"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
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Un baile pero con lobos
El amanecer se colaba tímido por las ventanas del cuarto de Lucas, pero la habitación seguía envuelta en sombras densas. Aelina no se había movido de su lado desde que llegó. Su mano sostenía la de él, fría y débil, mientras luchaba contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—No puedes dejarme ahora —se repetía en un susurro apenas audible, como si hablarle pudiera mantenerlo vivo.
Entonces la puerta se abrió con suavidad y Kael entró, la expresión dura, casi impasible.
—Mi lady... los médicos dicen que la herida está contenida, pero no sabremos si despertará hasta mañana.
Ella asintió sin palabras, hundida en la incertidumbre y la esperanza.
Kael se arrodilló frente a ella y bajó la voz.
—Sé que queréis estar aquí, pero hoy debéis presentaros ante la corte. Si no dais la cara, Darius usará vuestra ausencia para pintaros débil.
Aelina levantó la mirada, sus ojos brillaban con una mezcla de cansancio y determinación.
—Entonces que me vea. Y que sepa bien lo que ha despertado.
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Horas después, la Gran Sala del Palacio bullía con la pompa de un baile organizado por la reina madre. Una reunión de máscaras, falsas sonrisas y palabras vacías disfrazadas de reconciliación.
Aelina apareció vestida de negro y rojo, su cabello recogido con elegancia, y una mirada afilada que parecía atravesar a cualquiera que la cruzara. Cada paso suyo era un desafío silencioso.
A ambos lados, Kael y Aurelian se mantenían firmes, sus presencias tan imponentes como protectoras.
Los susurros crecían como oleadas.
—¿No era la prometida traicionada?
—¿Por qué camina como una reina?
Desde su trono lateral, Darius fruncía el ceño, notando el cambio en la dama que quería quebrar.
Cuando llegó al centro de la sala, Aelina hizo una reverencia perfecta.
—Mi señor príncipe, agradezco vuestra invitación. Vuestra cortesía es... inesperada.
Un golpe sutil, tan lleno de veneno como de protocolo.
Darius apretó los labios con rabia contenida.
—Espero que esta velada os devuelva la alegría, lady Aelina.
Ella le regaló una sonrisa fría.
—Mi alegría está en constante reconstrucción.
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La música comenzó a llenar el salón. Los nobles se lanzaron a la pista, sus miradas fijas en Aelina, que permanecía inmóvil, rechazando todas las invitaciones.
Fue Aurelian quien se adelantó.
—¿Me concederíais este baile, mi lady?
Kael frunció el ceño y dio un paso hacia adelante, pero ella asintió.
—Será un placer, duque Veynor.
Mientras giraban, Aurelian habló junto a su oído, con una sonrisa que ocultaba mucho.
—Hoy todos os miran como una estrella. Incluso los que os despreciaron.
Aelina respondió sin perder el ritmo.
—Hoy bailo entre lobos, y he aprendido a morder.
Aurelian se inclinó aún más cerca.
—Si alguna vez queréis aprender otras artes... estoy a vuestro servicio. No sólo como aliado... sino como hombre.
Su voz hizo latir el corazón de Aelina con fuerza.
Desde el borde de la sala, Kael los observaba con el ceño fruncido, el puño cerrado con tensión.
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Cuando la música terminó, Kael se acercó y tomó la mano de Aelina antes de que otro noble pudiera hacerlo.
—Bailad conmigo.
No era una petición, era una orden silenciosa que ella aceptó.
Mientras giraban, Kael susurró, con la voz tensa.
—No volveré a permitiros estar tan cerca de Aurelian.
Ella lo miró fijamente.
—¿Celos, duque?
Él la sostuvo más fuerte de lo que el protocolo permitía.
—Preocupación. Y sí, tal vez celos. No lo negaré.
Aelina clavó su mirada en la de él.
—Entonces no me vigiles. Protégeme y ayúdame a destruir a quien se lo merece.
Kael asintió, grave.
—Siempre.
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La noche seguía, pero guardaba aún un último movimiento.
Mientras Aelina bebía una copa de vino, un sirviente deslizó una carta en su palma.
“Lady Aelina, si queréis descubrir al traidor… venid sola a la Biblioteca Imperial a medianoche. No confiéis en nadie.”
La leyó una, dos, tres veces.
"¿Una trampa? ¿O la verdad?"
Antes de que pudiera decidir, Aurelian apareció a su lado.
—Parecéis preocupada. ¿Una mala noticia?
Aelina escondió la carta con naturalidad.
—Sólo las sombras que siempre nos persiguen.
Aurelian apretó suavemente su mano.
—Si vais a caminar en la oscuridad, permitidme ser quien os guíe.
Kael apareció junto a ellos, con el ceño fruncido.
—Mi lady, vuestro lugar esta noche es seguro. No arriesguéis más.
Ella respiró hondo, sintiendo el peso de la elección.
"No puedo confiar ciegamente en ninguno de los dos."
—Os agradezco a ambos, pero esta noche… mis pasos los decidiré sola.
Y con eso, se alejó, dejando a los dos hombres en tensión y con el corazón apretado.
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A medianoche, Aelina llegó sola a la Biblioteca Imperial.
El silencio era absoluto, roto solo por el leve eco de sus propios pasos.
Una figura encapuchada esperaba en la penumbra.
Al levantar la capucha, Aelina quedó paralizada.
—¡TÚ!
Era alguien que jamás habría imaginado. Alguien íntimo, tanto de Darius como de su propia familia.
La figura sonrió con frialdad.
—El juego apenas comienza, mi lady.
Y entonces, la oscuridad la envolvió.
si ya se que hay muchas incoherencias en ciertos capitulos y lo estoy arreglando de a poco.
la verdad que no es muy buena idea hacer varias novelas al mismo tiempo.
Aliado o enemigo...?