparecía algo atravesado en el camino.

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