Acron Griffindoh y Cory Freud eran vecinos y fueron compañeros de escuela hasta que un meteorito oscureció el cielo y destruyó su mundo. Obligados a reclutarse a las fuerzas sobrevivientes, fueron asignados a diferentes bases y, a pesar de ser de géneros opuestos, uno alfa y otro omega, entrenaron hasta convertirse en líderes: Acron, un Alfa despiadado, y Cory, un Omega inteligente y ágil.
Cuando sus caminos se cruzan nuevamente en un mundo devastado, lo que empieza como un enfrentamiento se convierte en una lucha por sobrevivir, donde ambos se salvan y, en el proceso, se enamoran. Entre el deber y el peligro, deberán decidir si su amor puede sobrevivir en un planeta que ya no tiene lugar para los sueños, sino que está lleno de escasez y muertes.
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Una base en el fin del mundo.
El rugido de los motores llenaba el aire, acompañado por el crujido de los neumáticos sobre la tierra seca. Los rescatistas se habían movido con precisión, separando a los integrantes de la familia en diferentes transportes sin dar explicaciones claras.
Cory estaba sentado junto a su madre, Lisbeth, y Sigrid, la hermana mayor de Acron. El interior del transporte era oscuro y estrecho, con el espacio apenas suficiente para moverse. Lisbeth mantenía a Cory cerca, sus dedos apretados alrededor de su brazo en un gesto protector. La mirada de Sigrid estaba fija en la puerta metálica, pero su expresión tensa hablaba más que mil palabras.
—¿Por qué nos separaron de Acron y Ethan? —preguntó Cory en voz baja, rompiendo el silencio opresivo.
—No lo sé, hijo —respondió Lisbeth, aunque en el fondo temía la respuesta. Las reglas de los rescatistas eran claras, pero nunca ofrecían explicaciones que realmente tranquilizaran a quienes “salvaban”.
Sigrid finalmente habló, con su tono firme, aunque con un rastro de inquietud.
—Ya lo escuchaste, es porque los alfas no pueden estar cerca de los omegas, es entendible. Es una forma de evitar problemas, tu acabas de salir .
Lisbeth la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—¿Problemas como las feromonas entre alfas y Omegas? ¿Entonces para que están concentrando a todos en un lugar?
Sigrid giró el rostro hacia ella, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de frustración e impotencia.
—Conflictos, celos... cualquier excusa para justificar la segregación. Creo que no les importa lo que nos pase mientras cumplamos con sus reglas. Estemos atentos y ver qué pasa, vemos si encontramos a mi papá y a mi mamá y a tu papá.
Cory apretó los labios, sintiendo un nudo en el estómago. Pensaba en Acron y en cómo debían estar tratando a Ethan en el otro transporte. La última vez que había visto a su hermanito de seis años, el pequeño parecía confundido y asustado, sujetando con fuerza la manta que Lisbeth le había entregado antes de separarse.
En el transporte donde iban Acron y Ethan, el ambiente era completamente diferente. El vehículo era más pequeño y apenas contenía a los dos pasajeros, además de un par de rescatistas que mantenían una distancia calculada. Acron estaba sentado con los brazos cruzados, su cuerpo rígido como una cuerda a punto de romperse.
Ethan, a su lado, intentaba mantenerse tranquilo, pero sus ojos grandes y asustados lo delataban. Se aferraba a su manta como si fuera lo único que le ofreciera seguridad en ese momento.
—¿Por qué no estamos con mi mamá? —preguntó en un susurro, mirando a Acron con lágrimas en los ojos.
Acron se inclinó hacia él, colocando una mano firme pero reconfortante sobre su hombro.
—No te preocupes, Ethan. Pronto estaremos juntos de nuevo. Esto es temporal.
El rescatista al volante lanzó una risa seca.
—Temporal, claro. Si eso te hace sentir mejor, sigue diciéndolo.
Acron lo fulminó con la mirada.
—¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Separarnos para qué?
El conductor ni siquiera lo miró, pero su compañero, un alfa de aspecto más joven, respondió desde el asiento delantero.
—Es un procedimiento estándar. Los alfas y los omegas no viajan juntos para evitar problemas... ya sabes, emociones, instintos.
—Tenemos familia, por el amor de Dios —gruñó Acron, apretando los dientes.
El rescatista joven encogió los hombros, como si no le importara en absoluto.
—Las reglas son iguales para todos. No nos pagan para pensar en sentimentalismos.
Acron apretó los puños, sintiendo cómo la rabia hervía dentro de él. Sin embargo, una pequeña voz lo sacó de sus pensamientos.
—¿Volveremos a estar juntos? —preguntó Ethan, con sus ojos llenos de esperanza y temor.
Acron respiró hondo y se obligó a calmarse.
—Sí, Ethan. Te lo prometo. No dejaré que nos separen por mucho tiempo.
El niño asintió débilmente, confiando en las palabras de su vecino, aunque no podía evitar sentir miedo.
De vuelta en el otro transporte, Cory observaba a Sigrid mientras la joven parecía perdida en sus pensamientos. Sabía que ella estaba preocupada por Acron, aunque tratara de ocultarlo.
—¿Crees que estarán bien? —preguntó Cory, con su voz quebrándose un poco.
Sigrid se giró hacia él y, tras un momento de silencio, asintió con determinación.
—Acron cuidará de Ethan. Es lo que siempre hace, proteger a otros más que a él mismo.
Lisbeth los observó a ambos, sintiendo el peso de la incertidumbre. No sabía qué les esperaba en el lugar al que los llevaban, pero algo en su interior le decía que las cosas no serían como las habían imaginado. Su refugio, sus esfuerzos por sobrevivir, todo había sido arrancado de sus manos en cuestión de horas.
Y ahora, mientras el transporte avanzaba hacia un destino desconocido, solo quedaba una certeza: tendrían que luchar por mantenerse juntos, pase lo que pase.
El transporte finalmente se detuvo frente a unas instalaciones que parecían surgir de la nada en medio del desierto. A pesar de su ubicación inhóspita, el lugar brillaba con luces intensas y líneas limpias, un contraste drástico con el entorno árido. Las paredes de la base eran de un metal oscuro, intercalado con paneles translúcidos que dejaban entrever complejos circuitos luminosos. Las torres de vigilancia se alzaban en las esquinas, con drones que zumbaban silenciosamente en el aire.
Lisbeth bajó del transporte con Cory y Sigrid, la confusión y el cansancio marcados en sus rostros. El aire era pesado, y un extraño zumbido mecánico parecía provenir del corazón de las instalaciones. Antes de que pudieran orientarse, un grupo de personal uniformado, en su mayoría betas, se acercó para organizarlos.
—Avancen en fila y no se separen —ordenó una mujer de cabello recogido, con voz firme pero carente de emoción.
Lisbeth aprovechó el momento para preguntar:
—¿Dónde están mi hijo Ethan y Acron? Los separaron de nosotros.
La mujer apenas la miró antes de responder con frialdad.
—No tengo esa información. Cada transporte tiene un destino diferente.
Cory frunció el ceño, con su mirada preocupada.
—¿Cómo que no saben? Mi hermano estaba en otro vehículo. ¿Qué les ha pasado?
—Los protocolos no permiten que compartamos esos detalles. Están seguros —respondió otro miembro del personal con tono monótono, claramente acostumbrado a lidiar con preguntas similares.
Lisbeth apretó los labios, sintiendo que su preocupación se intensificaba. Pero antes de que pudiera insistir, los guiaron al interior de las instalaciones.
El interior era aún más impresionante que el exterior. Los pasillos estaban iluminados por una luz blanca tenue que parecía provenir de las paredes mismas. Pantallas holográficas flotaban en el aire, mostrando datos incomprensibles para los recién llegados. Las cámaras se movían constantemente, siguiendo cada paso. Una red de tubos transparentes cruzaba el techo, transportando un líquido brillante que emitía un leve resplandor azul.
El grupo fue conducido a una amplia sala donde ya había varios omegas reunidos, todos luciendo igual de confundidos y agotados. Cory observó con inquietud que no había ni rastro de alfas, salvo un pequeño grupo que vestía uniformes distintivos, supervisando desde un nivel superior.
Sigrid miró alrededor, percibiendo la ausencia de Acron como un peso en el pecho.
—Esto no me gusta —murmuró en voz baja Lisbeth, quien asintió en silencio.
Poco después, otro transporte llegó, y de él descendieron 10 omegas más, todos luciendo igual de perdidos que los demás. Uno a uno, los nuevos llegados fueron registrados y conducidos hacia los pabellones. Los betas y omegas del personal distribuían a las personas según un sistema que no explicaban, anotando todo en dispositivos holográficos.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Cory, incapaz de ocultar su incomodidad.
Un beta, que parecía estar a cargo de las muestras de sangre, se acercó con un instrumento extraño en la mano.
—Es un procedimiento estándar. Necesitamos registrar su composición genética y metabólica para asignarles las unidades apropiadas. Extiendan el brazo.
Antes de que pudieran protestar, les tomaron muestras de sangre a cada uno. Lisbeth observó con desconfianza cómo el líquido desaparecía en el interior de un cilindro transparente que inmediatamente comenzó a proyectar gráficos complejos.
— Digan sus nombres ¿Estaban en celo recientemente?—pregunta a todos, el beta de nombre Nico.
—Soy Lisbeth, él es mi hijo mayor Cory y ella la hija de mis vecinos y mejores amigos Sigrid. No...no hemos entrado en celo—responde Lisbeth, omitiendo el hecho que Cory estuvo con Acron en el celo de este, no está segura si Cory entro en celo, se supone que debe manifestarse en tres años, solo por precaución no quieren que lo separen de ellas.
—¿Estuvieron en contacto con algún alfa?
—¿Para qué quieres saber?—pregunta Lisbeth.
—Solo responda por favor.
—Sí, mi hijo Ethan de seis años y mi vecino Acron de 14 años, es el hermano de ella.
—Bien, sigan la fila.
Luego, a cada persona se le entregó un traje ajustado de un material metálico y flexible. Al ponérselo, Lisbeth sintió una extraña sensación de frescor que recorría su cuerpo.
—Estos trajes están diseñados para regular su temperatura y optimizar su rendimiento físico —explicó un técnico sin apenas levantar la vista—. Deben usarlos en todo momento dentro de las instalaciones.
Cory miró el traje con desdén, pero finalmente se lo puso, al igual que Sigrid.
—Esto se siente como una prisión, no como un refugio —murmuró Sigrid, acomodándose el traje.
—Silencio ahí —interrumpió una voz grave desde el nivel superior.
El general, un alfa alto de cabello plateado y ojos acerados de algunos treinta años, estaba observándolos desde una plataforma elevada. Su presencia imponía respeto y miedo a partes iguales. A su lado, un grupo de oficiales alfas discutía en voz baja mientras revisaban datos en sus dispositivos.
—Recuerden que están aquí para su protección y para contribuir al futuro de nuestra especie —anunció el general con voz firme—. Cumplan las reglas y serán recompensados.
Lisbeth apretó los labios, sintiendo que sus palabras eran más una amenaza que una promesa. Pero su mente seguía en un solo pensamiento: ¿Dónde están Ethan y Acron?