Sinopsis
Enzo, el hijo menor del Diablo, vive en la Tierra bajo la identidad de Michaelis, una joven aparentemente común, pero con un oscuro secreto. A medida que crece, descubre que su destino está entrelazado con el Inframundo, un reino que clama por su regreso. Sin embargo, su camino no será fácil, ya que el poder que se le ha otorgado exige sacrificios inimaginables. En medio de su lucha interna, se cruza con un joven humano que cambiará su vida para siempre, desatando un romance imposible y no correspondido. Mientras los reinos se desmoronan, Enzo deberá decidir entre el poder absoluto o el amor que nunca será suyo.
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Capítulo 2: El Despertar del Poder
El sol se alzaba en el horizonte, bañando el pequeño pueblo en un resplandor dorado que parecía contrastar con la oscuridad que Michaelis sentía en su interior. A pesar del día radiante, ella se levantó con una sensación de incomodidad. Las visiones del Inframundo habían dejado una marca indeleble en su mente, y la sensación de que algo estaba a punto de suceder la acompañaba como una sombra persistente.
Michaelis se preparó para el día con la misma rutina de siempre, pero los movimientos se sentían pesados, como si estuviera arrastrando un peso invisible. A pesar de sus esfuerzos por actuar con normalidad, la inquietud la seguía como un fantasma. Se miró en el espejo, notando la palidez en sus mejillas y el brillo inquietante en sus ojos. ¿Estaba simplemente cansada o había algo más profundo ocurriendo?
Cuando llegó a la escuela, el bullicio habitual de los pasillos y las risas de los estudiantes parecía una cortina de humo que ocultaba la realidad. Michaelis caminó entre sus compañeros con una sonrisa forzada, tratando de mantener la apariencia de normalidad. A pesar de los esfuerzos, no podía sacudirse la sensación de que algo importante estaba a punto de cambiar.
En la primera clase del día, la profesora estaba hablando sobre la historia local, pero Michaelis tenía problemas para concentrarse. Cada palabra de la profesora parecía ser un eco distante, mientras su mente vagaba hacia el inquietante susurro que había escuchado la noche anterior. La clase avanzaba sin que ella pudiera participar activamente, y la sensación de ansiedad se intensificaba.
El timbre indicó el final de la primera clase, y Michaelis se dirigió a su casillero. Mientras manipulaba la combinación de su candado, una sensación de frío la envolvió, similar a la que había experimentado antes. Miró alrededor, buscando el origen del escalofrío, pero el pasillo estaba lleno de estudiantes que iban y venían sin prestar atención a su incomodidad.
De repente, una serie de flashes de luz azulada comenzaron a danzar en su visión periférica. Eran como relámpagos intermitentes, y Michaelis sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Instintivamente, cerró los ojos y se aferró al casillero, intentando mantenerse en pie. El destello de luz se desvaneció tan repentinamente como había aparecido, y Michaelis se encontró temblando.
“¿Estás bien?” La voz era familiar. Michaelis levantó la vista para encontrar a Adrian, quien estaba parado a pocos pasos de ella con una expresión preocupada. Sus ojos verdes brillaban con una intensidad que parecía penetrar en su alma.
“Sí, solo un poco mareada,” mintió Michaelis, tratando de recuperar la compostura. “No es nada.”
Adrian la miró con escepticismo, pero no insistió. “Tienes que tener cuidado. A veces las cosas no son lo que parecen.”
Michaelis sintió una oleada de confusión. ¿Cómo sabía Adrian que algo estaba mal? Decidió no comentar más al respecto y cambiar de tema. “¿Necesitas algo?”
“En realidad, sí. Estoy organizando un grupo para un proyecto de historia, y pensé que podría interesarte unirte,” dijo Adrian con una sonrisa amigable. “Nos reuniremos después de la escuela para trabajar en ello.”
Michaelis dudó por un momento, pero la oferta parecía una buena distracción de sus problemas actuales. Aceptó, y Adrian asintió antes de irse.
El resto del día pasó lentamente. Michaelis trató de concentrarse en sus clases, pero cada vez que se distraía, la visión de los destellos azules regresaba. La sensación de que algo estaba a punto de ocurrir se hacía cada vez más intensa, y su preocupación crecía.
Cuando la última clase terminó, Michaelis se dirigió al lugar donde había acordado encontrarse con Adrian y el grupo. El sol comenzaba a ocultarse, pintando el cielo con tonos naranja y rosa. La biblioteca, un refugio tranquilo dentro del bullicio escolar, estaba casi vacía.
Adrian estaba allí, esperando, junto con dos compañeros de clase: Lila, una chica de cabello rizado y una actitud vivaz, y Tomás, un joven de cabello rubio y una expresión reservada. Los tres estaban rodeados de libros y papeles esparcidos por una mesa.
“Hola, Michaelis,” saludó Adrian con una sonrisa. “Llegaste justo a tiempo.”
Michaelis se acercó a la mesa, donde Lila y Tomás le hicieron un gesto para que se sentara. Empezaron a trabajar en el proyecto, pero Michaelis tenía dificultades para concentrarse. La conversación giraba en torno a los eventos históricos locales, pero su mente no podía evitar vagar hacia las visiones y el extraño poder que había sentido.
De repente, mientras Michaelis hojeaba un libro, sintió una oleada de energía que la hizo casi caer de la silla. Miró alrededor, esperando que nadie notara su reacción, pero Lila y Tomás estaban absortos en una discusión sobre el contenido del libro.
“¿Te pasa algo?” preguntó Adrian, su voz bajando en un tono de preocupación. “Pareces distraída.”
“Solo un poco cansada,” respondió Michaelis, intentando restarle importancia. “He tenido un día largo.”
Adrian la miró con atención, pero no insistió. Continuaron trabajando en el proyecto, y a medida que la noche avanzaba, la sensación de que algo estaba a punto de suceder se hacía más apremiante.
Finalmente, el grupo terminó el trabajo y se preparó para irse. Michaelis se despidió de Adrian y de los demás, agradeciendo la oportunidad de distraerse un poco. Mientras salía de la biblioteca, sintió un escalofrío que la hizo detenerse en seco. El aire parecía volverse más frío a su alrededor, y la visión de los destellos azules volvió a su mente.
“Michaelis,” dijo una voz familiar detrás de ella. Michaelis se giró para ver a Adrian, que se acercaba con una expresión seria. “Podemos hablar un momento?”
Michaelis asintió, y ambos se dirigieron a un rincón tranquilo del pasillo. La luz de los pasillos apenas iluminaba el lugar, y la atmósfera se cargaba con una sensación de misterio.
“¿Qué sucede?” preguntó Michaelis, tratando de ocultar su inquietud.
Adrian la miró con intensidad. “No quiero asustarte, pero he notado algo extraño en ti. La forma en que te comportas... hay algo diferente. ¿Estás segura de que todo está bien?”
Michaelis sintió un nudo en el estómago. No podía revelar su verdadera identidad, pero la preocupación en los ojos de Adrian la hizo dudar. “No sé de qué hablas. Solo he tenido un día complicado.”
“Quizás estoy equivocándome,” dijo Adrian, su expresión suave pero persistente. “Pero me preocupa que estés pasando por algo que no puedes controlar. Si necesitas hablar o ayuda, estoy aquí.”
Michaelis se sintió conmovida por la oferta sincera, pero sabía que debía mantener su secreto. “Agradezco tu preocupación, Adrian. De verdad. Pero estoy bien. Solo necesito descansar.”
Adrian asintió, aunque su expresión mostraba preocupación. “Está bien. Solo recuerda que no estás sola.”
Michaelis se despidió de Adrian y salió de la escuela, el cielo nocturno extendiéndose sobre ella como un manto oscuro. La noche era tranquila, pero la inquietud en su corazón no disminuía. Se dirigió a casa, su mente llena de pensamientos confusos y visiones inquietantes.
Al llegar a su hogar, Michaelis se dirigió directamente a su habitación. Se sentó en su cama, tratando de calmarse, pero el susurro que había escuchado la noche anterior volvió a resonar en su mente. “Enzo...”
La voz era más clara ahora, y la sensación de frío se intensificó. Michaelis cerró los ojos, tratando de bloquear los pensamientos perturbadores. De repente, la visión del Inframundo volvió a manifestarse: un paisaje desolado y oscuro, con cielos rojos y un horizonte lleno de sombras que se movían como espectros.
Michaelis se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Miró hacia afuera, el cielo estrellado parecía inalcanzable, y la noche estaba envuelta en un silencio inquietante. La presencia oscura del Inframundo parecía reclamar su atención, y Michaelis sintió una presión creciente en su pecho.
De repente, escuchó un sonido detrás de ella. Se dio la vuelta para ver una figura oscura en la esquina de su habitación, una sombra indistinta que parecía moverse con una voluntad propia. Michaelis sintió una oleada de terror, pero también una extraña sensación de familiaridad. La sombra parecía estar observándola, su presencia era inquietante pero familiar.
“¿Quién está ahí?” preguntó Michaelis, su voz temblando. La figura no respondió, pero la sombra se acercó lentamente, y Michaelis sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
La figura comenzó a desvanecerse, y Michaelis sintió un peso en su pecho. La sombra parecía estar desintegrándose en el aire, pero la presión en su interior no disminuía. Se acercó lentamente a la sombra, sintiendo una atracción inexplicable hacia ella.
De repente, la sombra desapareció por completo, y Michaelis se encontró sola en su habitación. El silencio era abrumador, y el frío en el aire se mantenía. Se acercó al espejo, intentando encontrar alguna respuesta en su reflejo. Sus ojos se encontraron con los suyos propios, y en ellos vio una mezcla de miedo y determinación.
El sueño le llegó lentamente, y mientras sus ojos se cerraban, no podía evitar pensar en la figura oscura que había visto. La visión del Inframundo seguía presente en su mente, y el peso de su verdadera identidad se hacía más pesado con cada minuto que pasaba.
La noche fue inquietante. Michaelis se despertó varias veces, atrapada entre el sueño y la vigilia, sintiendo la presencia constante de la sombra y los ecos del Inframundo. Cada vez que intentaba dormir, las visiones volvían más vívidas, mostrando un reino de oscuridad y caos que parecía reclamarla.
Finalmente, el sol comenzó a salir, y Michaelis se levantó con la sensación de no haber descansado en absoluto. Se preparó para otro día, pero la ansiedad que sentía no había disminuido. El encuentro con Adrian de la noche anterior le había dejado una impresión duradera, y la preocupación por su bienestar estaba grabada en su mente.
Mientras se dirigía a la escuela, Michaelis trató de mantener una fachada de normalidad, pero el peso de su secreto la acompañaba a cada paso. El día pasó en una serie de clases y conversaciones superficiales, pero Michaelis no podía dejar de pensar en lo que había visto y sentido.
En la pausa del almuerzo, se encontró con Adrian en la cafetería. Él estaba sentado solo en una mesa, y Michaelis decidió unirse a él. El día anterior, su preocupación había sido palpable, y ella quería asegurarse de que todo estaba bien.
“Hola, Adrian,” dijo Michaelis, sentándose frente a él. “¿Puedo unirme a ti?”
Adrian levantó la vista y sonrió. “Claro, siéntate. ¿Cómo te sientes hoy?”
Michaelis trató de sonreír, pero no pudo evitar sentir que la preocupación en los ojos de Adrian era demasiado intensa. “Un poco cansada, pero bien. Gracias por preguntar.”
Adrian la miró con una mezcla de curiosidad y preocupación. “He estado pensando en lo que dijiste ayer. ¿Estás segura de que todo está bien? No quiero ser invasivo, pero me importa tu bienestar.”
Michaelis se sintió conmovida por la sinceridad de Adrian, pero no podía revelar la verdad. “En serio, estoy bien. Solo he estado pasando por un período difícil.”
Adrian asintió, pero su expresión no cambiaba. “Si alguna vez necesitas hablar, estoy aquí para escucharte. A veces, compartir lo que sentimos puede ayudar.”
Michaelis le agradeció y cambiaron de tema, hablando de cosas cotidianas y tratando de mantener la conversación ligera. Sin embargo, la sensación de inquietud persistía en la mente de Michaelis, y el peso de su secreto parecía volverse más pesado con cada minuto que pasaba.
Después del almuerzo, Michaelis se dirigió a su siguiente clase. A medida que avanzaba el día, las visiones y los susurros se volvían más intensos. La sensación de que algo importante estaba a punto de suceder se hacía cada vez más abrumadora, y la preocupación por el Inframundo y su conexión con él era constante.
Al final del día escolar, Michaelis decidió dar un paseo por el parque cercano antes de regresar a casa. Necesitaba despejar su mente y encontrar algo de paz en medio de la tormenta que estaba ocurriendo en su interior. El parque estaba tranquilo, con el sonido de las hojas moviéndose con la brisa y el canto de los pájaros que llenaban el aire.
Mientras caminaba por los senderos, Michaelis se encontró pensando en Adrian. Su preocupación sincera la había tocado de una manera que no podía ignorar. ¿Era posible que él pudiera entender lo que estaba pasando, incluso sin saber la verdad?
De repente, una sensación de frío la envolvió nuevamente, y Michaelis se detuvo en seco. La visión del Inframundo volvió a invadir su mente, y el paisaje oscuro y desolado se materializó ante ella. El suelo parecía agrietarse y las sombras se movían como si tuvieran vida propia.
Una figura apareció en la distancia, envuelta en una oscuridad que parecía devorar la luz. Michaelis se quedó paralizada, sintiendo el peso de su destino presionando sobre ella. La figura se acercó lentamente, y una voz profunda y resonante habló desde las sombras.
“Enzo,” dijo la voz, cargada de una autoridad aterradora. “Es hora de que enfrentes tu verdadero destino.”
Michaelis intentó hablar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. La figura continuó acercándose, y el miedo la envolvió como una capa pesada. Las sombras se alzaron a su alrededor, y la sensación de desesperación se hizo más intensa.
“¿Por qué?” preguntó Michaelis con dificultad. “¿Por qué me estás mostrando esto?”
La figura se detuvo, y la oscuridad que la rodeaba pareció expandirse. “El Inframundo te reclama. Tu poder no puede ser contenido por más tiempo. Debes hacer una elección: aceptar tu destino o renunciar a él.”
La voz resonó en su mente, y Michaelis sintió una ola de confusión y terror. ¿Cómo podía tomar una decisión cuando ni siquiera entendía completamente su verdadera identidad y el propósito que se le había impuesto?
La figura comenzó a desvanecerse, y el paisaje del Inframundo se desvaneció junto con ella. Michaelis se encontró de nuevo en el parque, pero el miedo y la ansiedad permanecían. Caminó rápidamente de regreso a su casa, sintiendo el peso de su secreto y la presión de su destino sobre sus hombros.
Al llegar a casa, Michaelis se encerró en su habitación, tratando de calmarse. La visión del Inframundo y la presencia de la figura oscura habían dejado una marca indeleble en su mente, y la incertidumbre de su futuro la mantenía despierta.
Se tumbó en la cama, mirando al techo con la mente llena de pensamientos turbulentos. La decisión que enfrentaba parecía cada vez más abrumadora, y el peso de su secreto se hacía más pesado con cada momento que pasaba.
Mientras la noche avanzaba, Michaelis no pudo evitar preguntarse si algún día encontraría la paz que buscaba. El Inframundo seguía llamándola, y la lucha entre su verdadero destino y su vida en la Tierra era cada vez más intensa.