Soy Gabriela y está es mi Historia:
"El nudo en mi garganta se hace cada vez más fuerte. Dejar a mi familia es una herida que nunca sanará por completo, pero la esperanza de un futuro mejor me impulsa hacia adelante. El Nuevo Mundo me ofrece un lienzo en blanco, una oportunidad para reinventarme. Sin embargo, el miedo a lo desconocido me acecha. ¿Podré adaptarme a una nueva cultura, construir una nueva vida? Y ¿qué lugar habrá en mi corazón para el amor cuando Edward, con su mundo de éxito y poder, se cruce en mi camino?"
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Capitulo II Busqueda
Una noche, después de un largo turno, Gabriela se sentó en su cama y miró a su alrededor. Las otras chicas dormían, y el silencio de la noche acentuaba su sensación de soledad y desesperanza. Sabía que necesitaba un cambio, pero no veía una salida clara. La frustración la invadía, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Necesitaba respirar. Fue a la cocina a beber un poco de agua, tratando de calmar sus pensamientos. De repente, alguien la agarró del brazo. Era uno de los inquilinos que vivían también con su familia en el apartamento. Ella se zafó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. El hombre intentó acercarse nuevamente, pero ella, con una mezcla de miedo y determinación, lo golpeó entre las piernas y corrió hacia su habitación.
Con las manos temblorosas, recogió todas sus cosas rápidamente, cada segundo sintiéndose eterno. Abrió la puerta y se detuvo unos minutos antes de salir. Quería cerciorarse de que ese hombre no estuviera allí todavía. No había nadie, solo personas dormidas en el piso, completamente ajenas a su desesperación.
Como pudo, salió de ese lugar sin mirar atrás. No se percató de la hora ni de la forma en que estaba vestida hasta que bajó la adrenalina y sintió el frío. Eran las 3:00 de la madrugada, y el aire helado la envolvió como una bofetada. Temblando, caminó por las calles desiertas, sin saber exactamente a dónde ir.
Gabriela caminaba sin rumbo fijo por las calles desoladas. Temblaba de miedo y frío, sin saber qué hacer. Con manos temblorosas, sacó su teléfono y marcó el número de su amiga Beatriz.
Beatriz: (contestando rápidamente) ¡Hola, Gabriela! ¿Qué pasa?
Gabriela: (con voz entrecortada y nerviosa) Beatriz, ese hombre intentó propasarse. Salí corriendo de allí, no sé qué hacer. Estoy perdida y asustada. No conozco bien la ciudad y he caminado tanto que no sé dónde estoy.
Beatriz: (preocupada) Tranquila, Gabriela. Respira hondo. ¿Puedes ver algún lugar o señal que me puedas describir?
Gabriela: (mirando a su alrededor) Hay una tienda de conveniencia y un parque con una fuente grande… pero no sé el nombre de las calles.
Beatriz: (determinada) No te preocupes, voy a buscarte. Quédate donde estás y no te muevas. Voy a encontrarte, te lo prometo.
Gabriela asintió, aunque Beatriz no podía verla. Se sentó en un banco cercano, tratando de calmarse mientras esperaba a su amiga.
Beatriz, angustiada, caminaba de un lado a otro en la cocina de la mansión. La casa estaba en silencio, todos dormían. Miraba el reloj, sabiendo que cada minuto contaba para rescatar a su amiga.
Beatriz: (pensando en voz alta) ¿Cómo voy a salir sin que nadie se dé cuenta? Necesito hablar con la señora, pero… ¿cómo le pido permiso a esta hora?
Decidida, Beatriz se dirigió a la habitación de la señora. Tocó la puerta suavemente, esperando no despertar a nadie más.
Señora Julia: (medio dormida, abriendo la puerta) ¿Beatriz? ¿Qué haces despierta a estas horas?
Beatriz: (nerviosa, con lágrimas en los ojos) Señora, lo siento por despertarla, pero necesito su ayuda. Mi amiga está en problemas y tengo que ir a rescatarla. No sé cómo salir sin su permiso.
Señora Julia: (sorprendida pero comprensiva) Tranquila, Beatriz. Respira. Vamos a encontrar una solución. No puedes ir sola a estas horas, es peligroso. Déjame vestirme y te acompaño iremos con Henry(El Chófer).
Beatriz asintió, sintiendo un alivio inmenso. La señora cerró la puerta para vestirse mientras Beatriz esperaba, agradecida por su comprensión y apoyo.
(La señora Julia y Beatriz están bajando la escalera cuando son interrumpidas por Edward, el hijo de la Señora Julia.)
Edward: (con preocupación) Madre, ¿dónde va a estas horas? ¿Qué está pasando?
Señora Julia: (con calma) La amiga de Beatriz tiene un problema y la chica no conoce a nadie. Queremos ir a ayudarla.
Edward: (firmemente) No, no, mamá. Quédate aquí. Yo iré con Beatriz. (Volviéndose hacia Beatriz) ¿Sabes exactamente dónde es?
Beatriz: (asintiendo) Sí, señor Edward. Sé dónde es.
Edward: (decidido) Entonces vamos. Mamá, nos encargaremos de esto.
Señora Julia: Ten cuidado.
(En el coche, de camino a ayudar a la amiga de Beatriz. La noche es oscura y las luces de la ciudad pasan rápidamente por la ventana.)
Beatriz: (con voz temblorosa) Señor Edward, me disculpo por toda esta situación. Mi amiga acaba de llegar al país y le ocurrió algo terrible. Alguien intentó sobrepasarse con ella y ahora está sola y asustada.
Edward: (con voz firme y tranquilizadora) No te preocupes, Beatriz. Ya la vamos a encontrar. Llámala.
(Beatriz saca su teléfono y empieza a marcar el número de Gabriela. La tensión es palpable en el aire.)
Beatriz: (hablando por teléfono) Gabriela, ¿dónde estás? Estamos en camino. No te preocupes, en un momento estaremos allí.
Gabriela: (con voz nerviosa al otro lado de la línea) Estoy en la esquina de la calle principal, cerca de la tienda de comestibles. Por favor, apúrense.
Edward: (mirando a Beatriz) Tranquila, Beatriz. Llegaremos pronto.
Beatriz: (suspirando aliviada) Gracias, señor Edward. No sé qué haríamos sin usted.
Edward: (sonriendo) Todo estará bien. Solo mantén la calma.
Desde lejos, Edward y Beatriz visualizan a una joven. Está en pijama, temblando, con dos bolsos: uno en la espalda y otro en la mano. Se ve tan frágil. Edward nota lo linda que es, aunque tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Es un mundo que él no conoce, tan distinto al suyo. Una persona que sufre y tiene tantas carencias, nada parecido a su vida.
Edward: (conmovido) Ahí está. Vamos, Beatriz.
Beatriz: (apresurándose) Gabriela, ya estamos aquí.
Gabriela: (con voz quebrada) Gracias por venir. No sabía qué hacer.
Beatriz: (abrazando a Gabriela) Tranquila. Él es mi jefe, el señor Edward.
Gabriela: (llorando) Gracias por venir. Mucho gusto, señor. Tenía tanto miedo.
Edward observa a la joven; es bonita, no muy alta si estatura debe ser 1.65 tez blanca ojos grandes y verdes una belleza natural y tan indefensa. Esta situación es tan ajena a su realidad. Con suavidad, dice:
Edward: Tranquila. Estás a salvo ahora. Vamos a casa.