El Amante Del Príncipe Es Adicto A Los Libros

El Amante Del Príncipe Es Adicto A Los Libros

Aetheria

El sol se alzaba perezosamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de un suave color dorado. En el vasto reino de Aetheria, la luz del nuevo día iluminaba los altos muros del palacio, que se erguían como un guardián silencioso sobre la vida que pulsaba en el pueblo cercano. En su interior, el príncipe Aric se encontraba en su habitación, atrapado entre la opulencia de su entorno y el anhelo de libertad que latía en su corazón.

Aric observaba por la ventana, sus ojos verdes fijos en el bullicio del pueblo. Desde allí, podía ver a los campesinos levantándose para comenzar su jornada, las risas de los niños resonando mientras jugaban en las calles empedradas. Pero, a pesar de la belleza que lo rodeaba, una sensación de vacío lo invadía. La vida en el palacio era un laberinto de obligaciones y expectativas; cada día se sentía más como un prisionero que como un príncipe.

—Aric, es hora de prepararte para el consejo —lo interrumpió la voz de su madre, la reina Isolde, desde la puerta. Su tono era firme, pero había una preocupación oculta en sus ojos.

—Sí, madre —respondió Aric sin apartar la vista del paisaje. Sabía que no tenía opción; debía cumplir con sus deberes. Sin embargo, su corazón anhelaba algo más que discusiones sobre impuestos y alianzas políticas. Quería sentir la tierra bajo sus pies, escuchar las historias del pueblo y, sobre todo, conocer a las personas que vivían más allá de los muros del palacio.

Mientras se vestía con la pesada túnica real, sus pensamientos vagaron hacia las historias que había escuchado de los viajeros que llegaban al mercado. Aquella túnica resaltaba su porte esvelto y su cuerpo definido.

—¿Estás escuchando? —insistió la reina, cruzando los brazos con una expresión de impaciencia.

—Lo siento, madre. Solo... pensaba en lo que debemos discutir hoy —respondió Aric, esforzándose por sonar interesado.

La reina suspiró, acercándose para ajustar la túnica de su hijo. —Recuerda, Aric, tienes responsabilidades. No puedes permitirte distraerte con sueños imposibles. Tu futuro está en juego.

Aric asintió, aunque en su interior sentía que cada palabra de su madre era un recordatorio de las cadenas invisibles que lo mantenían cautivo. Mientras descendía por las escaleras del palacio hacia el gran salón, su mente divagaba. ¿Qué pasaría si un día decidiera escapar? La idea le daba escalofríos y emoción a partes iguales.

El consejo fue tedioso. Los nobles discutían acaloradamente sobre cuestiones insignificantes mientras Aric trataba de mantener la atención. Sin embargo, su mente seguía volviendo al pueblo. Se preguntó qué pasaría si pudiera salir sin que nadie lo notara. El deseo por explorar lo llevó a hacer un plan impulsivo.

Al caer la tarde, cuando la oscuridad comenzaba a envolver el reino, Aric encontró una oportunidad. La reina estaba ocupada con sus invitados y los guardias estaban distraídos. Con un golpe de adrenalina corriendo por sus venas, se deslizó fuera del palacio y se dirigió hacia el pueblo.

El aire fresco de la noche lo envolvió al salir por las puertas del castillo, y sintió una libertad que no había experimentado en años. Las luces parpadeantes de las antorchas del pueblo lo guiaron mientras caminaba por el sendero que conducía al bullicio de la plaza central.

Al llegar al pueblo, Aric se sintió abrumado por los sonidos y olores: el aroma del pan recién horneado se mezclaba con las risas y gritos de alegría de los habitantes. Era un mundo vibrante y lleno de vida, completamente diferente al silencio solemne del palacio. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia una pequeña taberna donde los aldeanos se reunían para compartir historias.

—¿Qué le trae a nuestro humilde pueblo, joven? —preguntó un anciano con una barba canosa mientras Aric tomaba asiento en una mesa apartada.

—Solo... quiero escuchar historias —respondió Aric, sonriendo tímidamente.

El anciano asintió con una sonrisa cómplice. —Ah, las historias son el alma de este lugar. ¿Te gustaría escuchar sobre el joven que encontró un libro mágico?

Los ojos de Aric brillaron con interés. —Sí, por favor.

El anciano comenzó a narrar la historia de un chico llamado Elian que había descubierto un libro antiguo en una biblioteca olvidada. A medida que hablaba, Aric se sumergió en el relato: Elian había aprendido sobre el amor verdadero y había luchado contra las adversidades para estar con su amado.

—Pero lo más sorprendente —dijo el anciano en voz baja— es que se decía que el libro tenía el poder de conceder deseos a aquellos que eran dignos.

Aric sintió una punzada de emoción; esa historia resonaba profundamente en él. ¿Podría existir un libro así? La idea lo fascinaba. En ese momento, decidió que debía encontrarlo, no solo por sí mismo, sino también por aquellos que amaban sin restricciones.

—¿Dónde puedo encontrar ese libro? —preguntó con ansias.

El anciano miró a su alrededor antes de inclinarse hacia él. —Se dice que está escondido en una biblioteca antigua más allá del bosque. Pero ten cuidado; muchos han intentado encontrarlo y han fracasado.

Aric sintió cómo su corazón latía más rápido ante la posibilidad de aventura. —No me detendré ante nada para encontrarlo —declaró con determinación.

De repente, las puertas de la taberna se abrieron de golpe y un grupo de hombres entró riendo ruidosamente. Eran nobles del palacio, amigos del príncipe que habían salido a buscarlo tras notar su ausencia. Aric contuvo la respiración al reconocerlos; sabía que no podía ser descubierto aquí.

—¿Dónde está ese idiota? —preguntó uno de ellos con desprecio—. Seguro está escondido en alguna parte haciendo tonterías.

El corazón de Aric se hundió al escuchar sus palabras. Si lo encontraban aquí... No quería volver al palacio ni ser arrastrado nuevamente a esa vida vacía.

—¡Vamos! ¡Búsquenlo! —gritó otro noble mientras comenzaban a buscarlo entre los aldeanos.

Aric sintió cómo el pánico comenzaba a apoderarse de él. Se levantó rápidamente y salió corriendo por la puerta trasera de la taberna justo cuando los nobles entraban al salón principal.

Corrió por las calles iluminadas por antorchas, sintiendo el aire frío en su rostro mientras buscaba refugio entre las sombras. Cada paso resonaba como un eco en su mente; sabía que debía regresar al palacio antes de ser descubierto. Pero algo dentro de él también anhelaba quedarse un poco más, descubrir quién era realmente lejos del título que le habían impuesto.

Mientras se adentraba en un callejón oscuro, se detuvo para recuperar el aliento. La adrenalina corría por sus venas cuando escuchó pasos detrás de él. Se giró rápidamente y vio a uno de los nobles acercándose; era Elyas, quien siempre había tenido un ojo vigilante sobre él.

—¿Dónde te has metido? —preguntó Elyas con una sonrisa burlona—. Siempre escapando como un ratón.

Aric sintió cómo su corazón se aceleraba aún más al darse cuenta de que no podía dejarse atrapar. —No estoy escapando —respondió con firmeza—. Solo necesitaba aire fresco.

Elyas frunció el ceño, pero antes de que pudiera replicar algo más, Aric vio una sombra moverse detrás de él. Una figura oscura emergió del callejón contiguo; era un extraño vestido con ropas desgastadas y una capucha que ocultaba su rostro.

—Príncipe Aric —dijo la figura con voz profunda y resonante—. He estado esperándote.

Aric sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras miraba al extraño con desconfianza. ¿Quién era? ¿Cómo sabía su nombre? La tensión en el aire era palpable; algo importante estaba a punto de suceder.

—¿Qué quieres? —preguntó Aric, tratando de mantener la calma mientras Elyas retrocedía ligeramente.

La figura dio un paso adelante y levantó una mano enguantada. —He venido a advertirte sobre lo que está por venir... Tu destino no es lo que crees.

Aric intercambió miradas con Elyas; ambos estaban confundidos y alarmados al mismo tiempo.

—¿De qué hablas? —preguntó Elyas con desdén—. ¿Quién te crees para hablar así?

El extraño ignoró a Elyas y centró su atención en Aric.

—Tu amor es peligroso; ¿podrás dejarlo todo por amo?. Debes tener cuidado o perderás todo lo que amas.

—¿Qué sabes sobre mi amor? —preguntó Aric con voz temblorosa.

La figura sonrió levemente bajo la capucha. —Todo está conectado; tu búsqueda te llevará a lugares inesperados. Pero debes elegir sabiamente.

Antes de que Aric pudiera responder o hacer alguna pregunta más, el extraño dio media vuelta y desapareció en la oscuridad del callejón adyacente como si nunca hubiera estado allí.

Aric sintió cómo sus pensamientos giraban como hojas arrastradas por el viento; había algo inquietante en las palabras del extraño. ¿Qué significaban? La advertencia resonaba en su mente mientras miraba a Elyas, quien parecía igualmente confundido y molesto.

—Vamos —dijo Elyas finalmente—. No podemos quedarnos aquí. Regresemos al palacio antes de que alguien note tu ausencia.

Mientras caminaban juntos hacia el palacio, Aric no podía sacudirse la sensación inquietante que lo acompañaba. ¿Qué estaba por venir? Su corazón latía con fuerza ante la incertidumbre del futuro y las posibilidades ocultas que aún no había explorado.

Esa noche marcó el comienzo de algo más grande; algo que cambiaría no solo su vida, sino también el destino del reino entero. Y mientras cruzaban las puertas del palacio nuevamente, Aric supo en lo más profundo de su ser que su búsqueda apenas comenzaba...

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Comments

Almeida Eeuu

Almeida Eeuu

.....

2024-11-16

1

Gladis Ester

Gladis Ester

Que lindo

2024-11-16

2

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