Un giro inesperado en el destino de Elean, creía tener su vida resuelta, con amistades sólidas y un camino claro.
Sin embargo, el destino, caprichoso y enigmático estaba a punto de desvelar que redefiniria su existencia. Lo que parecían lazos inquebrantables de amistad pronto revelarian una fina línea difuminada con el amor, un cruce que Elean nunca anticipo.
La decisión de Elean de emprender un nuevo rumbo y transformar su vida desencadenó una serie de eventos que desenmascararon la fachada de su realidad.
Los celos, los engaños, las mentiras cuidadosamente guardadas y los secretos más profundos comenzaron a emerger de las sombras.
Cada paso hacia su nueva vida lo alejaba del espejismo en el que había vivido, acercándolo a una verdad demoledora que amenazaba con desmoronar todo lo que consideraba real.
El amor y la amistad, conceptos que una vez le parecieron tan claros, se entrelazan en una completa red de emociones y revelaciones.
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Un deseo en la oscuridad.
Al dormir, ese sueño vuelve a asaltarme, la mujer sin rostro que se acerca, su mano acariciando mi brazo antes de que nos fundamos en un beso exquisito. Juguetea con mi lengua, el sabor del brandy en su saliva, el olor a cigarrillo... todo me arrastra de vuelta a ese día.
Pero, ¿qué día en realidad? Es una niebla confusa, apenas unas imágenes fragmentadas, y no logro discernir qué es real y qué es una fantasía.
He soñado tanto con ella que mi mente, desesperada por llenar los vacíos, parece inventar más y más detalles.
No, no puede ser solo un sueño. El sabor vívido del brandy, la sensación tan real... no pueden ser meras invenciones mías. Me niego a creer que mi mente es capaz de fabricar algo con tanta intensidad.
Debo olvidarla, no hay prueba alguna de que sea real, estoy fantaseando, inventando cosas para ahogar esta soledad que me carcome, viviendo entre dos fantasías que no hacen una.
Esa es la única explicación sensata, eso tiene que ser..
Después de todo es una estupidez, sí, una estupidez monumental, aferrarme a un fantasma, al igual que creer que puedo enamorarme.
Agarro mi celular y marco el número de la última chica con la que intercambié mensajes, para mi desgracia es nada más y nada menos que Carter, no puedo creer que ella sea la última chica a la que llame.
Su compañía siempre es agradable. Invitarla a cenar es lo mínimo que puedo hacer después de haber chocado nuestras cabezas la otra noche.
En la llamada, su voz suena seria, quizás sea la hora debí haber pensado que no era el momento adecuado.
Qué más da. Escucharla me agrada, pero su silencio, esas pausas... me alteran.
"Tranquilo", me digo a mí mismo.
Ella me hace esperar unos minutos. Pego mi oído al teléfono, esperando escuchar algo, pero solo hay ruidos sin sentido. No escucho nada, así que me pongo los audífonos para ver si tengo mejor suerte. Cierro los ojos, concentrándome, aunque no entiendo nada de lo que dicen. Estoy seguro de que me dará un infarto, mi corazón se acelera sin razón aparente. Carter duerme sola, ¿o acaso no está en casa?
Los minutos se hacen eternos. Cuando por fin responde, únicamente acepta mi invitación sin decir el motivo de la espera. Eso me decepciona porque no me gusta quedarme con dudas.
No quiero más incertidumbres en mi vida, ya tengo demasiadas con esa mujer sin rostro y está horda de emociones.
Me recuesto y vuelvo a dormir, tengo algunas horas para descansar antes del trabajo.
Por la mañana, despierto molesto, mi día comienza aburrido, no hay mucho que hacer, y la ansiedad por salir me hace mirar el reloj a cada momento.
Pongo una alarma en el celular para evitar seguir mirándolo, veo las cosas pasar en cámara lenta.
Estoy a punto de mandar todo al demonio y retirarme sin más cuando el ruido de la alarma me hace pegar un brinco.
¡Es hora de irme!
Ni el susto que acabo de llevarme logra relajarme. Me dirijo rápidamente a mi auto. Doy un último vistazo a mi apariencia antes de salir. ¡Luzco genial!
Llego por Carter, quien apenas está saliendo.
"Justo a tiempo", le digo.
Carter sube al auto y me saluda como de costumbre. Lleva puestos unos jeans ajustados, una blusa color durazno y una chaqueta. Durante la cena, la siento un poco diferente. He notado que evade mirarme a los ojos.
"¿Estás bien?", pregunto, fijando mi mirada en ella.
"Sí, estoy un poco cansada, hoy fue un día agotador".
"¿Cómo sigue tu tobillo?"
"Bien, ha mejorado mucho".
"Ya veo... ¿Te gusta el lugar?", le digo, tomando una de sus manos.
"Es lindo...", responde, retirando su mano de la mía.
Ambos nos quedamos en silencio. Suspiro hondo. En este momento, no se me ocurre nada para romper el hielo, comemos en silencio, hasta que decido hablar nuevamente.
"Te ves bien".
Ella sonríe, agradeciendo. Trato de pensar en algo que pueda romper esta tensión entre nosotros. La última vez que salimos, todo marchaba bien. ¿Qué ocurrió? ¿Hice algo mal?
Mi mente divagaba, el cuchillo, ajeno a mi distracción, encontró un objetivo inesperado. Sentí un tirón, un ardor repentino. "¡Maldición!", escapó de mis labios, sobresaltado al comprender que no había sido el filete lo que había cortado, sino mi propia carne.
Carter mira mi mano. Unas cuantas gotas de sangre han caído sobre la mesa.
"¿Qué pasó? ¿Cómo te hiciste esa herida?", pregunta asustada.
Toma unas cuantas servilletas y las coloca sobre la herida, presionando un poco. Me mira nuevamente.
"¿Qué hiciste?"
"Ahh, no lo sé, creo que no me fijé mientras cortaba la carne, el cuchillo está realmente afilado. Debo conseguir uno de estos." La negación se manifiesta hasta en lo más trivial, evadiendo la realidad de mi distracción.
"No es momento de bromear, necesitamos un botiquín de primeros auxilios para desinfectarte."
"No creo que sea necesario, es una herida superficial." Respondo minimizando el problema, como si no quisiera enfrentar nada que me sacuda.
Después de unos minutos de estar presionando, la herida deja de sangrar.
"Muy bien, ha dejado de sangrar." Dice Carter con una sonrisa tímida.
En un fugaz movimiento acerca mi mano a sus labios y depósita un beso en el dorso.
¿Qué? ¿Por qué me ha besado la mano?
Mi piel, súbitamente hostil, se eriza de pies a cabeza, como si una corriente gélida recorriera cada fibra de mi ser.
La imagen de sus labios, acercándose con una lentitud casi ensayada a besar mi mano, se queda grabada a fuego en mi mente.
Una prisión de segundos, donde el tiempo se distorsionó.
Y entonces, sumergido en la escena, mis ojos no pueden dejar de mirar sus labios, esa extraña sensación, un picor eléctrico y perturbador, se apodera de mi piel una vez más, como un despertar incómodo.
¿Qué es esto? Mis manos, de un instante a otro, dejan de ser mías, y un temblor incontrolable las azota, mientras una oleada de calor, brutal y sofocante, me golpea con la fuerza de un puñetazo.
No, no puede ser... ¡Esto no puede estar pasando, ahora!
Mi razón grita que es una reacción absurda, desproporcionada, una farsa que mi mente se niega a aceptar. Pero es inútil, mi propio cuerpo, ajeno a mi voluntad, a mi lógica, me está traicionando. Se rebela, expone algo que no quiero ver, que no puedo nombrar. Y la confusión me ahoga. ¿Qué es lo que realmente estoy sintiendo? ¿Y por qué mi cuerpo insiste en sentirlo así?
Carter nota mi silencio, sostiene mis manos con firmeza para después frotarlas.
"¿Necesitas que busque ayuda?" Dice temerosa.
La forma en como mueve sus labios al hablar me mantiene atento, inmerso en una nube.
Tras unos segundos, recupero la cordura y sonrío, quitando mis manos de las suyas.
"Estoy bien, gracias." Lo estoy. Tengo que estarlo. No puedo dejar que esto me afecte.
El mesero se acerca después de percatarse de las gotas de sangre, de inmediato nos ofrece un pequeño botiquín de primeros auxilios. Carter limpia y desinfecta con cuidado la herida, colocando una gasa para después cubrirla con una bandita.
"¡Ahora sí, ya quedaste listo!", me dice con una enorme sonrisa en su cara.
Después de ese pequeño incidente, continuamos hablando como de costumbre. No estaba en mis planes lastimarme, pero vaya que el accidente rompió la barrera entre nosotros.
La cena ha sido exquisita, "mi estimado Elean," dijo Carter, forzando una sonrisa.
Hice una pausa antes de hablar.
"Recuerdo que no hace mucho me decías 'León' porque 'Elean' te parecía muy serio y 'Lean' simplemente no te convencía. Así que te hiciste la costumbre de llamarme 'León',"
"Sí, lo recuerdo muy bien," respondió Carter, "creí que ahora que somos mayores te incomodaría si te llamaba así. Jajaja."
"¡Claro que no me incomoda! Es raro escucharte decirme 'Elean' a secas," repliqué con el ceño fruncido.
"Llamarte 'León' era importante," explicó Carter "te veía como una figura de autoridad."
"¿Y? ¿Ya no lo haces?" Pregunté, con impaciencia.
"Era una niña," dijo Carter con una sonrisa condescendiente.
"Y sigues siendo una niña." Respondí de forma grosera sin darme cuenta.
El aire se cortó. Carter apretó los labios, sus ojos fijos en mí perdieron su brillo por un instante antes de desviar la mirada.
"Eso parece. Gracias por la cena." Dijo con un aire de decepción.
Nuevamente hablé sin pensarlo, Carter se mantuvo en silencio, sus ojos perforándome como si quisiera decir algo, algo que no se atrevía a confesar.
Hacerla hablar no sería fácil después de mi comentario; el tiempo se agotaba y no se me ocurría nada para desentrañar el nudo en su garganta.
Necesitaba averiguar qué ocurría antes de llevarla a casa, no podía quedarme con dos dudas, con otra incógnita sin resolver.
Caminamos hacia la salida, ella a mi derecha y yo a la izquierda. Le toqué el hombro contrario, sutilmente, haciendo que girara la cabeza solo para darse cuenta de que no había nadie, reí internamente y volví a hacerlo en cuanto pude.
En esta ocasión giró por completo, sus ojos escaneando el espacio vacío, antes de regresar su mirada a mí. No dijo nada, pero su expresión era de pura incredulidad.
"¿Qué sucede?" Dije sereno aguantando la risa.
"Nada." Respondio.
Volvimos a caminar, y nuevamente toqué su hombro. Carter se giró asustada, en ese momento no pude más, solte una carcajada que hizo que algunos meseros expentantes rieran al igual que yo.
Al darse cuenta de la broma, Carter se echa a reír un tanto avergonzada.
Subimos al auto entre risas, durante el recorrido, nuestras conversaciones se hicieron divertidas. A unas cuantas calles de su casa, Carter mira por la ventanilla con asombro.
—¿Ya viste la luna? —dijo con un asombro que le iluminaba el rostro.
—Vaya, se ve hermosa —respondí, aunque mis ojos ya se habían encontrado con los suyos.
Descendimos del auto para apreciar mejor el espectáculo nocturno. Carter, completamente absorta, miraba el cielo; las estrellas y la luna se reflejaban en la inmensidad de sus hermosos ojos, que parecían dos constelaciones donde sería un privilegio perderse.
Impulsado por el momento, me acerqué despacio y tomé su mano sutilmente. Su sonrisa y su dulce manera de ser me hacían sentir vivo; por una fracción de segundo, deseé que ese instante jamás terminara.
Ella estaba tan cautivada por la belleza de la noche que no se había percatado de que no había dejado de mirarla ni un solo segundo.
Nuestras miradas finalmente se unieron, y una sonrisa compartida selló el momento.
"¡Mira!", me dice señalando.
Una estrella fugaz acaba de pasar. No puede ser más perfecto el momento.
"Pide un deseo", Le dije.
Ella cierra sus ojos y aprieta mi mano con fuerza mientras dice:
"Quiero que este niño grande... ¡Oye, no debes escuchar mi deseo!" Dijo haciendo un puchero divertido.
"Dilo, por favor." Respondí eufórico.
"Solo quiero que seas feliz." Respondio sin dudarlo.
Tras oír sus palabras, siento un nudo en la garganta. Nunca nadie, además de mis padres, se había detenido a pensar en mi felicidad. Carter camina emocionada sin darse cuenta de mi reacción.
Las luces de un coche me sacaron de golpe de su cercanía, devolviéndome a la realidad. Una interrupción. La excusa perfecta para refugiarme en mi zona segura, para no sentir demasiado.
—Subamos al coche —dije.
Carter giró bruscamente y nuestras cabezas chocaron otra vez. Rompimos a reír al instante.
—¿Estás bien? —le pregunté, mientras me sobaba la frente. ¡Es la segunda vez que nos pasa! ¿No te hiciste daño?
—Auch… No, jajaja, disculpa —respondio aún riendo.
Me acerqué para acariciarle la cabeza.
Ambos reímos a carcajadas, con las luces de los coches iluminando nuestros rostros.
Volvimos al auto, buscando resguardo del frío que empezaba a calar.
Avanzamos solo unos metros hasta su casa. Bajé para abrirle la puerta. Carter sonrió, tomando su bolso. Me incliné para besar su mejilla y ambos giramos al mismo tiempo, haciendo que nuestras narices chocaran.
Estallamos en risas y lo intentamos de nuevo, pero el resultado fue el mismo. Carter decidió quedarse quieta. Besé su mejilla, todavía riendo.
—Buenas noches, señorita.
—Niña, jajaja. Buenas noches, niño grande.
—Me hacías tanta falta.
—Y tú a mí, te extrañé muchísimo.
—No quiero volver a pasar tiempo sin ti. No sé cómo explicarlo, solo sé que me encanta tu compañía. Eres una amiga perfecta. —Amiga. Perfecta. Era la mentira que me repetía una y otra vez para calmar el caos que sentía. No podía admitir nada más.
—Esa soy yo, tu amiga. Cuídate…
Me marché sin añadir una palabra más. Qué estúpida la forma en que había actuado.
De camino a casa, recibí un mensaje. Era de Nelly. ¡Por fin! Le había pedido que me avisara, y parecía que apenas había llegado a su casa. Menos mal que estaba bien. Esa mujer debería salir menos, o al menos mantenerme informado para no preocuparme tanto.
Mi mente regresó de golpe a la realidad, y me sentí eufórico. La había golpeado accidentalmente dos veces; necesitaba prestar más atención o terminaría mandándola al hospital.
—Jajaja, es tan infantil.
¡Maldición! ¡Maldición! ¿Por qué vuelvo a pensar en ella?
Tras dejarla ¡Debo olvidarla y seguir adelante!
El grito resonaba en mi cabeza, intentando ahogar la verdad que se filtraba.
Me negaba a procesar todo esto.
Mi corazón parece que se aceleraba cuando esta cerca, ¿es esto una enfermedad? ¿Por qué me sentí tan emocionado?
¿Qué clase de brujería era esta?
Busque excusas, explicaciones irracionales, cualquier cosa con tal de no admitir que en verdad me atraía.
Guarde silencio por unos minutos, pensando en todo lo que estaba pasando, "en verdad eres un enigma" susurré.
Pudiste pedir cualquier cosa a esa estúpida estrella, pero pensaste en mí. ¿Por qué gastaste ese deseo en mí?
Pierdes el tiempo creyendo que soy alguien bueno cuando en realidad lo único que me motiva a seguir viéndote es el inmenso deseo de completar mi lista.
¿A quién quiero engañar?
Si así fuera, lo haría sin pensarlo, pero me detengo, no logro avanzar contigo y sigo preguntándome ¿Por qué?
¿Por qué no puedo cruzar la línea?
¿Por qué me detengo?
Ese estúpido deseo, solo para mí, para mí bienestar...
La realidad es que… yo también he deseado ser feliz, aunque sea por una vez en la vida.
Y esa última frase fue solo un susurro, una grieta minúscula en el muro de negación que había construido los últimos años ante la posibilidad de algo más.