Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capítulo 2
(Carolina, después de atender a varias clientas en la tienda, se sienta en el área de descanso. Mira el reloj y decide llamar a su esposo para invitarlo a almorzar. Saca su teléfono, marca el número y espera mientras el tono de llamada suena.)
—Hola, Carolina —respondió Miguel con tono apresurado.
—Hola, amor. ¿Cómo estás? Pensé que podríamos almorzar juntos hoy. Hay un restaurante nuevo cerca de la tienda, y tengo ganas de probarlo contigo.
—Ay, Carolina, me encantaría, pero no puedo. Estoy en medio de una reunión importante con un cliente —dice Miguel, su tono algo distante.
—¿Otra vez? Casi no hemos almorzado juntos últimamente —comenta Carolina, tratando de sonar casual, aunque un dejo de decepción se filtra en su voz.
—Lo sé, pero ya sabes cómo es mi trabajo. Es impredecible.
—Bueno, está bien. Quizás otro día. No te entretengo más.
—Gracias, cariño. Hablamos en la noche, ¿sí? —dice Miguel rápidamente antes de colgar.
(Carolina se queda mirando el teléfono por unos segundos. Suspiró, intentando no dejar que la incomodidad de la llamada le arruinara el día. Se levanta, ajusta su uniforme y vuelve al área de atención al cliente, escondiendo cualquier rastro de decepción tras una sonrisa profesional.)
—¡Carolina! —dice Laura, sonriendo ampliamente—. Vamos a almorzar juntas, ¿vienes?
—No sé… —responde Carolina, mirando el reloj—. Pensaba irme a casa a comer algo rápido.
—¡Nada de excusas! —interviene Sofía, riendo—. Necesitas despejarte un rato. Además, tenemos muchas cosas de qué hablar, y seguro te divertirás.
—Está bien, vamos —acepta Carolina finalmente, sonriendo tímidamente.
(Llegan a un restaurante cercano, piden la comida y se sientan alrededor de una mesa. La conversación fluye rápidamente, pasando de temas triviales a otros más personales.)
—¿Y qué tal te va con Miguel? —pregunta Laura mientras corta su ensalada.
—Bien… creo. Su trabajo lo mantiene bastante ocupado últimamente —responde Carolina, un poco incómoda con la pregunta.
—Ay, esos hombres. Siempre con excusas para no pasar tiempo en casa —dice Sofía, rodando los ojos—. ¿Pero qué tal en la cama? ¿Miguel compensa su ausencia?
(Carolina ríe nerviosamente, bajando la mirada a su plato.)
—Bueno, no nos quejamos, supongo.
—¿"Supongo"? —Laura la mira, levantando una ceja—. Eso suena a que algo falta.
—No, no… todo está bien —responde Carolina rápidamente, evitando el tema.
—¿Y tú, Laura? ¿Cómo te va con tu novio? —pregunta Sofía, cambiando de dirección.
—¡Uf! Fantástico. La última vez que estuvimos juntos, fue como si explotaran fuegos artificiales. De verdad, creo que encontré al hombre perfecto.
(Carolina frunce el ceño, curiosa, pero no dice nada. La conversación sigue girando en torno a experiencias íntimas, mientras sus compañeras hablan con naturalidad sobre orgasmos, fantasías y experimentos en la cama. Carolina, cada vez más asombrada, finalmente interviene.)
—Chicas, una pregunta… ¿Es tan… increíble como dicen? —pregunta, tímida.
(Sofía y Laura la miran, sorprendidas.)
—¿Increíble? ¡Por supuesto! —dice Sofía con entusiasmo—. Es el momento en el que te olvidas de todo y simplemente disfrutas. Es… bueno, como la cúspide del placer.
—¿Nunca lo has sentido, Carolina? —pregunta Laura, curiosa.
(Carolina se encoge de hombros, incómoda).
—No sé… creo que no.
(Un silencio se instala por unos segundos. Ambas mujeres se miran antes de volver a Carolina.)
—¿Cómo que no estás segura? —dice Sofía, arqueando una ceja.
—Es que… Nunca he sentido algo como lo que ustedes describen. Miguel y yo… estamos bien, pero no sé si alguna vez he llegado a… bueno, ya saben —admite Carolina, avergonzada.
—¡Ay, amiga! —exclama Laura, divertida—. Eso no está bien. Tienes que experimentarlo. Es lo mejor de la vida.
—Totalmente —agrega Sofía, riendo—. Vamos a tener que darte unos tips para que cambies eso.
(Carolina intentó reír, pero la conversación le dejó un sabor agridulce. Por primera vez, se pregunta si algo importante falta en su vida.)
—Será eso lo que nos hace falta a Miguel y a mí será que soy una mujer fría —dice ella en sus pensamientos.
(Sofía revisa la hora en su reloj y suspira.)
—Ya es hora de volver a la tienda, chicas —dice mientras toma su bolso.
—Sí, tenemos que apurarnos, o la jefa nos matará si llegamos tarde —responde Laura, poniéndose de pie.
(Carolina también se levanta, ajustando su blusa con nerviosismo. Antes de salir, Sofía se gira hacia ella con una sonrisa pícara.)
—Pero, Carolina, piénsalo bien —dice Sofía, guiñándole un ojo—. Tienes que buscar la forma de sentir ese famoso orgasmo. Es una experiencia que no te puedes perder.
(Carolina se ruboriza intensamente y niega con la cabeza).
—¡Ya, dejen de hablar de eso! —exclama, escondiendo el rostro entre las manos—. Me muero de vergüenza y a mi edad, por favor.
(Laura ríe y le da una palmada amistosa en el hombro mientras caminan hacia la salida.)
—Ay, amiga, es mejor que lo tomes con humor. Y, de paso, con iniciativa. A veces hay que ser creativa para mejorar las cosas.
—Lo tomaré en cuenta, supongo… —murmura Carolina, todavía avergonzada, mientras las sigue hacia la tienda.
(Miguel revisa unos documentos en su oficina cuando su secretaria toca la puerta y asoma la cabeza).
—Señor Miguel, hay una chica afuera que pregunta por usted.
—¿Una chica? —dice Miguel, dejando de escribir y levantando la mirada—. ¿Quién es?
—Dice que se llama Emely.
(Miguel siente un cosquilleo en el pecho al escuchar su nombre. Se pone de pie rápidamente, tratando de ocultar su emoción).
—Está bien, hazla pasar.
(La secretaria asiente y, momentos después, una joven entra con paso decidido. Emely, con un vestido ajustado que resalta su figura, cierra la puerta tras ella. Miguel sonríe inconscientemente al verla.)
—Hola, amor —dice Emely con coquetería, acercándose a Miguel mientras deja su bolso sobre una silla—. ¿Qué haces tan ocupado?
(Miguel rodea el escritorio y se acerca a ella, tomando sus manos con suavidad).
—Emely… No sabes cuánto te extraño.
(Emely sonríe, entrelazando sus dedos con los de él.)
—¿En serio? Porque no parece. Últimamente te desapareces.
(Miguel suspira y la acerca más a él, acariciándole el rostro).
—Sabes que no es fácil para mí. Pero no dejo de pensar en ti, Emely. Estoy loco por ti.
(Emely sonríe, satisfecha con su confesión.)
—Eso me gusta escuchar. Pero hoy no vine solo a reclamarte. Pensé que podíamos almorzar juntos.
(Miguel duda un segundo, pero rápidamente toma una decisión).
—Claro que sí. Vámonos ahora mismo.
—¿Ahora? ¿Y tu trabajo? —pregunta Emely con un tono juguetón.
—Nada es más importante que tú.
(Miguel toma su saco y la guía hacia la puerta. Antes de salir, le dice a su secretaria):
—Voy a salir por un par de horas. Si alguien pregunta por mí, di que estoy en una reunión importante.
(La secretaria asiente, aunque parece sorprendida de ver como esa mujer toma del brazo a su jefe.)
(Salen juntos, Miguel abre la puerta del auto para Emely y ambos se suben. Mientras conducen, Emely lo mira de reojo, complacida por su devoción hacia ella.)
—¿Adónde me llevas? —pregunta Emely, cruzando las piernas y jugueteando con su cabello.
—A un lugar especial. Quiero que tengas el mejor almuerzo de tu vida.
(Emely sonríe, mientras Miguel acelera, con el corazón latiéndole rápido, sabiendo que cada momento con ella es un riesgo, pero uno que está dispuesto a correr.)