La historia de los Moretti es una de pasión, drama y romance. Alessandro Moretti, el patriarca de la familia, siempre ha sido conocido por su carisma y su capacidad para atraer a las mujeres. Sin embargo, su verdadero karma no fue encontrar a una fiera indomable, sino tener dos hijos que heredaron sus genes promiscuos y su belleza innata.
Emilio Moretti, el hijo mayor de Alessandro, es el actual CEO de la compañía automotriz Moretti. A pesar de su éxito y su atractivo, Emilio ha estado huyendo de las relaciones estables y los compromisos serios con mujeres. Al igual que su padre, disfruta de aprovechar cada oportunidad que se le presenta de disfrutar de una guapa mujer.
Pero todo cambia cuando conoce a una colombiana llamada Susana. Susana es una mujer indiferente, rebelde e ingobernable que atrapa a Emilio con su personalidad única. A pesar de sus intentos de resistir, Emilio se encuentra cada vez más atraído por Susana y su forma de ser.
¿Podrá Emilio atrapar a la bella caleña?.
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No sé doblega...
Cuando el italiano dijo que la caleña pasaría la noche en vela, se refería a algo literal.
Susana empezó a mover los dedos y su cerebro con rapidez. El tiempo pasó sin que se diera cuenta y, cuando miró el reloj, eran las 7:30 de la noche. Ni siquiera había salido a almorzar o merendar, como lo hacían habitualmente los empleados de la compañía. El trabajo que le pidió el CEO era extenso, pero ella no era de las que se quejaban ni se sentían incapaces de cumplir un reto.
Emilio se marchó de la compañía a las tres de la tarde, no sin antes dar una orden clara y precisa: si la caleña seguía en la empresa a las nueve de la noche, debían cortar el fluido eléctrico y dejarla en completa oscuridad. Quería oírla gritar, sabía que le temía a la oscuridad, y planeaba volver antes de la hora para presenciar en vivo el momento.
Susana, por su parte, rebuscó en su bolso unos snacks que llevaba para emergencias. Salió a la sala de descanso, se sirvió una taza de café y volvió a su oficina. Aprovechando la soledad, se despojó de los tacones y relajó sus pies. Luego de ese breve descanso, retomó el trabajo con renovada energía.
Pasaron dos horas más y estaba a tan solo tres balances de terminar, cuando la orden del CEO se cumplió y las luces del edificio se apagaron por completo. Susana suspiró. Desconectó todos los dispositivos que estaban enchufados, tomó su teléfono y, con calma, se recostó en el sofá. Con la linterna de su móvil y mucha paciencia, continuó trabajando.
Aunque en el teléfono le costó un poco más, logró completar el informe. Tomó sus cosas, encendió la linterna del celular, se puso los tacones y salió de la oficina sin emitir un solo grito ni mostrar temor. Tomó un taxi rumbo a un lugar donde pudiera imprimir el archivo para entregárselo a su arrogante jefe.
Abajo, en la entrada del edificio, Emilio esperaba dentro de su auto junto a su chófer y amigo Aaron. Esperaba la llamada de Susana pidiendo ayuda, rogando tal vez. Pero nada ocurrió. Ni siquiera notó cuando ella salió discretamente del edificio.
Inquieto por la tardanza, decidió llamar:
—Arnulfo, dime que la colombiana sigue en la empresa.
Arnulfo, quien había estado entretenido viendo un partido de fútbol en su móvil, se sobresaltó. No había vigilado a la diseñadora. Sin saber qué decir, mintió:
—Sí, señor. Aún está en la compañía. No ha salido.
Su conciencia lo molestó de inmediato, así que decidió entrar.
—"Emilio, ¿y si la parlanchina tiene un ataque de pánico y está hiperventilando? Eso no te lo perdonará..." —pensó con nerviosismo.
Emilio bajó del auto y se dirigió al interior del edificio.
—Enciendan las luces —ordenó, mientras su corazón latía más rápido.
Tomó el ascensor y subió con rapidez al piso presidencial. En cuanto se abrieron las puertas, avanzó a zancadas hasta la oficina de Susana. Tomó aire, intentó controlar sus nervios y tocó:
—¿Montero? ¿Estás ahí?
No hubo respuesta. Volvió a llamar y, al no obtener respuesta, abrió la puerta temiendo encontrarla abrazada a sí misma, llorando, vencida por el miedo.
Pero no. Todo estaba en su lugar. Solo una taza de café aún tibia sobre el escritorio delataba su reciente presencia. Revisó el baño. Nada. Solo el inconfundible aroma a vainilla de la irreverente caleña flotaba en el aire.
—¿Dónde estás, parlanchina? —murmuró, frustrado.
Salió de la oficina y se dirigió a la sala de seguridad. Al revisar las cámaras, vio cómo ella, fresca y relajada, tomaba café y comía un snack. Luego, tras el apagón, aparecía en la salida del edificio tomando un taxi con total tranquilidad. Nada de llanto. Nada de miedo.
Solo entonces Emilio respiró con alivio. Ella estaba bien. Y eso, aunque no lo admitiera, calmó su corazón.
Subió al auto con una sonrisa dibujada en los labios.
—Aaron, llévame al penthouse.
—¿Y la señorita Montero?
—Se marchó a su casa, supongo. Lo cual me dará un día muy divertido mañana... porque estoy seguro de que no cumplió con mi primer reto.
—¿Le recortarás el sueldo?
—Por supuesto que no. Asumo que ella solo cuenta con ese ingreso para subsistir. Pero me divertiré cuando me suplique otra oportunidad para no perderlo.
—Pues si la colombiana es como la describes, no creo que se doblegue.
—No es de las que se doblegan —respondió con una sonrisa torcida—. Y justamente ese es mi objetivo: hacerla doblegar. Ya verás que lo conseguiré. Por algo soy un Moretti.
—Ten cuidado, Emilio... en una de esas, terminas tú doblegado ante la parlanchina.
Emilio solo sonrió. Convencido de que eso jamás ocurriría.
Al llegar a su penthouse, se sirvió un trago de su whisky favorito, encendió la laptop y comenzó a revisar la presentación del proyecto que Susana había compartido por correo. Más allá de sus intenciones personales, era un hombre de negocios y sabía reconocer una buena propuesta cuando la veía.
Estudió cada diapositiva, tomó notas sobre los aspectos que podrían optimizarse y, al llegar al final, se detuvo al ver su nombre en letras grandes: "Susana Montero". Cerró el ordenador, bebió el último sorbo de whisky, fue a la cocina a preparar algo ligero, luego subió a su habitación, tomó una ducha y, ya cómodo, se acostó a leer unas páginas de un libro antes de dormirse.
A la mañana siguiente, Susana fue la primera en llegar a la compañía. Encendió su computador, envió el informe desde su móvil, imprimió los documentos y los organizó con cuidado en una carpeta. Caminó hasta la oficina del CEO, la cual la impresionó más que la suya: amplia, con un gran ventanal que ofrecía una vista privilegiada de la ciudad. La decoración era minimalista, moderna, en tonos negros y grises. "El engreído tiene buen gusto", pensó para sí misma, y luego dejó el informe sobre su escritorio con una nota encima.
Cuando Emilio llegó, la rutina matutina comenzó. Ejecutivos, asistentes y empleados llenaban la compañía con su habitual ajetreo. Como cada mañana, Brigitte caminaba a paso acelerado al lado del CEO, leyendo la agenda:
—Ocho en punto: reunión con el CEO ruso de Automotriz Ivanov, Alejandro Ivanov, para finiquitar la alianza entre ambas compañías. Tenemos pendiente la firma de los últimos acuerdos del mes, los permisos de vacaciones del personal y las liquidaciones de quienes renunciaron. A las doce, almuerzo con el CEO de la empresa de tecnología, Salvatore Donatelli.
—Muy bien. Dile a la parlanchina que debe acompañarme al almuerzo.
—¿Parlanchina? ¿Quién es esa? —preguntó Brigitte, sin entender.
—La licenciada Montero. Y dile que pase a mi oficina con lo que le pedí. Luego, tráeme mi café.
—Sí, señor.
Cuando Emilio se sentó en su silla ejecutiva, encendió el ordenador y sus ojos se posaron en una nota sobre la carpeta. La leyó:
"Buenos días, engreído. Aquí está su informe. Pese a sus tretas baratas, lo terminé. Espero haya quedado de acuerdo a sus exigencias."
No necesitaba firma. Sabía perfectamente de quién era. Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios mientras abría la carpeta y revisaba, gratamente sorprendido, la perfección del extenso y detallado informe.
—Interesante... —murmuró para sí, eres brillante profesionalmente...
/CoolGuy/
/CoolGuy/
/CoolGuy/
/CoolGuy/
És más ni cita hago ahí mismo lo páro en seco y le digo hablémos de el negocio aquí mismo y ahora.
/CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy/