Contrato De Amor

—Anda primo, dime. ¿Cómo es que tratas de poner en mi contra a Johana?— su rostro mostraba enojo puro.

—Buen día general, no lo había visto en todo el día— continúo comiendo, no quería desperdiciar nada, pero el miedo estaba sobre la mesa y en su cuerpo.

—¿Qué tanto le dijiste a ella?— sabía a lo que se atenía, recordando su pasado.

—Solo pregunté sobre su estado de ánimo, sabiendo lo que pasó está mañana— dio el último bocado.

—¿Te atreviste a recordarle eso?— para este momento, ya lo tenía del cuello de su camisa.

—General, sea honesto con usted mismo. Tal vez si está embelesado con ella y puede que sea enamoramiento, pero no creo que una jovencita como ella se merezca que juegues así, no puede simplemente ponerla en medio de un campo de batalla donde ella lleva las de perder— se soltó del agarre. —¿Te imaginas lo que sucedería si de pronto hay un desfile de todas las mujeres con las que has tenido que ver?, ¿te has preguntado acaso lo que ella piensa de casarse con un hombre promiscuo?, ¿se preguntará si estás enfermo de algo?. Son miles de preguntas primo, pero entre todas ellas las que destaca es, si alguna de tus amantes ha quedado embarazada, ¿imaginas tal vez si tienes a un bastardo por ahí?—

Se fue como hilo de media y no se detuvo al hablar, aunque apoyaba a su primo y quería que fuera feliz, había visto como se comportaba Johana y le pareció cruel jugar con ella.

Johana se quedó escuchando todo lo que se decía, su corazón no había sentido tantas emociones juntas, no sabía cómo actuar y mucho menos que decir.

—Es cierto todo lo que dices y no tengo respuesta para ello, pero ella realmente me interesa, es algo que no puedo explicar— se sentó por fin —Es la primera vez que mi corazón se acelera cuando alguien está cerca de mi, además su inocencia, hace que quiera protegerla— se sobaba las sienes.

Johana solo sonrió y no necesitó escuchar más, su perseverancia era algo de lo que ella misma se sorprendía, así que está no iba ser la excepción. Si iba a ser la esposa del duque y general Donatello Roux, lo iba hacer bien.

—Delia, quisiera ver a una modista, ¿me puede recomendar una?— había llegado hasta el jardín para hablar con el ama de llaves.

—Si señorita, si gusta podemos ir al pueblo para visitarla lo antes posible—

—Perfecto, que preparen un carruaje y algunos guardias, debo ir a verla justo ahora — estaba feliz y su sonrisa irradiaba paz, por dónde pasara.

Pronto se cumplió el pedido de Johana y sin avisarle al general, salió junto a Delia y su respectiva guardia.

—¿Quién acaba de salir?— Donatello se dirigía a Blas.

—Lady Chian, creí que lo sabía— se encogió de hombros.

—Demonios, estaba tan perdido en todo lo que dijo Stephan, que no me di cuenta de nada. Que preparen mi caballo, iré tras ella, no puede andar sola aún, podría sucederle algo— se veía preocupado.

De inmediato, un grupo de soldados se preparó para acompañar a Donatello.

Por otra parte, Johana había llegado hasta donde había una tienda, se veía de prestigio por la fachada y al entrar lo comprobó.

—Buen día, ¿cómo puedo ayudarlas bellas damas?— se dirigió a Johana y Delia, claro.

—Mi señorita, está en busca de algunas prendas de vestir, todo debe ser de la más alta calidad— se presentó ante la vendedora.

—Muy bien, aquí tenemos lo necesario para usted— tomó del brazo a Johana y la llevó a dónde estaban los vestidos más caros. Eran pomposos, con demasiados adornos y tantos colores que la mareaban.

—Agradezco su ayuda, pero seré yo misma quién elija su ropa. Puedo parecer pequeña, pero soy más que capaz de hacerlo— se separó y buscó en la tienda para ver lo que fuese de su agrado.

Johana siempre fue alguien sencilla, pero muy elegante a la hora de vestir, prefería ser vista por su elegancia, aunque siempre llevase vestidos bastante simples y sencillos, lo que menos quería era llamar la atención con algo extremo o muy pomposo, era bella sin duda y eso resaltaba se pusiera lo que se pusiera.

Encontró varios vestidos de su agrado, hechos con telas de alta calidad, además hizo un pedido personal, ya que había leído varios libros, sabía lo que podría gustarle a un hombre, por eso escogió aquello que podría gustarle al duque.

Terminando de elegir todo, pagaron, dejando dicho que debería ser enviado a la mansión del ducado, una noticia que pronto se haría saber, por supuesto que pensarán que Johana es solo una más de las tantas que han pasado algunos días en aquel lugar.

Tomaron el camino de vuelta a la mansión, no les llevaría más de dos horas, pero la tarde había caído y pronto llegaría la noche.

—Mi lady, debemos darnos prisa o podríamos encontrar a bandidos en el camino— propuso uno de los guardias.

—Vayamos a toda prisa entonces, no quiero poner a nadie en peligro—

El camino podía ser un poco brusco, tomando en cuenta que viajaban en un carruaje, pero eso no importaba, pues la castaña estaba acostumbrada a cosas parecidas.

No pasó más de una hora y se escucharon como algunas espadas comenzaron a chocar unas contra otras. Justo como se había previsto, algunos bandidos atacaban a la guardia de Johana.

—Señorita, ¿Qué vamos hacer?. Seguramente quieren dinero y sabiendo que hay una joven noble, podrían querer quitarle su pureza— se mostraba triste y desconsolada, pero por lo bajo, Johana alcanzó a ver qué sonreía.

—No debes preocuparte Delia, nada malo me va a pasar—

Comenzó a buscar dentro del carruaje, para ver si encontraba algo con lo que se pudiera defender, era obvio que no le tenía miedo a ciertos grupos de personas, aunque no pudo hacer nada en contra del general o su padre, porque ambos tenían de su lado a todos los soldados.