En la época medieval todo es complejo y los matrimonios forzados siempre son la cereza del pastel ¿será nuestro príncipe capaz de afrontar su amor o dejarlo ir y sufrir en un matrimonio forzado?
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El Pueblo Olvidado
El sol se ocultaba lentamente tras las colinas, tiñendo el cielo de un rojo intenso que se reflejaba en las viejas piedras del pueblo después del bosque; Solara. Este lugar, que una vez había sido vibrante y lleno de vida, ahora parecía atrapado en un sueño eterno, donde el tiempo había olvidado su paso. Las calles empedradas estaban cubiertas de musgo y hierbas, y las casas de piedra, con sus techos de tejas desgastadas, parecían murmurar historias de un pasado glorioso.
Entre los habitantes de Solara, había un joven llamado Kael, un amante de los libros y la sabiduría que estos contenían. Un chico hermoso de cabello violeta y ojos azules, con una figura no tan alta pero un poco esbelta. Desde pequeño, había encontrado consuelo en las páginas amarillentas de los volúmenes que su abuelo había coleccionado a lo largo de los años. La biblioteca del pueblo, aunque polvorienta y desordenada, era su refugio. Allí, entre estanterías repletas de historias olvidadas, Kael pasaba horas sumergido en mundos lejanos.
Kael era un chico de diecisiete años, y sus ojos azules reflejaban la curiosidad y el anhelo por descubrir más allá de los límites del pueblo. Su cabello desordenado caía sobre su frente mientras se concentraba en la lectura de un antiguo libro sobre leyendas y mitos. A menudo se preguntaba por qué Solara había caído en el olvido, por qué sus habitantes parecían resignados a vivir en la penumbra de la historia.
—¿Por qué no hay más historias sobre nosotros? —murmuró Kael al pasar sus dedos por las páginas. La biblioteca estaba silenciosa, como si también ella estuviera atrapada en un estado de nostalgia.
De repente, la puerta chirrió al abrirse y una figura familiar entró. Era Lira, su amiga de la infancia, con su cabello dorado brillando a la luz del atardecer. Sus ojos verdes estaban llenos de vida y energía, contrastando con la atmósfera sombría del pueblo.
—¡Kael! —exclamó Lira mientras se acercaba—. ¿Qué estás leyendo esta vez?
Kael sonrió, cerrando el libro con suavidad. —Una historia sobre héroes olvidados. Pero me pregunto si alguna vez habrá un héroe que salve a Solara.
Lira frunció el ceño y se sentó en la mesa frente a él. —Siempre estás con esas ideas melancólicas. ¿No crees que deberíamos centrarnos en lo que tenemos? La vida aquí puede ser tranquila.
—Tranquila, sí —respondió Kael, mirando por la ventana hacia las casas vacías—. Pero eso no significa que esté bien. Este lugar solía ser vibrante, lleno de risas y música. Ahora solo hay sombras.
Lira suspiró, consciente de que su amigo tenía razón. Solara había cambiado drásticamente en los últimos años; los comerciantes habían cerrado sus puertas, los niños habían dejado de jugar en las calles y los ecos de las festividades se habían desvanecido como hojas arrastradas por el viento.
—Tal vez deberíamos hacer algo al respecto —sugirió Lira con una chispa de entusiasmo—. Podríamos organizar una celebración o algo así. Recordar a todos lo que Solara solía ser.
Kael se quedó pensativo por un momento. La idea le gustaba, pero sabía que no sería fácil. —¿Y quién vendría? La mayoría de la gente ya no cree que haya algo que celebrar.
—Podríamos invitar a quienes aún quedan, hacer algo especial —insistió Lira—. Quizás un festival de historias. Cada uno podría compartir algo que recuerde sobre el pueblo.
La propuesta comenzó a florecer en la mente de Kael. La idea de reunir a las pocas almas que quedaban en Solara para recordar lo que habían perdido parecía una forma válida de intentar revivir el espíritu del lugar.
—Está bien —dijo finalmente—. Haré algunos carteles y los pondremos por todo el pueblo. Necesitamos atraer a la gente.
Lira sonrió ampliamente, su entusiasmo era contagioso. —¡Eso es! ¡Vamos a darle vida a Solara nuevamente!
Mientras ambos hablaban sobre los detalles del festival, Kael sintió una mezcla de esperanza y miedo. ¿Podrían realmente lograrlo? En su corazón anhelaba ver a Solara renacer, pero también temía que fuera solo un sueño efímero. Si algo tenía eran sus fuertes convicciones.
Los días pasaron rápidamente mientras Kael y Lira trabajaban incansablemente para preparar el festival. Colocaron carteles en cada rincón del pueblo, invitando a todos a compartir sus historias y recuerdos. Algunos miraban con escepticismo, otros sonreían con nostalgia al recordar tiempos mejores.
Finalmente llegó el día del festival. El aire estaba impregnado de una mezcla de emoción y nerviosismo mientras Kael y Lira decoraban la plaza central con cintas coloridas y luces titilantes. A medida que caía la noche, los primeros asistentes comenzaron a llegar: ancianos que recordaban cómo era Solara en su esplendor, jóvenes como Kael y Lira que deseaban encontrar un propósito en medio de la desolación.
El ambiente se llenó de murmullos y risas tímidas mientras las personas comenzaban a contar sus historias. Kael se sintió abrumado por la calidez que emanaba de aquellos relatos; cada uno era un hilo que tejía nuevamente el tapiz del pueblo.
—¡Y entonces el gran árbol del centro del pueblo floreció como nunca antes! —exclamó una anciana con voz temblorosa—. Era como si todo Solara estuviera vivo.
Kael observó cómo las sonrisas se dibujaban en los rostros cansados de los habitantes mientras compartían sus memorias. Quizás esto era lo que necesitaban, pensó mientras su corazón latía con fuerza.
Sin embargo, cuando llegó su turno de hablar, una sombra cruzó su mente. ¿Qué podría compartir? No quería decepcionar a nadie; no quería ser el único que no tenía una historia grandiosa que contar. A veces podría ser un poco tímido.
—Yo… —comenzó Kael, sintiendo cómo todos los ojos se posaban sobre él—. No tengo una historia increíble… Pero siempre he creído que Solara tiene más por ofrecer.
Las palabras fluyeron mientras hablaba sobre su amor por los libros y cómo cada historia contenía un fragmento del alma del pueblo. Se sintió más seguro al ver cómo algunos asentían con comprensión.
Cuando terminó, hubo un silencio momentáneo antes de que estallaran en aplausos cálidos y sinceros. La conexión entre ellos era palpable; todos compartían el deseo de revivir lo que Solara había sido.
Sin embargo, justo cuando la alegría comenzaba a llenar el aire, un grito desgarrador interrumpió la celebración. Todos se giraron hacia la entrada de la plaza, donde una figura oscura se destacaba contra la luz parpadeante de las antorchas.
Era un hombre alto, envuelto en una capa negra que ondeaba con el viento nocturno. Su rostro estaba oculto bajo una capucha, pero sus ojos brillaban intensamente como dos brasas ardientes.
—¿Qué hacen aquí? —rugió con una voz profunda que resonó como un trueno—. ¿Acaso han olvidado lo que realmente son?
El ambiente se tornó tenso; las risas se apagaron y los murmullos cesaron. Kael sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el extraño avanzaba hacia ellos.
—¡No tienen derecho a celebrar! —continuó el hombre—. Este pueblo está destinado al olvido.
Lira dio un paso adelante, desafiante. —No vamos a permitir que nos arrebaten nuestra historia ni nuestra esperanza.
Kael sintió cómo su corazón latía con fuerza ante la valentía de su amiga, pero también una creciente inquietud ante la figura sombría que tenían frente a ellos.
—¿Quién eres? —preguntó Kael, tratando de mantener la voz firme.
El hombre levantó la cabeza lentamente, revelando unos ojos penetrantes que parecían atravesar su alma. —Soy un recordador; aquel que trae consigo las verdades olvidadas.
Con esas palabras resonando en el aire, Kael sintió un estremecimiento en su interior. ¿Qué verdades traería? ¿Serían recuerdos olvidados o secretos oscuros?
El extraño dio un paso adelante y levantó una mano enguantada hacia el cielo estrellado. —Solara no ha caído en el olvido sin razón; hay sombras en su pasado que deben ser enfrentadas.
Kael intercambió miradas con Lira y los demás habitantes del pueblo; todos parecían igualmente intrigados y asustados por la presencia del desconocido.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Lira, su voz temblando ligeramente.
—Hay fuerzas que han estado esperando este momento —dijo el hombre con voz grave—. Y si no están preparados para enfrentar lo que han olvidado… entonces Solara seguirá siendo solo un eco en el viento. Solo aquél que seduzca a la realeza traerá nueva vida a nuestro pueblo olvidado.
Las palabras resonaron en la plaza como un eco ominoso mientras Kael sentía cómo su corazón se hundía en su pecho. ¿Qué oscuridad acechaba tras las sombras del pasado?
Con cada palabra del extraño, una sensación de inquietud se apoderaba del aire; el festival que había comenzado como un renacer ahora parecía estar al borde del abismo.
El hombre oscuro dio un paso atrás, dejando caer su capa al viento nocturno mientras sus ojos ardían intensamente. —Recuerden esto: lo olvidado siempre regresa para reclamar lo suyo.
Y con esas últimas palabras resonando en sus corazones, el extraño desapareció en la oscuridad, dejando a Kael y a los demás sumidos en un silencio inquietante…
¿Qué significaban realmente sus palabras? ¿Estaban preparados para enfrentar lo desconocido? El futuro de Solara parecía más incierto que nunca mientras las sombras comenzaban a danzar nuevamente entre ellos…