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¿Y Si Me Quedo?

¿Y Si Me Quedo?

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / Doctor / Maltrato Emocional / Atracción entre enemigos / Completas
Popularitas:181
Nilai: 5
nombre de autor: Raylla Mary

Thiago siempre fue lo opuesto a la perfección que sus padres exigían: tímido, demasiado sensible, roto por dentro. Hijo rechazado de dos renombrados médicos de Australia, creció a la sombra de la indiferencia, salvado únicamente por el amor incondicional de su hermano mayor, Theo. Fue gracias a él que, a los dieciocho años, Thiago consiguió su primer trabajo como técnico de enfermería en el hospital perteneciente a su familia, un detalle que él se esfuerza por ocultar.

Pero nada podría prepararlo para el impacto de conocer al doctor Dominic Vasconcellos. Frío, calculador y brillante, el neurocirujano de treinta años parece despreciar a Thiago desde la primera mirada, creyendo que no es más que otro chico intentando llamar la atención en los pasillos del hospital. Lo que Dominic no sabe es que Thiago es el hermano menor de su mejor amigo y heredero del propio hospital en el que trabajan.
Mientras Dominic intenta mantener la distancia, Thiago, con su sonrisa dulce y corazón herido, se acerca cada vez más.

NovelToon tiene autorización de Raylla Mary para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 16

Silencio

El sol de la mañana entró por las rendijas de la cortina, rayando la pared con listras doradas.

Thiago se despertó despacio. Sin gritos. Sin ruidos.

Sin el peso de voces que lo juzgaban solo por respirar.

Por algunos segundos, se quedó allí, inmóvil, como si esperase que algo malo sucediera. Un sonido brusco. Un golpe en la puerta. Un “¡levántate!” enfurecido.

Pero solo había silencio.

Se sentó despacio, los músculos aún frágiles, y miró alrededor. El cuarto era el mismo de la noche anterior — limpio, calmo, seguro. La nota aún estaba en la pared.

“Aquí estás seguro. Respira.”

Thiago respiró.

En la cocina, Dominic ya estaba de pie. Vestía una camisa negra simple, con las mangas dobladas. Estaba preparando algo en la estufa, en silencio. No había música. No había TV. Solo el ruido del café pasando y del pan siendo colocado en la sartén.

Cuando oyó los pasos tímidos, se giró.

— Buenos días, pequeño. ¿Dormiste bien?

Thiago asintió con un gesto corto.

— Siéntate ahí — dijo Dominic, apuntando hacia la mesa. — Hice café, pero también hay té. Y pan tostado. Con mantequilla y queso. Sé que te gusta.

Thiago se sentó.

El olor era bueno. Familiar.

Pero el estómago parecía cerrado.

Sujetó la taza con las dos manos, intentando calentar los dedos. Dominic no forzó la conversación. Solo se sentó del otro lado de la mesa, comiendo despacio, respetando el silencio.

— ¿Vas a salir hoy? — preguntó Thiago de repente, con la voz baja.

Dominic alzó los ojos.

— Solo si quieres estar solo por un tiempo.

— No quiero.

La respuesta salió rápido. Instintiva.

Dominic sonrió levemente.

— Entonces me quedo. Hoy el turno es por la noche. Tengo el día libre.

Thiago asintió, intentando esconder el alivio.

El silencio volvió, pero ahora era más leve. Menos tenso.

Por un instante, casi confortable.

Más tarde, Dominic fue hasta la sala a atender una llamada telefónica.

Thiago se quedó en el cuarto, acostado de lado, mirando hacia la pared. La voz de Dominic al fondo era baja, indistinta.

Pero fue suficiente.

De repente, sintió el pecho apretarse.

Las manos comenzaron a sudar.

La respiración se hizo corta.

Está todo bien. Intentó convencerse. Estás seguro.

Pero el cuerpo no oía.

Las memorias vinieron como olas. Gritos. Portazos. La sensación de manos apretando sus brazos. El asco. La vergüenza. La culpa.

Thiago se encogió en la esquina de la cama.

Lloró. Sin gritar. Sin pedir socorro.

Pero Dominic sintió.

Entró despacio, se arrodilló al lado de la cama.

— Hey… está todo bien… estoy aquí, Thiago.

Y no tocó.

Apenas se quedó.

— Odio esto… — susurró Thiago, con la voz embargada. — Odio sentirme quebrado.

— No estás quebrado — respondió Dominic con firmeza. — Fuiste herido. Son cosas diferentes.

Thiago lo miró, los ojos llenos de agua.

— ¿Y si nunca sano?

— Entonces voy a estar aquí. Para ayudarte a vivir con las cicatrices.

Y, esta vez, cuando Dominic extendió la mano, Thiago la tomó.

Despacio. Con miedo.

Pero la tomó.

Al final del día, Theo apareció. Traía una bolsa con un abrigo que le gustaba a Thiago, un libro, y el chocolate caliente del café preferido de ellos.

— Voy a venir todos los días — dijo, sentándose al lado del hermano. — Hasta que te canses de mí.

Thiago sonrió, débil. Pero sonrió.

— Eso no va a suceder.

Y por primera vez en muchos días, los tres se quedaron allí. Juntos.

En silencio.

Pero no más solos.

La noche llegó otra vez.

Dominic vestía la bata mientras hablaba con Theo en la sala.

— Ya cenó, tomó el remedio, y pareció bien más calmo hoy. Pero estate atento. Si percibes cualquier alteración en el humor o en la mirada... me llamas, ¿sí?

— Lo sé — respondió Theo, pegando su mochila. — Me voy a quedar con él, como combinamos.

Pero antes de que Theo pudiese sentarse, el celular sonó. Él atendió con el ceño fruncido.

— ¿Aló? ...¿Qué? Pero... ¿cuántas víctimas?

Se alejó algunos pasos. La voz se hizo más grave.

— Está bien. Estoy yendo. Preparen el centro quirúrgico. Ya aviso que estoy en camino.

Thiago apareció en la puerta del corredor, aún de sudadera.

— ¿Theo?

Theo colgó y se giró con el semblante tenso.

— Sucedió un accidente feo en la carretera. Un autobús. Tengo que ir al hospital. Llamaron a todos los cirujanos de turno.

— Ah... — murmuró Thiago, intentando esconder el pánico que ya comenzaba a subir como un incendio en el pecho. — Está todo bien… puedes ir.

— ¿Estás seguro? — se aproximó Theo. — Si quieres, le pido a Dominic que vuelva. O llamo a—

— No. — Thiago lo interrumpió, forzando una sonrisa. — Yo... yo estoy bien. De verdad. Ve a salvar vidas, Theo. Ve a hacer lo que amas.

Theo hesito, pero acabó asintiendo. Abrazó al hermano con fuerza.

— Vuelvo así que pueda. Cualquier cosa, me llamas. O mandas mensaje, ¿sí?

Thiago solo asintió.

Y entonces, la puerta se cerró.

Y el silencio cayó como una cortina pesada.

En las primeras horas, Thiago intentó distraerse. Vio un poco de TV. Leyó dos páginas de un libro. Tomó agua. Se metió debajo de la cobija.

Pero la casa era demasiado grande.

El silencio era demasiado profundo.

Y poco a poco, la mente comenzó a jalar imágenes.

Hablas.

Recuerdos que él intentó enterrar.

"Eres sucio."

"Esto es tu culpa."

"Si fueses un hombre de verdad..."

Las voces del pasado se mezclaban con los olores, con la sensación de las manos que él nunca quiso sentir.

Y entonces sintió el pecho apretarse de nuevo. El aire escasear.

El grito preso en la garganta.

"Estoy solo."

Thiago se encogió en la esquina de la cama. Apretó las rodillas contra el pecho. Temblaba.

Y cuando el dolor se tornó insoportable — un dolor invisible, cruel, que quemaba por dentro — se levantó.

Tambaleó hasta el baño.

Abrió el cajón del armario.

Tembló.

Hesitó.

Pero la desesperación era mayor.

Y allí, entre cepillos y hojas de afeitar descartables, encontró una.

Pequeña.

Afilada.

Y la sujetó como quien sujeta un bote en altamar.

En el cuarto, la lámpara aún estaba encendida.

Thiago se sentó en el suelo.

Las manos temblaban.

Los ojos ardían.

Y él lloraba.

— Solo quería parar de sentir esto… — susurró.

Y entonces apoyó la lámina en la muñeca.

La piel se abrió despacio.

Y el dolor vino.

Claro.

Real.

No mejoró nada. Pero tampoco empeoró.

Fue solo… algo que él podía controlar.

Y por primera vez en horas, el caos dentro de la cabeza se calló por algunos segundos.

Él lloró más.

Enredado en la cobija.

Solo.

Y sangrando.

El celular vibró sobre la mesa.

Era un mensaje de Dominic.

> "Solo pasé para decir que eres más fuerte de lo que piensas. Y que mañana temprano estaré ahí. Con pan de queso y silencio. Enfrentamos esto juntos. Siempre."

Thiago leyó.

Y se derrumbó de vez.

No porque estaba mejor.

Sino porque, en el fondo, quería ser salvado.

Y aún allí, en medio a la desesperación…

Él deseó que Dominic o Theo llegasen a tiempo.

Antes de que el dolor tomase todo.

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