Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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A salvo
Vanity
Mientras espero con mi hijo bajo un puente en la ciudad de Milán, sé que tomé la decisión correcta al llamar a Mauro.
Él podrá ayudarnos.
Lo único que tomé antes de huir fue mi cartera en la cual tenía unos pocos euros, los necesarios para pagarnos un pasaje en tren a Milán… el último lugar donde me sentí a salvo.
A salvo en los brazos del hombre que se acerca furioso mientras mira mi rostro.
Rompo en un sollozo antes de ser contenida en sus brazos.
–Dime dónde está y lo mataré –masculla Mauro mientras sus ojos verdes miran el golpe en la frente de Georgie.
Me alejo mientras seco las lágrimas, que se niegan a dejar de caer.
–No quería llamarte, pero no tengo a nadie…–comienzo a explicarle, pero me detengo cuando me doy cuenta de que estoy sola en esto. Sola con mi pequeñito–. Solo tengo a este pequeño. George se quedó con todo… él tiene todo mi dinero, todas mis cosas…–susurro con culpa. No debí llamarlo. Mauro tiene una esposa, la cual debe estar odiándome en este momento–. Lo siento mucho, Mauro, sé que no debería haberte llamado, pero cuando salí de esa casa traté de recordar cuando fue la última vez que me sentí a salvo y… Lo siento. Venecia debe odiarme.
Mauro me abraza y besa la cima de mi cabeza como hace años solía hacerlo.
–Venecia me pidió que viniera a ayudarte –dice–. Me alegra que me llamaras.
Mi hijo estira sus brazos hacia Mauro, y yo sonrío antes de entregárselo. Vuelvo a romperme cuando entiendo que mi pequeño, a pesar del infierno que vivió, sigue confiando en las personas.
Mauro besa la cima de la cabeza de Georgie y luego atrapa su nariz, haciéndolo reír.
–Georgie confía en las personas correctas, ¿verdad, cielo? –le pregunto y mi pequeñito me devuelve una sonrisa, que inflama mi corazón.
–Vamos a mi casa –dice Mauro.
Retrocedo asustada.
–No puedo, George puede encontrarnos.
Las comisuras de la boca de Mauro se elevan en una sonrisa. –Ese hombre no podrá acercarse a ustedes, te lo aseguro.
–No lo conoces, no conoces el poder que tiene él y su familia. Sabe de mi pasado, será el primer lugar en el que me buscará.
Claro que lo hará, siempre ha estado obsesionado sobre mi relación con Mauro.
–No entrará –insiste.
–No quiero que se vuelva a acercar a nosotros, menos a Georgie –le pido aterrada–. No quiero que pueda volver a lastimarlo. Por favor.
–¿Qué necesitas? –pregunta en un tono suave.
–Un lugar lejos de aquí. Un lugar donde pueda ocultarme y empezar de nuevo –le pido–. Un lugar seguro –agrego en un susurro.
Lo único que quiero es un lugar seguro para Georgie.
Mauro toma su teléfono y se aleja.
Lucho contra el miedo irracional de que pueda estar llamando a George. Recuerdo como era mi vida al lado de este hombre, el cariño que siempre vi en sus ojos, y sé que el miedo está solo en mi cabeza. Mauro no me lastimaría.
Luego de un momento se acerca con resolución.
–Pronto estarás en un lugar seguro –declara y todo mi cuerpo se relaja antes de estallar en un sollozo doloroso.
Me lanzo a su pecho con mi pequeño en brazos.
–Gracias, Mauro. Gracias por todo.
Besa la cima de mi cabeza. –Agradéceme cuando estés a salvo –pide.
Sonrío y seco mis lágrimas antes de mirar los ojos oscuros de mi pequeñito.
–Hoy comenzaremos una nueva aventura –le juro a mi pequeño, quien me sonríe.
Hoy volveremos a vivir.
*****
–Por favor, use su cinturón –me indica la azafata, despertándome de un sueño inquieto–. Estamos a minutos de aterrizar en el aeropuerto de Sinaloa.
Asiento con una sonrisa antes de abrazar con más fuerza a mi pequeño, quien sigue durmiendo.
Beso el enorme chichón en su frente con mi corazón roto.
Pensé que Georgie estaba a salvo, pensé que su papá no lo lastimaría, pero me equivoqué, y esa equivocación me pesará toda la vida.
Sujeto la peluca rubia sobre mi cabeza y miro por la ventana como la ciudad comienza a hacerse cada vez más grande. Nunca he estado en México, ni siquiera cuando modelaba me tocó viajar a este país.
Mierda, no hablo español.
Mauro me dijo que un amigo de él me estaría esperando en el aeropuerto, pero no me dijo nada del idioma. Espero que no sea un problema.
Como medida preventiva tomo el celular que Mauro me entregó y descargo una aplicación de idiomas.
Aprendo rápido, claro que no tan rápido como para aprender un par de frases antes de que el avión aterrice, pero al menos puedo intentarlo.
Georgie despierta cuando estoy intentando aprender a decir hola y toda mi atención se centra en mi persona favorita.
–¿Dormiste bien, cielo?
Mi pequeño asiente antes de bostezar y no puedo evitar besar todo su pequeño rostro.
–¿Papi? –pregunta asustado mirando a su alrededor.
Abrazo a mi hijo. –Papi no está aquí.
Siento como su pequeño cuerpo se relaja y sé que tomé la decisión correcta.
–Oh –exclama mi pequeño cuando el avión toca tierra y luego sonríe–. No. No. No –dice golpeando el aire.
Mami, papi, no y ya, son las únicas palabras que sabe hasta el momento. Georgie tiene once meses y cada día aprende algo nuevo.
–Estamos a salvo –le digo y me gano otra hermosa sonrisa.
Juro que por esas sonrisas vivo.
Georgie aplaude cuando el avión comienza a detenerse.
–Estamos a salvo –repito, porque necesito creerlo.
Georgie y yo estamos a salvo.
migajera jamás... ahora solo reciba lo q se merece, xq vos vales mucho ...
se cree la última coca del desierto...
es al revés contigo jamás sería feliz...