Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
NovelToon tiene autorización de Mel G. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
PROPUESTAS
...Santos:...
Sentí que el mundo se venía encima cuando escuché al notario decir que Reachel debia casarse. Aunque estaba molesta yo la conocía bien, sabía que era capaz de casarse con tal de no perder la empresa de su padre. Era entendible ella había basado toda su vida en ser la mejor para ser digna de trabajar ahí.
Trate de comunicarme con ella, pero me fue muy difícil, no respondía su telefono y ya la había buscado en los lugares a los que ella iba cuando se molestaba, no estaba en ninguno.
Tampoco estaba en casa de Elena cuando pase a dejarla ¿en donde estará? De pronto lo supe.
Me fui directamente a casa de la señora Aurora, la cenizas de su padre se encontraban en un altar en el jardin de la casa.
No había pensado en que estaría ahí por que ella no quería volver, pero sabía que necesitaba encarar a su padre aunque él no le reponda.
Pase sin avisar, esta tambien fue mi casa y nunca ha sido un problema que llegue sin informar antes.
Cuando entré, lateral a la entrada hay un pequeño salón, ahí se encontraban Franco y el molesto de Edgar Bolat. Me extraño que estuviera aquí, pero últimamente se le ve mucho juntos, tal vez estén realizando algún negocio juntos, ya que no pudieron convencer a Elliot.
“Ay Elliot amigo”. Me dejaste mucho trabajo aquí.
Fui directamente al jardin, al altar de mi segundo padre el señor Salvador Zenón.
Cuando llegue efectivamente Reachel estaba ahí.
— Por fin te encuentro.
Ella estaba incada frente a la foto de su padre.
Se giro para verme.
Tenía sus hermosos ojos verdes cristalizados.
— Tu conociste a mi padre, sabes que siempre fue un hombre justo, nunca me impuso nada, siempre me dejó tomar mis propias decisiones, pero… — Miro su foto de nuevo.— Toda mi vida la he dedicado para poder trabajar en esa empresa, ahora no se que hacer.
— ¿Está tan mal si las cosas no pasan como tú quisieras? — Me senté en el pasto en diagonal a ella con los brazos sobre mis rodillas.— Quiro decir ¿Que tan malo puede ser si la empresa de tu padre pasa a ya no ser de la familia? Se que la mayoría de las acciones la manejaría otra persona pero aún está la párte de los demás socios y las mías, aún puedes trabajar ahí si así lo deseas.
Se giró para sentarse tambien de frente a mi. — Creo que… creo que siento la necesidad de demostrar que puedo con esto.
— No tienes que demostrar nada, puedes con ello, lo demuestras cada dia, solo mírate, estuviste convaleciente y eso no te detuvo de terminar la universidad, ni tus proyectos, ni nada. — Agregué.
Se quedó sopesando mis palabras.
— Tienes razón no vale la pena, aunque va dolerme mucho, no puedo perder mi libertad solo por la empresa. —Suspire aliviado, yo no soportaría verla casarse con alguien mas. — Podrías llevarme a casa de mi hermano.
— Claro. — Me levante y la ayude ponerse de pie.
Pisó en falso con su tacón, y cayó al suelo, me tomo desprevenido lo que provocó que no pudiera sostenerla y caí encima de ella.
Nuestros rostros quedaron uno frente al otro, nuestras narices se rozaron, pero me aparté de imediato, no podia darme el lujo de volver a cometer el mismo error que cometí hace unas semanas de besarla.
Me levante y volví ayudarla, la atrape de cintura y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
— ¿Estas bien?
— Si si estoy bien, solo me tambaleé un poco.
— ¿Puedes caminar? — Pregunté preocupado.
— Si sin problema.
Ella comenzó a caminar y efectivamente no tenía problema.
Justo cuando pasó frente a mi dejó un rastro de su perfume, casi en automático lo olí cerrando los ojos. Me obligue a ir tras de ella.
Cuando entramos a la casa su madre nos interceptó.
— Reachel hija ¿podemos hablar?
— Estoy muy cansada madre, además, Santos va llevarme a casa.
— Por favor te lo pido. — Insistió Aurora.
Ella me observo.
— Si tienes que hablar con tu madre yo te espero.
Ellas fueron al Salón y yo me quedé en mi lugar, me di cuenta que no les molestaba mi presencia, por lo que me quede a escuchar.
— ¿Hija que has pensado? — Su madre la tomo de las manos.
— Es una responsabilidad muy grande madre, pero no es eso lo que me detiene y lo sabes, voy a renunciar a la empresa de mi padre. Lo siento mamá, pero no puedo perder mi libertad por algo como esto.
— Te entiendo completamente mi niña. — Paso una mano por la barbilla de Reachel.
— ¡Vaya! — Unos aplausos se escuchaban venir desde el salón lateral. — Hasta que por fin estamos de acuerdo en algo. — Franco hizo acto de presencia, lo seguí con la vista.
— No veo por que estas tan contento. — Estrecho los ojos su madre.
— Pues por que mi hermanita, al fin pensó con la cabeza y decidirá dejarme la presidencia.
Reachel le lanzó una sonrisa fingida y después le volteó los ojos.
Yo siempre trataba de mantenerme al margen lo más que podia para evitar problemas con Franco.
— Tu hermana no puede hacer eso, si no es ella ya no sera nadie, la empresa y los bienes pasarán a la beneficiencia y solo quedará lo suficiente para que yo viva mi vejez tranquila.
— Eso no puede ser cierto, por que ese viejo se empeñó en arruinarme la existencia. — Se enojó de imediatamento.
— Ay ya deja quejarte. — Su madre cada vez le tenia menos paciencia.
— No puedes dejar que la empresa se pierda ¿Que acaso no estan pensando con claridad? ¿Por que rechazarías algo así? — Se dirigió a su hermana.
— Tu padre le pusó una condición y ella no quiere cumplirla. Es entendible. — Le explicó Aurora.
— ¿Que condición?
— Tu hermana se tiene que casar. — El soltó su carcajada de desquiciado que tanto lo caracterizaba. — ¿Que te da risa? — Le preguntó su madre cansada de su comportamiento.
— Me da gusto saber que no soy el único al que ese viejo le esta arruinando la vida, aun después de muerto. — Su madre negó con la cabeza. — Debemos hacer algo, impugnar, alegar demencia que se yo.
Aurora pasó su dedo medio una y otra vez entre sus cejas cansada de escuchar a su hijo.
— Esto se puede solucionar de una manera muy fácil. — Bolat hizo acto de presencia.
— Señor Bolat. — Reachel le tenia mucho respeto a ese señor por lo que se pusó de pie.
— Mi pequeña Reachel. Veo que estás en un gran dilema.
— Pues no, por que ya decidí renunciar a la herencia. — Respndió ella.
— ¿Por que? Si este problema se puede solucionar de una manera muy fácil.
— ¿Cual? — Preguntó ingenua.
Ya me imaginaba yo por dónde iba este hombre.
— Solo nececitas escoger a un hombre de confianza, realizar un contrato si te hace sentir más segura y casarte solo en apariencia no tiene que ser una relación real.
— Pero tiene que ser real. — Dijó confundida Reachel.
— Así es, ante la sociedad, y ante la ley sera real pero ustedes sabrán que no lo es. Se pueden poner varias cláusulas que te dejen protegida por cualquier cosa.
— ¿Tambien íntimamente?— Preguntó ella.
— Mmm no. — Dudo el hombre. — Un mstrimonio para ser válido debe consumarse, pero para eso sera un hombre de confianza alguien, que nunca te tocará a pesar de no estar por escrito.
— Pero no tengo a nadie así. — ¿En verdad Reachel lo estaba considerando?
— Se me ocurre un candidato. — Maldito viejo asqueroso que no se atreva. Reachel lo vio expectante. — Yo . — Soltó de su inmunida boca y apreté mis puños.
— Se que es extraño mi niña, pero solo sería la firma, obviamente no habría nada entre nosotros, por Dios te quiero como a mi hija. — Soltó el sin vergüenza.— Además podría ayudarte a gestionar tu empresa.
Ella cruzó la mirada con su madre.
Por favor Dios dame fuerza para no matar a este hombre.
— Ta… tal vez funcione.
¡¿Que?! No puedo creerlo ¿Acaso Reachel se había vuelto loca?
Franco sólo observaba. Reflejaba un rostro de pensar lo que escuchaba. — Me parece una buena idea.
No no no no algo anda mal con estos dos.
— Un momento. — Me atreví a entrometerme. — Todos me observaron. — Si ese va a ser el caso. Reachel yo puedo casarme contigo.
Sus labios se separaron un poco por la sorpresa, era entendible ella me ve como su hermano.
Ni siquiera yo se de donde estoy sacando el valor para decir estas palabras.
— ¿A ti quien te dijó que podías opinar en este asunto? — Bramó Franco.
— Reachel se, que es extraño, pero no nececitas aceptar la propuesta de este hombre si estas considerando casarte, yo puedo hacerlo contigo, ya hemos vivido juntos, soy a quien más confianza le tienes. — Traté de convencerla.
— Muchacho ella nececitas a alguien con experiencia en los negocios, que le ayude.
— Ella puede hacerlo sola, pero si eso no lo convence, he sido el vicepresidente por casi cuatro años, quien mejor que yo para ayudarla.
— Bajo la sombra de Elliot .— Se atrevió a decir.
Sonrei incrédulo.
— Me sorprende su ignoracia señor, para ser tan bueno en los negocios. — Dijé.
— Ella nececisita de alguien que la apoye en dado caso de que caega en crisis.
— ¿Por que lo haría? La empresa es próspera, ella es capaz y si creyera en crisis ella saldría de ahí sin problema.
— Me refiero a alguien que tenga solvencia. — Movió sus dedos haciendo referencia alguien dinero.
— Edgar — Dejó su sonrisa al ver que lo llame por su nombre. — Por si no lo sabe, fui heredero de una generosa a herencia que dejaron mis padres, entre ello, el segundo mayor porcentaje de acciones en la empresas a que me a permitido tener la vicepresidencia, pero aunque esto es así, he admistrado mis bienes desde que tuve edad para hacerlo y lo he hecho de manera excelente, aun así no crea que me he confiado y tengo todos mis huevos de oro en esa sola canasta, no es así, he creado mi propio matrimonio, tengo mi propia fortuna, incluso me atrevería a decir que sobrepasa un poco la fortuna de mi querido amigo que ya no está entre nosotros. Pero no culpo, ya que yo no tengo que mantener parásitos despilfarradores. — Observe a Franco.
— Muchos de tus negocios eran con Elliot muchacho, quiero ver cuánto te dura tu dinero ahora que el ya no está.
— Mi buen amigo era excelente en los negocios, no lo negaré, pero soy responsable de mi propio patrimonio. — Me giré hacia Reachel. — Por favor acéptame. — Dijé casi como una súplica.
— ¿Que no se supone que es como tu hermana? — Argumentó Franco.
— Y no acaba de decir el que la quería como su hija. — Lo señale.
— No vas casarte con mi hermana. — Me encaró.
— Tampoco el.
Estabamos a un penique de que nuestras narices se tocaran.
— Ya basta. — Se colocó Reachel entre nosotros abriendo sus brazos. — Está es mi descision, nadie va a decidir por mi, yo soy la única que decidirá si me caso y quien lo haré, no tu Franco. — Después de giró para verme. — Ni tu. — Solo cruzamos miradas. — Ya, ya vamos.
Asenti con la cabeza.
— Reachel. — La llamo Bolat. Ella se giró para verlo. — Piénsalo mi niña.
Reachel no dijó nada y salimos de ahí.
Ella iba muy seria en el auto.
— ¿En que piensas? — Me atreví a preguntar.
— Me… me propusiste matrimonio.
— Se que es extraño, pero… — Dile dile que la amas. — Seguiríamos siendo los mismos. — Apreté el volante. — Dos hermanos.
Ella me observo de una forma que no supe descifrar.
— Tengo que pensarlo.
— Solo quiero decirte, que no confíes demasiado en ese hombre. — Me vio de reojo. — Tu hermano no confiaba mucho en el . — Se extrañó. — Y yo tampoco.
Solo asintió con la cabeza.
Santos Bianco.
Reachel Zenón.