En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La calidez del corazón
El día siguiente amaneció con el cielo cubierto de nubes grises y un aire fresco que anunciaba el inminente inicio de la temporada invernal. La ciudad se despertó cubierta por una suave capa de nieve que cubría calles y tejados, transformando el paisaje en un mundo de blanco.
Abby miró por la ventana de su pequeño apartamento, observando los copos que caían de manera delicada y sin prisa. El eco de la fiesta de la noche anterior todavía resonaba en su mente, las risas de Emma y la calidez que había sentido al estar cerca de Jasón.
—No puede ser tan difícil, Abby— murmuró para sí misma, también sintiéndose un poco nerviosa por lo que había ocurrido. Aunque la noche en la fiesta había sido especial, no había habido espacio para una conversación privada. Y ahora, con la nieve cubriendo la ciudad, todo le pareció más nítido y lleno de posibilidades.
Emma se despertó con un entusiasmo que solo la llegada de la nieve podía provocar. Corrió por la casa vestida con un conjunto de pantalones de franela y un suéter rojo, preguntándole a su papá si podía ir a jugar al parque. Él que hasta ese momento había estado revisando algunos documentos, levantó la vista y sonrió.
—Claro, pero primero desayunamos— dijo él, levantándose para preparar algo rápido. El aroma del café y las tostadas llenó la casa, mientras Emma se sentaba en la mesa con los ojos brillando de emocion.
—Papá, ¿qué dices si le pedimos a Abby que venga y nos acompañe?— sugirió Emma con una sonrisa traviesa.
Jasón dudó, mirándola por un momento. La idea le agradaba, pero también le daba miedo que ella se sintiera obligada o que todos esos sentimientos que estaba comenzando a tener por la joven fueran demasiado evidentes.
—Puede ser— dijo finalmente, terminando de preparar el desayuno. Él y la pequeña Emma vivían solos, antes del accidente su esposa era la que se encargaba de la casa, y después de él, Jasón pensó que no sería buena idea que alguien ajeno se ocupara, así que él mismo se encargaba de todo.
Cuando sirvió el desayuno, se quedó unos minutos mirando por la ventana y tomó la decisión de invitar a Abby tal como Emma había pedido.
Casi una hora después de que Jasón enviara el mensaje, la joven llegó a la casa. Bajó del taxi y se detuvo en la acera a observar.
El lugar donde Jasón y Emma vivían obviamente era hermoso, estaba rodeado de grandes pinos y abetos cuyas copas en esos momentos se hallaban cubiertas por la nieve que había caído durante la noche. La casa no era muy grande como las mansiones en las que vive la gente de mucho dinero, pero se notaba que quien vivía allí tenía los recursos suficientes para darse muchos gustos.
Después de pensarlo unos minutos, y empezando a sentir el aire frío sobre su rostro, Abby se acercó y tocó el timbre. Cuando Jasón abrió la puerta ella se sorprendió, lo menos que esperaba era a una persona que abriera.
—Buenos días, Abby— saludó él, dedicándole sin querer una sonrisa cautivadora.
— Buenos días, Jasón— respondió ella con una sonrisa tímida. Al oír las voces, Emma corrió hacia la sala se acercó a la muchacha y la tomó de la mano.
—Abby, ¡Que bueno que viniste! ¿Viniste para ir a jugar con nosotros en la nieve?— preguntó la niña, con los ojos brillando con la promesa de la primera nieve.
La muchacha no pudo evitar sonreír. No solo se sentía emocionada por la idea de pasar el día con Emma, sino que también había algo en la invitación que la hizo sentir parte de algo más grande.
—Claro que sí— aceptó, mirando a Jasón y sintiendo una mezcla de nervios y felicidad al ver su expresión de alivio.
El cielo seguía cubierto de nubes grises, y la nieve caía con delicadeza, como si quisiera envolver al mundo en un abrazo silencioso. Mientras Abby, Jasón y Emma caminaban hacia el parque, el crujido de sus pasos sobre la nieve reciente era el único sonido que rompía el tranquilo paisaje. Emma no podía contener su entusiasmo, saltando entre montículos de nieve y dejando huellas desordenadas a su paso.
—¡Mira cuánta nieve, Abby!— exclamó la pequeña, volviendo la cabeza hacia ella con una sonrisa que iluminaba su rostro. —¿Puedo hacer un ángel?
Abby sonrió, dejando que el espíritu infantil de Emma la contagiara.
—¡Claro que sí! Pero primero necesitas encontrar el lugar perfecto.
Emma corrió hacia un claro en el parque, donde la nieve se extendía inmaculada, y se dejó caer de espaldas, moviendo brazos y piernas con entusiasmo para dar forma a su ángel. Jasón y Abby se quedaron a unos pasos de distancia, observándola con una mezcla de ternura y admiración.
—Tiene energía para todo el día— comentó Abby, cruzando los brazos sobre su pecho para protegerse del frío.
—Es cierto— respondió Jasón con una sonrisa. —Pero esa energía es lo que me recuerda por qué vale la pena todo lo que hago.
Abby lo miró de reojo, notando la sinceridad en sus palabras y la forma en que su rostro se suavizaba al observar a su hija. Había algo en él, una calidez que la hacía sentir segura, como si el frío del invierno no pudiera alcanzarla mientras estuviera cerca.
Después de que Emma terminó su ángel, los tres comenzaron una batalla de bolas de nieve. Emma, con su precisión infantil, logró acertar varias veces en Abby, quien respondía lanzando bolas de nieve que casi siempre fallaban a propósito. Jasón también se unió, fingiendo ser un guerrero formidable, aunque dejó que Emma y Abby ganaran la mayor parte del tiempo. Las risas resonaban en el aire, mezclándose con los copos de nieve que seguían cayendo sin descanso.
Cuando se cansaron de lanzar nieve, Emma decidió construir un enorme muñeco de nieve. Con la ayuda de Abby y Jasón, formaron tres bolas de nieve de diferentes tamaños y las apilaron cuidadosamente. Emma decoró el muñeco con un par de ramas como brazos, una bufanda que Abby le prestó y un gorro rojo que Jasón llevaba en el bolsillo. Al final, colocaron una zanahoria como nariz y pequeños botones que Emma había guardado en su abrigo para los ojos y la boca.
—¡Es el muñeco de nieve más bonito que he hecho!— proclamó Emma, dando un paso atrás para admirar su obra maestra.
—Eso es porque tuvimos una gran arquitecta— respondió Jasón, colocando una mano sobre el hombro de su hija.
El tiempo pasó rápido mientras jugaban, y cuando el sol comenzó a descender en el horizonte, dejando el cielo en tonos de gris y rosa, Emma se tumbó nuevamente en la nieve, esta vez agotada pero feliz. Abby se sentó junto a ella, observando cómo las luces de la ciudad comenzaban a encenderse a lo lejos, mientras Jasón se mantenía de pie, mirando a ambas con una expresión tranquila.
—Gracias por venir hoy— dijo Jasón de repente, rompiendo el silencio.
Abby levantó la vista, sorprendida por el tono serio de su voz.
—No tienes que agradecerme. Me encanta pasar tiempo con Emma… y contigo también.
Jasón esbozó una sonrisa, y durante un momento, el mundo pareció detenerse. Había algo en la manera en que Abby lo miraba, una honestidad que lo desarmaba y al mismo tiempo lo hacía sentir más fuerte.
—Creo que es hora de volver— dijo Jasón finalmente, viendo cómo Emma intentaba ocultar sus bostezos.
De camino a casa, Jasón cargó a Emma en brazos mientras ella descansaba contra su hombro, medio dormida pero con una sonrisa de satisfacción. Abby caminó junto a ellos en silencio, disfrutando de la tranquilidad del momento y de la conexión que había sentido durante el día.
Al llegar a la casa, Jasón llevó a Emma a su habitación y la arropó con cuidado antes de regresar a la entrada, donde Abby esperaba con su abrigo puesto y las manos en los bolsillos.
—Gracias de nuevo por venir. Este día fue muy especial para Emma… y para mí— dijo Jasón mientras ambos caminaban hacia puerta.
La muchacha sonrió, sintiendo cómo una calidez se extendía por su pecho a pesar del frío exterior.
—Yo también lo disfruté. Gracias por invitarme.
Antes de que pudiera irse, Jasón la detuvo por un momento.
—Abby…
Ella se volvió.
—Espero que podamos hacer esto de nuevo pronto— dijo él, con su voz cargada de significado.
Abby asintió, notando cómo sus corazones parecían latir al unísono.
—Me encantaría.
Cuando Abby subió al taxi y este se alejó de la casa, observó por la ventana cómo la figura de Jasón se desdibujaba entre la nieve. Aunque el día había terminado, algo dentro de ella sabía que aquello apenas era el comienzo. La primera nieve no solo había transformado la ciudad, también había sembrado en su corazón la esperanza de nuevos comienzos.