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Mi Sexy Tutor

Mi Sexy Tutor

Status: En proceso
Genre:Romance / Amor a primera vista / Profesor particular / Diferencia de edad / Colegial dulce amor / Chico Malo
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Alondra Beatriz Medina Y

Lucía, una tímida universitaria de 19 años, prefiere escribir poemas en su cuaderno antes que enfrentar el caos de su vida en una ciudad bulliciosa. Pero cuando las conexiones con sus amigos y extraños empiezan a sacudir su mundo, se ve atrapada en un torbellino de emociones. Su mejor amiga Sofía la empuja a salir de su caparazón, mientras un chico carismático con secretos y un misterioso recién llegado despiertan sentimientos que Lucía no está segura de querer explorar. Entre clases, noches interminables y verdades que duelen, Lucía deberá decidir si guarda sus sueños en poemas sin enviar o encuentra el valor para vivirlos.

NovelToon tiene autorización de Alondra Beatriz Medina Y para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una invitación fuera de lugar

...╞═════𖠁ೋღ****La ciudad despierta con un rugido, pero yo ya llevaba horas escuchando el silencio de mis propios pensamientos. ღೋ𖠁═════╡...

...◦•●◉✿◥𝑳𝒖𝒄𝒊𝒂, 𝒍𝒂 𝒄𝒊𝒖𝒅𝒂𝒅 𝒚 𝒖𝒏 𝒃𝒐𝒍𝒊 𝒔𝒊𝒏 𝒕𝒊𝒏𝒕𝒂◤ ✿◉●•◦...

El despertador grita a las siete, pero yo ya me encontraba despierta, observando el techo de mi habitación como si tuviese las respuestas a todos mis problemas. La ciudad jamás duerme, y el ruido de los coches empezaba a colarse por la ventana. Mientras me recordaba que el día ya había comenzado sin siquiera pedirme permiso. Tengo una montaña de libros y apuntes desparramados encima del escritorio, y mi mochila parecía un rompecabezas imposible. Hoy tengo clases de escritura creativa, y no planeo volver a llegar tarde otra vez.

Me levanté, me puse una camiseta y unos vaqueros, para luego empezar a introducir mis cosas en la mochila: el cuaderno donde suelo escribir mis poemas, un boli que siempre se queda sin tinta, el portátil que pesa de una manera que parece que estuviera hecho de plomo. Observó el cuaderno por unos segundos de más. Últimamente, he estado escribiendo sobre cosas que no comprendo, como el vacío que comienzo a sentir en el momento en el cuál la ciudad decide callarse por un instante. Pero no había tiempo para esto ahora.

—¡Lucía, vámonos, que se nos está haciendo tarde! —La voz de Sofía atravesó la puerta, seguido de un golpe impaciente. Ella es mi compañera de piso y tiene la energía de un huracán, y hay veces que me agoto de solo mirarla.

—¡Estoy llendo, aguanta! —le grito, mientras intentaba cerrar la cremallera de la mochila. Pero algo se atacó, quizás solo fue un cuaderno rebelde. Así que solo me limité a supirar y lo dejé como estaba.

Salí al salón, en donde se encontraba Sofía apoyada en la encimera, mientras se comía un plátano y a la vez revisaba su móvil. Llevaba puesta una chaqueta de cuero que parecía sacada de una película y el pelo recogido en una coleta desordenada que, no sé cómo, pero le queda perfecta.

—¿Lista o qué? —agregó, sin alzar su vista.

—Más o menos. —Dije, mientras me ajustaba la mochila en el hombro—. ¿Porque siempre estás tan despierta a esta hora?

—Es un don. —Exclamó, sonriendo mientras tiraba la cáscara del plátano a la basura—. Venga, que el metro no nos va a esperar.

Caminamos las tres calles hasta la estación, esquivando a los oficinistas con cara de lunes eterno y a los repartidores en bicicleta que parecían estar jugando a las carreras. La ciudad estaba viva, con su caos de cláxones y luces parpadeantes. Y Sofía no paraba de hablar: de que si el examen de literatura, que si el café de la uni es un asco y que si deberíamos pintar el piso de un color que fuera menos deprimente. Yo solo asentí, pero mi cabeza se encontraba en otra parte, pensando en el proyecto de escritura creativa. “Escriban sobre alguien que los inspire,” dijo la profesora. Pero no tengo ni puta idea de quién elegir. ¿Sofía, quizás? No, demasiado caótica. ¿Mi madre? Demasiado lejos.

En la uni, el aula de escritura creativa se encontraba medio vacía cuando llegamos. Sofía y yo, nos sentamos al fondo, como siempre, así que opté por sacar mi cuaderno, y fingir que estaba releyendo mis apuntes. La profesora llegó tarde, así que la clase era un murmullo de charlas y móviles. Me encontraba garabateando en una esquina del cuaderno —nada importante, solo eran líneas que no llevaban a ningún lado— cuando de repente, alguien tomó asiento en la silla de al lado.

—Ey, Lucía, ¿cómo estás? —Era Marcos, uno de esos chicos que siempre parece estar organizando algo. Tiene el pelo rizado y una sonrisa qué parecía ensayada.

—Bien, supongo. —Levanté la vista, un poco sorprendida. Ya que no suelo hablar mucho con él fuera de clase.

—Oye, este finde haremos una fiesta en el piso de Dani. Va a estar brutal. —dijo, inclinándose hacia mí, como si me estuviese contando un secreto de estado—. ¿Te apuntas?

—No lo sé... —Digo, encogiendome de hombros, mientras miraba mi cuaderno—. No soy mucho de fiestas.

—Venga, no me digas algo así. —se empieza a reír, y su voz llenó el espacio que existía entre nosotros—. ¿Qué vas a hacer si no? ¿Te quedarás en casa viendo series? Aburrido.

—No es aburrido —repliqué, poniéndome un poco a la defensiva—. Además no bebo.

—¿Y quién te va a obligar a beber? —inquirió Marcos levantando las manos, como si se estuviera rindiendo—. Habrá refrescos, música, buena vibra. Solo tienes que estar ahí, Lucía. Con eso ya vale.

—No lo sé... —volví a repetir, porque no se me ocurría nada mejor. Las fiestas siempre me hacían sentir fuera de lugar, como si todos supieran un chiste que yo no entiendo.

—Sofía también irá —añadió, mientras señalaba con la cabeza hacia donde se encontraba Sofía escribiendo algo en su móvil, ajena a todo—. Pregúntale si no me crees. Va a ser épico, te lo prometo.

Miré a Sofía, que ahora sólo se estaba riendo de algo en su pantalla. No me sorprendía en lo absoluto que vaya. Porque Sofía es de las que se meten en cualquier plan sin siquiera pensárselo dos veces. Yo, sin embargo, siempre suelo pensar demasiado.

—Vale, lo pensaré —contesto, solo para que Marcos pueda dejarme en paz.

—¡Esa es mi chica! —dijo mientras se limitaba a levantarse, para luego darme una palmada en el hombro que hizo que me encogiera—. Te enviaré los detalles por WhatsApp. No te vas a arrepentir.

Después de decir aquello, se fue justo cuando la profesora entró en el aula, y yo me hundía un poco en la silla, con la cabeza llena de ruido. Una fiesta. Genial. Como si necesitara más cosas en las que sentirme perdida. Opté por abrir mi cuaderno y comencé a escribir, casi sin darme cuenta: : "A veces, la ciudad me invita a lugares donde no quiero estar". Al terminar, tacho la frase. No es buena, pero es verdad.

La clase había comenzado, y yo solo seguía garabateando, mientras me preguntaba si alguna vez encontraría algo —o a alguien— que valiera la pena escribir.

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