Por Culpa De Aquella Noche

Después de unos días y de resuelto el problema Matteo volvió a Italia con su padre, pero esta vez era otro.

Lo poco que quedaba desde el incidente en casa de Sorrento del chico risueño se esfumó, Matteo Bushida se volvió frío y la mafia era su única distracción, ni su hermana Himeko que era la princesa de la casa pudo arrancarle nunca más aquella risa que alegraba cada rincón de la mansión Lombardi, lo más que veían era alguna que otra sonrisa para demostrar agradecimiento.

Todos pensaron que lo sucedido en New York lo había hecho madurar por completo y tomar conciencia de su lugar, pero Lola y su tía Martina sabían que había algo más, algo había acabado por siempre con el joven Matteo y había puesto en su lugar a un hombre que no tenía ni piedad ni miedo.

Al cumplir los diecinueve años tomó posesión de la cabeza de la familia Lombardi, y si alguna vez algún miembro de la mafia pensó que su madre tenía la mano de hierro para guiarlos era porque nunca esperaron que su sucesor fuera peor, y no es que fuera un jefe injusto o prepotente, era que con él las cosas se hacían como se debían o alguien pagaría las consecuencias y a cruel para cobrar sus deudas nadie le ganaba.

Cambió la casa familiar por una tan grande como la mansión Lombardi y allí asentó su liderazgo junto a Ricci, un joven unos años mayor que él pero que había sido la mejor elección, ayudado por los consejos de su padre encontró a la persona que necesitaba para seguir la línea de la familia.

De su antigua casa solamente se llevó a la fiel y querida Lola, solo ella conocía todos sus secretos y lo ayudaba a no perderse.

Su vida privada se convirtió en mujeres que encontraba cerrando algún negocio o en fiestas de la alta sociedad a la que debía asistir para mantener su papel de empresario legal y prominente, en estas fiestas pasaba las horas con la misma copa en la mano pero a la que no le daba ni un sorbo, los recuerdos de aquella noche no lo dejaban beber si no estaba rodeado de gente de su entera confianza.

Siempre que asistía a algún evento cerraba la noche en alguna habitación de lujo, y al terminar lanzaba unos cuantos billetes sobre la cama y dejaba a la mujer allí para no encontrarla en su camino nunca más.

En todo ese tiempo solamente había hecho una excepción, Livia, ella seguía apareciendo en su vida una y otra vez y como no era cosa que le molestara, siguió usándola.

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Poco después de un año.

- Mia.- la chica vio bajar del ascensor a la muchacha que atendía la recepción corriendo- Tu teléfono no funciona. - le reclamó.

- Perdón, lo apagué para la junta y olvidé encenderlo- se disculpó pero se le hizo raro que alguien subiera hasta la presidencia para ver porqué su teléfono personal no comunicaba.

- Han llamado del hospital San Rafaelle, tu hija y tu tía tuvieron un accidente de tráfico.

Mia sintió como la tierra se abría bajo sus pies, si no hubiera estado sentada habría caído allí mismo, sus únicas dos personas en este mundo habían tenido un accidente.

- ¿Qué sucede?- la voz imponente de Boris Orlov se escuchó detrás de su secretaria y la recepcionista tembló de pies a cabeza.- ¿Tengo que preguntar otra vez?- exigió una respuesta.

- Han avisado que la hija de Mia estuvo implicada en un accidente de tráfico.

- ¿Está bien?- volvió con las preguntas.

- No lo sé señor, solamente avisaron eso.

- Bien, ayúdala a recoger sus cosas.- le ordenó a la chica notando que su secretaria no reaccionaba a la noticia- Voy a tomar mis documentos y yo misma la llevo, no demoraré.

En el trayecto hasta el hospital la chica reaccionó, aunque su jefe no sabía que era peor si verla perdida o verla llorar.

Boris casi no pudo aparcar cuando ella salió corriendo del auto y para cuando la alcanzó ya estaba abrazada a otra joven rubia como ella y las dos lloraban.

El hombre notó que la otra mujer tenía rasguños y golpes, así que dedujo que estuvo también en el accidente, pero según le informó la recepcionista cuando bajaban en el ascensor la niña iba con la tía de su secretaria y aquella joven no parecía una tía.

Boris miró a la chica y pensó que para una joven de la edad de Mia una tía debía de ser alguien regordeta y con canas, y esta era de todo menos eso, esta tía estaba muy buena.

El ruso sacudió la cabeza, estaba en el hospital porque la hija de su secretaria había tenido un accidente y él se ponía a pensar en cosas que no debía.

- ¿Estás bien?-quiso saber la chica cuando se separaron.

- Sí, solo tengo pequeños golpes, pero no me dicen nada de Aiko, nos trajeron juntas en la ambulancia y al llegar aquí nos separaron, me hicieron un montón de pruebas pero nadie me dice nada de Aiko, solamente que tengo que esperar.- le contestó desesperada.

Mia miró a todos lados como buscando a alguien que pudiera decirles algo de su pequeña hija pero no había nadie.

- Una mujer no paró en el semáforo- la tía siguió llorando mientras hablaba - Cuando nos atendían allí mismo vi que le hacían control de alcohol y drogas, los enfermeros en la ambulancia comentaron que triplicaba la tasa establecida.

- ¿A esta hora y ya venía así?- Boris no pudo evitar meterse en la conversación y las dos chicas lo miraron con el rostro mojado de las lágrimas- Perdón, no debí opinar.

- No se preocupe señor Orlov, gracias a usted llegué rápidamente, de lo contrario todavía estaría en la empresa sin poder conducir.

- No es nada Mia, era lo menos que podía hacer.

- Ella es mi tía Anneta- le dijo sin soltar el abrazo de la chica y aunque el hombre intentó sonreír no obtuvo lo mismo de ninguna de las dos mujeres que tenía delante.

- Familiares de Aiko Vani. - escucharon a una enfermera y hasta allí llegó la conversación.

- Somos su madre y su tía.

Corrieron hasta la mujer para llegar a la misma vez que un hombre con una bata de médico llena de figurillas de animales y flores hacía acto de presencia.

- Hola, soy el doctor Nattalino, pediatra y traumatólogo. - les extendió la mano y ambas lo saludaron- Bueno Aiko está bien, habla perfectamente, no tuvo lesiones significativas en la cabeza, se ha restablecido con rapidez de lo que en cualquier otro niño podría ser un gran trauma debido al miedo que pudo pasar, pero...

- ¿Qué pasa doctor?- el médico miró a las dos mujeres y a un hombre que estaba detrás de ellas.

- ¿Usted es el padre de la niña?- le preguntó a Boris.

- No, un amigo, pero sé que hay cosas que son exclusivamente de la familia, ya me retiro, Mia no dudes en contactarme para lo que necesites,  señorita Anneta- saludó con la cabeza a la tía y se marchó.