El Desafio Del Alfa

Le arrebaté mi bolso a Vladimir y, con un movimiento ágil, se detuvo frente a Logan. Cruzó los brazos sobre el pecho y adoptó una pose desafiante que dejaba claro que no tenía intención de dar un paso atrás. Con una ceja levantada y una sonrisa torcida, me miró por un momento antes de mirar fijamente al Alfa.

—Es de mala educación no darme la bienvenida a tu manada, Alfa Logan. ¿Qué estás esperando? —Su voz destilaba esa confianza familiar y arrogante. Vladimir nunca perdía una oportunidad de provocar al líder de la manada, a mi compañero... y, en alguna parte enterrada de mi alma, el amor que mi loba, Lina, todavía sentía por él me agita.

Shayde, claramente molesta por la tensión, puso los ojos en blanco y se alejó, sin querer involucrarse en la escena. Mi loba, en cambio, estaba encantada, incluso brillaba. Por fin, después de tanto tiempo, sentía que estábamos en casa, rodeados de lo que debería haber sido nuestro territorio.

Sin embargo, Logan no compartía ese sentimiento. Su postura rígida y la incomodidad que irradiaba de él reflejaban una lucha interna que intentaba ocultar con todas sus fuerzas. Su mirada se desplazó de Vladimir a mí, y de vuelta a el con algo que no pude descifrar.

—¿Se te ha pasado por la cabeza que si no te di la bienvenida es porque en realidad no eres bienvenido? —respondió Logan, con irritación en la voz, una mezcla de cansancio y estrés evidente en su tono. Sus palabras salieron firmes, aunque podía sentir la creciente tensión debajo de ellas. Mi mirada se endureció cuando miré a Vladimir—. Te invitaste solo a entrar a mi territorio, por si lo habías olvidado.

Y allí estábamos de nuevo.

De alguna manera, esto parecía otro enfrentamiento más, otra batalla silenciosa entre razas, territorios y las verdades que ninguno de nosotros quería admitir.

—Soy el compañero de Karin. Adonde ella vaya, yo iré. —La voz de Vladimir sonaba con arrogancia mientras sus ojos brillaban con un desafío latente—. Eso significa que tendrás que soportarme porque no me separaré de ella ni un segundo, pequeño lobo.

El aire entre ellos se tensó como una cuerda a punto de romperse. Pero antes de que Logan pudiera responder, un rugido repentino de motor llamó nuestra atención. El potente rugido de un motor rompió la tensión, seguido por el agudo chirrido de los neumáticos al derrapar. Un McLaren gris plateado, el último modelo, apareció a toda velocidad y se detuvo de repente justo delante de nosotros, levantando una pequeña nube de polvo.

Respiré profundamente. Sabía exactamente quién era. A ella le encantaban esos coches; eran su capricho.

Logan, por su parte, sonrió con calma, con esa confianza suya que a veces me desconcertaba.

— Tomate tu tiempo. Buena suerte con ella, cariño. —Me lanzó una mirada divertida y caminó hacia la entrada de la mansión sin el menor atisbo de urgencia. Mis ojos, casi involuntariamente, lo siguieron mientras se alejaba, pero dijo algo más antes de desaparecer en el interior : — Cuando termines, nos vemos en la oficina. A solas.

No pude evitarlo. Mi mirada se detuvo en su espectacular y sexy cuerpo desnudo, todavía en forma humana después de transformarse, y asentí ante su orden.

—Debería cambiar de lugar más a menudo. De esa manera, tendremos el placer de verlo tal como la diosa lo trajo al mundo —comentó mi loba, con un tono lleno de alegría. Sonreí por un momento, pero esa sonrisa se desvaneció rápidamente cuando vi quién salía del auto.

Amber.

Mi mejor amiga. La única persona que extrañé con todo mi corazón.

Caminé hacia ella, queriendo abrazarla, pero me detuvo en seco y dio un paso atrás. Fue entonces cuando lo noté. Su rostro estaba rojo, sus ojos hinchados y sus mejillas húmedas por las lágrimas que aún corrían por sus mejillas.

—No me toques. —Su voz era un susurro entrecortado, pero pronto subió de tono, llena de dolor—. ¿Te vas a ir de nuevo? ¿Vas a abandonarme otra vez? Porque si es así, ¡no quiero tener nada que ver contigo! ¡Me dejaste! ¡Pensé que éramos hermanas, Karin!

Bajé la cabeza, incapaz de sostener su mirada. Sabía que tenía razón. La había lastimado cuando me fui hace dos años, negándome a verla, a reunirme con ella y limitándome a enviarle mensajes a través de un simple cuervo. Amber siempre fue sensata, pero tenía un temperamento fogoso capaz de causar estragos como un huracán. Y ahora, frente a su dolor, no sabía cómo responder.

—Lo siento —mi voz salió débil, cargada de arrepentimiento—. Me lo merezco. Entiendo si no quieres…

—¡Contesta mis malditas preguntas, Karin! —gritó, interrumpiéndome bruscamente—. ¡Me importa un carajo si eres un vampiro, un lobo, una bruja, un humano o un maldito elfo! ¡Eres mi amiga!

Levanté la mirada, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con derramarse.

—Soy un híbrido. —Mis palabras salieron como un susurro, pero sabía que ella podía oírme perfectamente—. Mitad lobo, mitad vampiro. Debería haberte dicho antes, pero... si lo hubiera hecho, sabrías el peligro que represento para los demás. No quería ponerte en riesgo, Amber. Por eso no te lo dije, y...

No pude terminar. Esta vez, ella se acercó más. Puso sus manos sobre mis hombros y me miró directamente a los ojos.

—¿Vas a irte otra vez?

—No —sacudí la cabeza con firmeza y mi voz temblaba por la emoción—. No me voy a ir otra vez, cariño. Te he extrañado mucho.

Su rostro se desmoronó en un sollozo y, antes de que pudiera reaccionar, me abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que no desapareciera. La rodeé con mis brazos y le devolví el abrazo como si mi vida dependiera de ello. Había extrañado a Amber todos los días desde que me fui.

—Perdóname, Amber —dije con voz entrecortada mientras apoyaba la cabeza en su hombro—. Lo siento muchísimo.

Nos quedamos así, abrazados, como si en ese momento el mundo hubiera vuelto al equilibrio, como si por un instante todo volviera a ser como antes de que nuestras vidas se desmoronaran.

Un momento después, no podría decir cuántos minutos habían pasado en sus brazos, ella se apartó, rompiendo el abrazo.

—Ahora vete. El Alfa te está esperando. —Miró a Vlad y frunció el ceño—. ¿Por qué trajiste a un brujo a la manada?

—Soy su amigo. —Vlad se acercó a Amber y le extendió la mano con calma—. No te mentiré. Si tú y Karin son tan buenos amigos, lo sabrás tarde o temprano. Mi nombre es Vladimir Ruster, un híbrido como nuestro amiga, mitad brujo...

—Soy medio vampiro —terminé antes de que pudiera hacerlo. Mi amiga ni siquiera le tomó la mano, sino que la retiró rápidamente, con expresión horrorizada.

— ¿¡Qué carajos hace un vampiro en nuestro territorio?!

—Técnicamente, somos dos vampiros. Yo también soy uno, Amber —dije con una leve sonrisa—. Pero no hay tiempo para esto ahora. Logan me está esperando y no voy a hacerlo esperar. ¿Podrías mostrarle a mi amigo una de las casas de huéspedes? Preferiblemente la más cercana a la mansión. Mañana nos reuniremos y hablaremos de todo lo que necesitas saber.

—No sólo lo que necesito saber. Hablaremos de todo lo que quiero saber. —Amber miró a Vlad y se encogió de hombros—. ¿Estaré a salvo con él? No me clavará los dientes, ¿verdad?

Vlad se rió de buena gana ante el comentario de mi amigo. Cuando finalmente se calmó, dio un paso hacia mí, me besó la frente de manera protectora y luego miró a Amber.

—Soy un vampiro, pero no te haré daño. Puedo alimentarme de comida humana y de sangre. No me alimento de humanos; tenemos nuestros propios recursos para eso y, además, me parece repugnante. Si puedes guiarme, estaré encantada de que me acompañe la mejor amiga de Karin.

Manteniendo una distancia prudente, Amber aceptó llevar a Vladimir a una de las casas designadas para los visitantes importantes de la manada. Claramente, él no era uno de ellos, pero nadie tenía por qué saberlo. Por ahora, solo necesitaba mantenerlo alejado de Logan y de mí, al menos por un rato.

Yo, en cambio, tenía un asunto más urgente que atender. Logan me estaba esperando en su despacho para hablar de lo que había pasado y de lo que esperábamos el uno del otro, el mismo despacho en el que había entrado yo hacía dos años cuando decidió destrozarme en un instante. Mi cuerpo tembló ligeramente al recordarlo, pero enderecé la espalda. No podía permitirme mostrar debilidad, ni siquiera a mí misma.

"Por la diosa", pensé mientras subía las escaleras con paso firme, "espero que esté vestido".

“Mentirosa” intervino Lina, mi loba, con un tono juguetón, aunque la herida en su voz todavía era evidente.

—No te hagas ilusiones, Lina —respondí, intentando moderar su optimismo con un tono cortante—. ¿Recuerdas lo que pasó aquella noche? Él nos rechazó. Te cerraste durante dos años enteros por su culpa. Dos años, Lina.

El lamento de mi loba resonó en mi mente como un aullido distante y apagado.

—Lo siento —añadí con más suavidad—. Pero eres demasiado buena, demasiado ingenua para tu propio bien.

—Él nos ama —insistió Lina, esperanzada, como si la herida compartida pudiera sanar tan fácilmente—. Quiere arreglarlo. ¿Por qué no darle una segunda oportunidad?

—No dije que no le daría una —admití con un suspiro—. Sólo digo que si quiere una oportunidad, tendrá que ganársela. No se lo voy a poner fácil, Lina. No después de lo que nos hizo.

Lina se retiró, dolida pero resignada, y por un momento, el silencio en mi mente fue casi reconfortante. Casi.

Pero Shayde, la otra presencia dentro de mí, no tardó mucho en hacerse notar. Mi demonio vampiro permaneció en silencio, como siempre, pero pude sentirla observándome desde las sombras, su energía oscura recorriendo cada rincón de mi mente.

—No te ablandes —murmuró finalmente, en voz baja, llena de un sarcasmo frío que siempre lograba ponerme nerviosa—. Él no te merece. Ninguno de ellos te merece. Hazle pagar por cada segundo que nos dejó destrozadas.

—Cállate, Shayde —respondió mentalmente mi loba, con un cansancio que no podía ocultar. Pero tenía razón en una cosa: mi mente era un desastre. Tener dos partes sobrenaturales dentro de mí no era tarea fácil. Lina, con su bondad y esperanza inquebrantables, y Shayde, con su crueldad vigilante y su necesidad de control, eran polos opuestos en constante colisión. Los días en que estaban de acuerdo, cuando las tres coexistíamos en perfecta armonía, parecían algo inalcanzable... al menos hasta que arregle las cosas con Logan.

Llegué a la puerta de la oficina en el segundo piso y me detuve. Las dudas me asaltaron de inmediato, pero no podía permitirme el lujo de flaquear. Respiré profundamente, tratando de calmar el torbellino de emociones que me sacudían por dentro. El rechazo, la ira, la esperanza y el miedo se arremolinaban en un cóctel peligroso que amenazaba con desbordarse en cualquier momento.

Extendí la mano hacia la puerta, pero tembló levemente antes de posarse sobre la fría madera. Cerré los ojos por un momento, tratando de reunir el coraje que necesitaba. Cuando finalmente llamé, el sonido resonó en el silencio del pasillo.

Un momento después, su voz profunda rompió el silencio:

"Adelante."

Su tono era tranquilo, neutral, pero el solo hecho de oírlo hizo que mi corazón se acelerara. Tragué saliva con fuerza y, sin mostrar ni una pizca de lo que sentía, giré el pomo y abrí la puerta.

El aroma me invadió de inmediato, cálido y envolvente. Malditas cerezas y chocolate. Mi debilidad, mi maldición y, sin embargo, lo único que podía calmar a Lina, que se agitaba excitada dentro de mí.

—Tranquila —le dije mientras inhalaba suavemente, lo suficiente para que no se diera cuenta. Lina me lo agradeció con un ronroneo que resonó en mi mente, pero no tuve tiempo de dejarme llevar.

"Él nos rechazó una vez", pensé, cerrando los ojos por un breve momento antes de cruzar el umbral. "No puede hacerlo otra vez. No lo dejaré".

Lina se movió nerviosamente, llena de esperanzas que me dolían al reconocerlas. Shayde, por otro lado, permaneció en silencio. Aunque no podía verla, podía sentir su mirada fría y calculadora, observando cada uno de mis movimientos desde las sombras de mi mente.

Con un último suspiro, entré, manteniendo mi expresión lo más neutral que pude.

Allí estaba él, sentado detrás de su escritorio, con la postura de un Alfa que sabía exactamente quién era. Sus ojos me encontraron de inmediato, brillando con algo que no pude descifrar. Su presencia llenó la habitación, tan imponente como siempre, pero esta vez estaba decidida a no dejar que me destrozara.

Cerré la puerta detrás de mí y me quedé quieto, esperando que él hablara primero.