Entre La Equitación Y La Pasión

Más tarde, mientras recorría los jardines, Astrid escuchó pasos detrás de ella. Al volverse, vio a un hombre alto, de cabello entrecano y mirada noble.. su padre, el duque Ashton Huxley. Llevaba un abrigo oscuro y un bastón de plata, símbolo de su rango y elegancia.

Duque Ashton: Astrid… no puedo creerlo. Pensé que seguirías encerrada en tu habitación.

Astrid: (sonriendo con timidez) Buenos días, padre. Me sentía mejor y quise salir a caminar un poco.

Duque Ashton: (con una mezcla de alivio y emoción) Me alegra verte así, hija. Después de la partida de tu madre… pensé que no volverías a sonreír.

Astrid bajó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía exactamente qué decirle. Dentro de sí, sabía que no era la misma Astrid que él recordaba, pero su corazón se conmovía con la tristeza de ese hombre que claramente amaba a su hija.

Astrid: Padre… ¿podría pedirle algo?

Duque Ashton: Claro, dime, pequeña.

Astrid: Quisiera… cabalgar.

El duque la miró sorprendido, casi sin entender lo que acababa de escuchar.

Duque Ashton: ¿Cabalgar? Pero, Astrid, tú nunca te has acercado a un caballo. Siempre te daban miedo.

Astrid: (tratando de sonar natural) Lo sé… pero ahora siento que… que debo intentarlo. por favor..

El duque frunció el ceño, confundido, pero luego sonrió con ternura.

Duque Ashton: Si eso es lo que deseas, te lo permitiré. Hablaré con el encargado de los establos para que te prepare el corcel más dócil. Pero prométeme que irás acompañada.

Astrid: Lo prometo, padre.

El duque le acarició el rostro con una suavidad que la hizo estremecer.

Duque Ashton: Me alegra verte viva de nuevo, Astrid. Quizás el dolor comience a irse poco a poco.

Astrid asintió, y cuando su padre se alejó, miró hacia el horizonte con el corazón latiendo con fuerza. En su mente solo había un pensamiento, una esperanza que la llenaba de emoción..

[Si tengo suerte… quizá te vuelva a ver, Sombra.]

Astrid caminó con paso lento pero emocionado hacia los establos, guiada por un sirviente que llevaba una linterna y sonreía con respeto. Al llegar, quedó completamente maravillada.

El lugar era enorme, casi como un palacio para caballos. Las vigas de madera oscura estaban impecablemente pulidas, el suelo cubierto con heno limpio, y cada corral tenía una placa dorada con el nombre del animal grabado con letras elegantes. Los caballos relinchaban suavemente, bien cuidados, con crines brillantes y ojos atentos.

Astrid: (mirando a su alrededor) Es… increíble… nunca imaginé que existiera un sitio así.

El cuidador de caballos de los establos se inclinó con respeto.

Cuidador de caballos: Señorita Astrid, bienvenida. Su padre dijo que deseaba conocer a los caballos.

Astrid: Sí… hace poco descubrí que quiero aprender. ¿Puedo acercarme?

Cuidador de caballos: Por supuesto, señorita, todos son mansos.

Astrid avanzó despacio entre los corrales. Cada caballo era distinto.. uno blanco como la nieve, otro castaño rojizo, y un imponente corcel negro que por un instante la hizo contener el aliento… pero no era Sombra. No tenía la misma mirada, ni ese brillo cálido que ella recordaba.

Aun así, se acercó, extendiendo la mano.

Astrid: (acariciando su hocico) Hola, pequeño… eres hermoso.

El animal bufó suavemente y apoyó la cabeza en su hombro. Astrid sonrió. Era la primera sonrisa genuina desde que había despertado en esa nueva vida.

Cuidador de caballos: (sonriendo) Parece que le agrada, señorita.

Astrid: Tal vez… los caballos y yo tengamos más en común de lo que pensaba.

Mientras recorría el establo, sintió que el aroma del heno, el sonido de los relinchos y el calor de aquellos animales despertaban algo profundo en su interior. Por primera vez, se sintió viva, conectada con ese mundo.

Minutos despues, Astrid se detuvo frente a un hermoso caballo blanco, tan elegante que parecía sacado de un sueño. Su pelaje brillaba bajo la luz del sol que entraba por las rendijas del establo, y sus ojos la miraban con una dulzura casi humana, como si la reconociera.

Astrid: (acercándose despacio) Hola… eres precioso.

El animal relinchó suavemente, moviendo la cabeza con energía, como si se alegrara de verla. Astrid sonrió.. sintió que una calidez la recorría de pies a cabeza, una conexión profunda e inexplicable.

En ese momento apareció James, el cuidador de caballos. Era un hombre mayor, de rostro curtido por los años y las madrugadas en el establo, pero con una mirada bondadosa y una calma que inspiraba confianza.

James: Señorita Astrid, veo que le ha gustado Valiant. Es un caballo noble, pero fuerte. ¿Desea que lo prepare para montar?

Astrid: Sí, por favor. Me gustaría cabalgar un poco.

James arqueó una ceja, sorprendido, pero no dijo nada. Todos en la mansión sabían que la joven Astrid jamás se había acercado a un caballo antes. Sin embargo, el brillo decidido en sus ojos le recordó a la difunta duquesa, y no pudo negarse.

James: Como desee, señorita. Pero debo advertirle que montar requiere calma y equilibrio. Permítame explicarle cómo hacerlo.

Astrid asintió y lo observó preparar la montura con movimientos lentos y cuidadosos. Mientras él hablaba, explicándole la posición correcta de las piernas, las riendas y cómo mantener el control, ella escuchaba con atención, aunque en su interior sabía perfectamente qué hacer.

El recuerdo de su otra vida.. las galopadas bajo la lluvia, el sonido del viento y el poder de Sombra bajo sus manos.. vibraba en lo más profundo de su ser. Pero no dijo nada.

Astrid: (sonriendo) Entendido, James. Seré cuidadosa.

James: Muy bien, señorita. Cuando quiera, suba despacio.

Ella colocó el pie en el estribo y montó con una facilidad tan natural que James la observó con asombro.

James: (murmurando para sí) Nadie creeria que nunca había montado antes…

Astrid acarició el cuello de Valiant, que resopló satisfecho.

Astrid: (en voz baja) Tranquilo, amigo. No te haré daño.

Y mientras el caballo daba sus primeros pasos fuera del establo, Astrid sintió el corazón latir con fuerza. No era Sombra… pero por primera vez desde su despertar, volvió a sentir libertad.