En un reino gobernado por una familia real que ha reinado durante siglos, Lilith, una joven de extraordinaria belleza y poderes mágicos, nace destinada a ser la villana del cuento. Desde niña, Lilith ha sido marginada y temida por los habitantes del reino, quienes creen que su sola existencia traerá la ruina a todo lo que ama.Cuando el rey y la reina mueren en extrañas circunstancias, Lilith se ve obligada a huir del palacio y a esconderse en las sombras, mientras que su hermano Azrael asciende al trono, convirtiéndose en un gobernante tiránico y despiadado.Decidida a reclamar su derecho al trono y a demostrar que no es el monstruo que todos creen, Lilith se embarca en una peligrosa aventura, enfrentándose a criaturas mitológicas, aliados inesperados y a su propio destino. A lo largo de su viaje, Lilith deberá aprender a abrazar su naturaleza oscura y a utilizarla para liberar a su reino de las garras de su hermano.¿Logrará Lilith superar los prejuicios y convertirse en la heroína de su propia historia? Descúbrelo en esta épica novela de fantasía, llena de magia, intriga y un giro inesperado que te dejará sin aliento.
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Capitulo 11
Capítulo 11 - Confrontación Final
La imponente figura de mi padre se irguió del trono, clavando sobre nosotras una mirada llena de ira y desprecio.
—Así que al final te has revelado contra mí, Lilith —dijo con voz grave—. Y has traído a esa traidora contigo.
Selene avanzó un paso al frente, con el rostro sereno pero determinado.
—Tu reinado de tiranía ha llegado a su fin, Xander —respondió ella, con autoridad—. Tu hija y yo hemos venido a detener la oscuridad que has dejado caer sobre este reino.
Mi padre soltó una carcajada fría y cruel.
—¿Crees que pueden vencerme? —espetó—. ¡Soy el Rey Oscuro! Mi poder es infinito y no podrán hacer nada para detenerme.
Extendió su mano, y una energía oscura y poderosa comenzó a emanar de él, envolviéndolo en una aura siniestra.
Selene y yo nos pusimos en guardia, listas para enfrentar su ataque.
—Lilith, recuerda todo lo que te he enseñado —dijo Selene, sin apartar la mirada de mi padre—. Canaliza tus emociones y usa tu magia como un escudo y una espada.
Asentí con determinación, sintiendo cómo la energía mágica fluía a través de mí, lista para responder a mi llamado.
Mi padre nos observó con una sonrisa maliciosa.
—Veamos de qué están hechas —dijo, y lanzó un poderoso hechizo oscuro en nuestra dirección.
Selene y yo nos movimos con agilidad, evadiendo el ataque y contraatacando con nuestros propios conjuros. La batalla se desató en el salón del trono, con rayos de energía mágica chocando entre sí, creando un estruendo ensordecedor.
Pude sentir cómo mi padre intentaba quebrar mi voluntad, lanzando hechizos que buscaban debilitarme física y mentalmente. Pero me mantuve firme, evocando imágenes de mis seres queridos y del futuro que quería construir para este reino.
Poco a poco, fui ganando terreno, logrando que mi padre retrocediera ante la fuerza de mis conjuros. Selene, por su parte, demostraba una maestría sin igual, creando barreras de protección y lanzando poderosos ataques que castigaban a mi padre sin piedad.
Finalmente, tras un intercambio particularmente intenso, mi padre cayó de rodillas, jadeando con dificultad.
—Malditas... —masculló, mirándome con ojos desorbitados—. ¿Cómo es posible que me estén venciendo?
Me acerqué a él, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.
—Es el precio que has pagado por tu ambición y tu crueldad, padre —respondí, con voz firme—. Has caído en la oscuridad y ahora debes enfrentar las consecuencias.
Él me observó con una expresión de incomprensión y rabia.
—¿Crees que esto se ha terminado? —gruñó—. ¡Yo soy el Rey Oscuro! ¡Esta batalla apenas comienza!
De pronto, una energía oscura y poderosa comenzó a emanar de él, formando una especie de aura maligna a su alrededor. Selene se colocó delante de mí, en actitud protectora.
—¡Lilith, canaliza tu magia! —gritó—. ¡Debes detenerlo antes de que se libere por completo!
Sentí cómo la energía oscura me envolvía, buscando quebrar mi voluntad. Pero en vez de dejarme dominar por el miedo, concentré mi mente en los recuerdos más preciados, en el amor de Endymion y la esperanza de un futuro mejor.
Con un grito de determinación, expulsé esa energía siniestra, canalizando todo mi poder en un hechizo devastador que impactó directamente contra mi padre.
Xander lanzó un alarido desgarrador mientras la magia lo envolvía, reduciendo su cuerpo a cenizas. La energía oscura que lo rodeaba se disipó, dejando en su lugar solo un montón de polvo.
Respiré agitadamente, el cansancio y la emoción reflejados en mi rostro. Selene se acercó a mí y me miró con orgullo.
—Lo has logrado, Lilith —dijo, posando una mano sobre mi hombro—. Has vencido a la oscuridad que se había apoderado de este reino.
Asentí con una pequeña sonrisa, consciente de que esto era solo el comienzo. Aún quedaba mucho por hacer para reconstruir y sanar las heridas que mi padre había dejado a su paso.
Damien y los demás irrumpieron en el salón del trono, sus rostros iluminados por la victoria.
—¡Lo lograron! —exclamó Damien, acercándose a nosotras—. ¡Han derrotado al Rey Oscuro!
Los vítores y las aclamaciones llenaron el lugar, pero yo no pude evitar sentir una punzada de tristeza al ver el final de mi padre. A pesar de todo, seguía siendo mi progenitor.
Selene pareció notar mi expresión y me abrazó con ternura.
—Sé que no es fácil, mi niña —murmuró—. Pero has hecho lo que era necesario para salvar a este reino y a su gente.
Asentí, secándome las lágrimas que amenazaban con brotar.
—Lo sé —respondí—. Ahora es momento de reconstruir y de sanar las heridas que dejó su reinado.
Damien se acercó a nosotras, con una mirada solemne.
—Princesa Lilith —dijo, inclinándose ante mí—, el trono te pertenece por derecho. Es hora de que asumas tu lugar como soberana de este reino.
Sentí cómo el peso de esa responsabilidad caía sobre mis hombros, pero también una sensación de determinación y propósito.
—Acepto —respondí, con voz clara—. Haré todo lo que esté en mis manos para guiar a este pueblo hacia un futuro de paz y prosperidad.
Los presentes vitorearon con entusiasmo, y supe que, a pesar de los desafíos que se avecinaban, contaba con el apoyo de mis leales amigos y aliados.
Juntos, reconstruiríamos este reino, sanando las heridas del pasado y construyendo un mañana más brillante. Esa era mi determinación, y nada ni nadie podría detenerme.
Esa es mi humilde opinión.