Está es la historia de como se enamoraron, Sir Gabriel, General del ejército real del Reino Rubi, y la Princesa Artemis, Princesa heredera del Reino Greenwich y Generala del ejército de su Reino.
Como superan las diferencias entre las clases sociales a las cuales pertenecen y lograr vivir su amor intensamente.
Está es una historia paralela y que se desprende de mi novela previa "La Prometida con Magia de Fuego", y comienza al firmar el tratado de paz entre el Reino Rubí y el Reino Greenwich.
Los invito a leer está emocionante historia.
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Capitulo II. Regreso a Greenwich.
El General del Reino Rubí, Sir Gabriel, se puso en camino a la frontera, donde lo esperaba la Generala del ejército del Reino Greenwich, la Princesa heredera Artemis.
Gabriel se había dado cuenta de que fue ella quien pidió que él estuviera presente en la comisión que iría a ese reino, a fortalecer los lazos entré ambos reinos y ayudar a mejorar la estabilidad interna del Reino.
Gabriel y su escuadrón de aproximadamente mil soldados, irían a ese reino, escoltando a los nobles y sabios que conformaban la comisión de paz, y a la Princesa Artemis y su gente, los cuales eran alrededor de quinientas personas, entre guardias, escoltas, y doncellas que la acompañaban a ella.
- Que bueno que ya llegó, Sir Gabriel - exclamó con una sonrisa ladina, la joven princesa. - me estaba aburriendo mucho aquí - señaló. La joven había estado entrenando con la espada con uno de sus subordinados, y ya lo había lastimado dos veces, rasguñando su brazo con la empuñadura de su espada. Todos alrededor veían la contienda y rezaban, aguantando la respiración. Y el pobre escolta, estaba intentando defenderse para no salir más lastimado, y no lastimar a la Princesa.
A la Princesa no le gustaba esperar. Odiaba que la dejaran esperando por largo tiempo. Y eso la podía irritable contra su misma gente.
Cuando escucharon caballos acercarse, y uno de sus guardias anuncio la llegada del General del Reino Rubí, vieron como la Generala se detenía y observaba la llegada de Sir Gabriel y su gente, con una sonrisa. Envaino su espada y dijo,
- Llevenlo con el médico - ordenó la Princesa.
- Cómo ordene, Alteza. - respondió uno de los escoltas, sacándo al guardia que entrenaba con ella de allí. Mientras el resto reiniciaba sus actividades, y daban las gracias al cielo por la llegada del General, y que no llego a mayores, como el día anterior, la lucha con la espada. El día anterior había dejado a un soldado sangrado y si no es por el sanador mágico del bando contrario (que había quedado allí con un contingente de soldados por seguridad) que regeneró la piel de la herida, curandola, se hubiera desangrado el pobre hombre. Todo porque la Generala estaba aburrida e irritada de esperar.
Al llegar al sitio, sir Gabriel bajo del caballo junto al resto e hicieron una reverencia.
- Disculpe la tardanza, Alteza, debía dejar todo en orden, al igual que los nobles que integran la comisión para que pudiéramos realizar el largo viaje a su reino. - explico Gabriel, algo incómodo por la forma en que la Princesa lo miraba.
- Entonces, salimos ya? Supongo? - pregunto la joven sonriendo.
- Descansemos hoy. Y mañana saldremos a primera hora del día, su Alteza. Le parece? - le solicito Gabriel a la Princesa.
Artemis lo observo con malicia. "Que guapo es, te conquistare, querido" pensó con una sonrisa ladina. Se divertiría durante el viaje.
- Está bien. Mañana partiremos. - dijo ella con una sonrisa, que a Gabriel no le gustó. Al parecer, la princesa tenía un plan alterno. Esperaba no fuera lo que estaba pensando.
Ya Artemis y su gente, tenían tiendas armadas donde dormían. Así que le correspondía a Sir Gabriel y su gente armar las de ellos.
Mientras, Gabriel observaba como sus hombres armaban las tiendas y supervisaba todo, Artemis se acercó por la espalda a él, y le susurro en el oído.
- Si quiere podemos compartir mi tienda, General. Tengo suficiente espacio. - y se alejó un poco observandolo con una sonrisa pícara, mientras él giraba y la miraba serio.
"Sera un viaje muy largo" pensó con un suspiro. Le costaría mantener a raya a la Princesa. Sobre todo porque a él, le gustaba la joven demasiado.
**********
Esa noche, todos en sus tiendas dormían, a excepción del turno de vigilancia, tanto de los guardias del Reino Rubí como del Reino Greenwich, en total veinte hombres en puntos estratégicos, vigilaban el perímetro.
Sir Gabriel decidió descansar para tomar el siguiente turno a media noche. Cuál es su sorpresa cuando fue despertado por la traviesa princesa.
Está estaba encima de él, besando su pecho desnudo y acariciando su abdomen y más abajo. Él enseguida reaccionó y se volteo dejando a la joven debajo de él, colocando una daga en su cuello, mientras la miraba furioso.
- No sabía que eras de esos a los que les gusta con agresividad. - le susurró la joven sosteniendo la mirada de Gabriel.
Gabriel la observo. Respiraba de manera agitada. Llevaba poca ropa, apenas una bata semitransparente que no cubría nada. Y como estaba sobre ella y entre sus piernas sintió su humedad en la piel. El General alzó una ceja, mirándola.
- Princesa, creo que el tiempo lejos de su reino le está afectando. Es mejor que regrese a su tienda y olvidemos esto. - dijo el joven General en voz baja, retirando su daga, y apartándose de sobre la joven.
Se sentó al lado de ella, y trato de calmarse. En verdad, cuando se desperto estaba agitado porque estaba teniendo un sueño húmedo, y el toque de la princesa lo excitó. "Gracias a Dios no había ido más abajo" pensó. No quería un incidente entre los reinos por culpa de él y aún estaban en la zona fronteriza del Reino Rubí.
Artemis se quedó un momento acostada observando a Sir Gabriel, que intentaba calmarse. Ella sonrió, dándose cuenta que no le era indiferente.
- Gabriel...- susurro ella, llamándolo por su nombre por primera vez.
Él se sorprendió y volteo a mirarla acostada a su lado. Era cierto. La bata era semitransparente, su cuerpo prácticamente estaba desnudo ante él. Tenía busto mediano, que tal vez podría tomar cada uno abarcandolo con sus manos, su cintura pequeña, y sus caderas anchas, veía su cuerpo definido por el ejercicio continúo. Gabriel contuvo la respiración, tomó una capa que estaba a su lado pero sin apartar la vista del hermoso cuerpo de la la joven y cubrió a la Princesa con ella.
- Regrese a su tienda, Alteza. Por favor. - Casi suplico Gabriel en voz baja.
Artemis dejo de sonreír y suspiro. Le costaría un poco más de lo que pensó conquistarlo. Sin decir nada, se levantó devolviéndole la capa a Gabriel, y en la entrada de la tienda tomó la capa con que había llegado, se la puso y salió.
Gabriel soltó la respiración contenida. Nunca creyó que una princesa se le insinuaria así. Era una mujer extremadamente hermosa. De piel canela, muy suave, con su hermoso cabello rojizo brillante y en ondas, y en ese momento le caía suelto por su espalda, y sus ojos color rubí, característico de la familia real en greenwich. Y su actitud extrovertida, le estaba gustando mucho. Tal vez demasiado. Tocó su parte inferior. Lamentablemente tendría que hacerse cargo de ese problema que le había dejado la Princesa.
Al salir de la tienda, miro a su alrededor tratando de ver a sus guardias de ese turno. "bonita vigilancia, que dejaron pasar a la Princesa a mi tienda" pensó irritado. Ya los castigaría. Se metió entre los arbustos a hacer lo suyo.
Mientras tanto, la Princesa en su tienda conversaba en voz baja con su doncella.
- No entiendo. Me saco de su tienda. Nunca me había pasado eso. Que un hombre no aceptara mis avances. - explico dolida la princesa a su doncella, Karina. Ambas estaban acostadas. La joven doncella ni se había dado cuenta que su señorita había salido de la tienda, hasta que regreso, asustandola.
- Su Alteza, debe entender que el General no es un noble interesado como los que usted conoce. Es alguien que lucha en batalla. Cómo usted. Respeta a su enemigo y no se aprovecha de él. Tal vez la vio frágil y por eso no hizo nada. Si en verdad quiere conquistarlo, utilice otros métodos. - le sugirió la doncella en voz baja, bostezando.
La princesa lo pensó un momento. Si, era buena idea. Tal vez una lucha amistosa, solo de entrenamiento. Lo pensaría.
- Gracias, Karina. Descansa. - susurró la princesa, mientras cerraba los ojos y pensaba en Gabriel. Su cuerpo fuerte y definido. Era una belleza de hombre, con su cabello claro, su tez pálida, y sus ojos azules. Ese abdomen de cuadritos. Se mordió el labio inferior. Lo deseaba, pensó apretando sus piernas inquieta.
Intento pensar en otra cosa para distraerse, y después de un rato se quedó dormida.
**********
Al día siguiente partieron muy temprano hacia Greenwich.
La Princesa Artemis iba delante a caballo. Su doncella iba en el carruaje que llevaban por si acaso la Princesa quería descansar en el camino. También llevaban carretas donde iban algunas provisiones para el viaje.
Luego de un rato Sir Gabriel se unió a ella al frente del grupo.
- ¿Cómo se siente, Alteza? - pregunto cortés Sir Gabriel.
Artemis lo miro. "Que guapo" pensó mordiendose el labio inferior sin poder evitarlo. Gesto que no pasó desapercibido para Gabriel, que se agitó al verla. No sabía porque lo afectaba tanto la Princesa.
- Bien. Gracias por preguntar. - respondió con una sonrisa traviesa la princesa.
Gabriel la miro recordando la noche anterior.
- Sobre anoche... - comenzó a decir Gabriel pero Artemis no lo dejo terminar.
- No sucedió nada. No sé preocupe. No mencionemos eso de nuevo. - expresó la Princesa poniéndose sería, para luego presionar a su caballo a galope para que se adelantará, dejando atrás a Gabriel.
El general se quedó sorprendido por la repentina seriedad de la Princesa al recordarle lo ocurrido el día anterior. Pero no le dió importancia, y no pensó más en eso.
Ese día casi en la noche, llegaron al primer punto para acampar. Lamentablemente, aún estaban lejos de algún pueblo fronterizo con su país vecino, el cual debían atravesar para llegar al Reino de Greenwich.
Luego de colocar las tiendas, algunos soldados se dispusieron a cocinar. Mientras la joven princesa y su doncella, Karina, estaban sentadas aisladas del grupo solo observando. La Generala, ya había supervisado a sus soldados en turno de vigilancia, y ahora se tomaba un descanso.
Los guardias de un lado y de otro, mantenían vigilancia en el perímetro.
De pronto, Artemis observo que varios guardias se organizaban para practicar un poco la espada. Vio la primera práctica y sonrió, levantadose.
- ¿Qué hará, Alteza? - pregunto Karina alarmada al verla caminar en dirección a los guardias. No es que no la haya visto luchar antes, pero aún así se inquietaba.
- Tranquila, Karina. Ya verás. - dijo sonriendo.
La Princesa hablo con los soldados y como eran del Reino rubí la dejaron participar por respeto. Mientras los soldados contrarios sonreían porque no sabían con quién se habían metido. Y comenzó la primera batalla de entrenamiento.
**********
El General Gabriel supervisaba el perímetro y que todo estuviera bien. Y aparte de eso hablaba con su hombre de confianza, Sir Carlos, para que cuando él se fuera a descansar, estuviera pendiente de que nada, absolutamente nadie, entrará a su tienda a importunarlo.
- ¿A quién le tienes miedo, amigo? - Pregunto Carlos, su segundo al mando, con la confianza que le daba ser su amigo desde la infancia.
- A nadie. Solo asegúrate que nadie, ni siquiera la Princesa entre a mi tienda. ¿Entendido? - Carlos sonrió pero asintió. Conocía a Gabriel y le haría la vida imposible si no obedecía sus órdenes. A los pobres guardias de la noche anterior, los tenía de un lado a otro y no los había dejado dormir para nada. Pero aún Gabriel no le decía que había sucedido la noche anterior para que esté así. Aunque con su afirmación de hace un momento se lo suponía.
- Así que le tienes miedo a la Princesa. - Carlos afirmó más que preguntar.
- No digas tonterías. Y ya, vamos a cenar. - cuándo iban de regreso, escucharon un alboroto y se apresuraron. Cual fue su sorpresa al ver a la Princesa teniendo un combate de espada con uno de sus soldados. Y había uno herido que sus compañeros lo estaban atendiendo. Mientras ambos bandos vitoreaban a uno y a otro.
Gabriel se quedó sorprendido, pero no se movió. Y Carlos a su lado, vio la reacción de su amigo y pensó, "En verdad le gusta la princesa ".
- ¿Qué hago general? - pregunto Carlos con una sonrisa, mientras veía de uno a otro.
Luego de pensarlo, respondió
- No hagas nada. Veamos que pasa. Y estemos atentos. - explico haciendo una seña para que sacarán al hombre herido en el brazo, y lo llevarán con el sanador.
Y se quedaron observando el combate. Hasta que la Princesa desarmo a su contrincante hiriendolo en el brazo. En ese momento, Gabriel le ordenó a Carlos que interviniera.
- Ya terminó el entrenamiento. Todos a descansar que mañana temprano saldremos. Vamos a sus tiendas y a sus puestos de vigilancia. - ordenó en voz alta Carlos mientras caminaba hacia ellos.
Gabriel se quedó en su sitio observando a Artemis, como sonreía, mientras respiraba agitada y se limpiaba el sudor de su hermoso rostro con una mano, mientras la otra sostenía su espada. Ella se dió cuenta que Gabriel la miraba, y camino hacia él mientras sacudía un poco su espada y la envainaba.
- Espero no se haya molestado porque estoy entrenando con sus hombres, General - exclamó Artemis con una sonrisa ladina.
Gabriel la miro, al estar cerca, podía ver el sudor correr por su pecho y adentro del escote del uniforme que llevaba. Eso hizo que tuviera de regreso un problema más abajo.
- Para nada. Es bueno que entrenen por si hay una batalla más adelante. - explico él con voz pausada y sería.
Ella lo miró.
- Que bueno. - y siguió caminando hacia el bosque. Él se extraño y le dijo,
- ¿Adónde cree que va, Alteza?. - y caminó hacia ella.
- Al arroyo a asearme un poco. Estoy algo sudada. - explico ella en voz alta sin voltearse, y sin importarle, si alguien más la escuchaba. Los soldados a su mando estaban acostumbrados. Los soldados del bando contrario que escucharon, se sorprendieron que fuera sola.
Afortunadamente, cerca había un pequeño arroyo, que era de dónde estaban trayendo agua para beber y cocinar. Y los soldados habían ido por turnos a asearse.
- No puede ir sola. - dijo sorprendido Gabriel.
- Puedo defenderme, General. No se preocupe. - dijo sería Artemis. Y entonces se detuvo y se volteó hacia él. - Si quiere acompañarme para cuidarme, es bienvenido Sir Gabriel. - le manifestó con una sonrisa traviesa.
A Gabriel se le seco la boca, y se sonrojo. "Que descarada" pensó.
Pero igual cuando la vio perderse en el bosque, se apresuró a alcanzarla. No la dejaría sola en el bosque, en la oscuridad, aún cuando supiera defenderse.
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