En un reino deslumbrante, la princesa Ailén se encuentra atrapada entre el deber y el deseo. Casada con Elian, el príncipe de un corazón frío, descubre la traición en su matrimonio mientras su corazón se inclina hacia Kael, un hombre sin títulos pero de fervor inigualable. En un palacio lleno de intrigas y secretos, Ailén debe elegir entre mantener la estabilidad del reino y seguir el anhelo que desafía todas las normas.
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Capítulo 2
Una vez que salgo del baño, soy envuelta en grandes toallas de lino bordadas con monogramas dorados. Las toallas son tan suaves que casi se sienten como una caricia sobre la piel. Me dirijo a la sala adyacente, donde los estilistas están listos para atender mi cabello y prepararme para el día. Mi cabello dorado, que cae en ondas suaves, es peinado cuidadosamente utilizando rizadores y herramientas especializadas. Los rizos se adornan con cintas de colores y pequeñas joyas que capturan la luz de manera encantadora.
Finalmente, me visto con un elegante vestido blanco inmaculado, hecho de una tela de satén tan suave que parece casi líquida. La falda es amplia, con múltiples capas de encaje y tul que le dan un aire etéreo y sofisticado. El corpiño está adornado con intrincados bordados en hilo de plata, creando un patrón de hojas y vides que se entrelazan a lo largo de mi torso. La cintura está ajustada con una banda de terciopelo blanco, con un gran lazo en la parte posterior que cae en cascada, añadiendo un toque de elegancia adicional.
Mientras observo mi reflejo en el gran espejo adornado con marcos dorados, me doy cuenta de la paradoja de mi vida. El lujo que me rodea no puede llenar el vacío que siento en mi corazón. La opulencia de mi entorno solo resalta la distancia que existe entre Elian y yo, y el dolor de un amor que se ha perdido con el tiempo. Aunque cada detalle está diseñado para ofrecerme confort y belleza, el verdadero anhelo permanece sin satisfacer.
Hoy, mientras me preparo para enfrentar otro día en el palacio, no puedo evitar sentir una profunda melancolía. La rutina del lujo y la perfección externa no pueden ocultar el vacío interior que me acompaña.
Bajo las escaleras del palacio, me dirijo al comedor, un lugar que, a pesar de su magnificencia, solo me recuerda la frialdad de mi vida actual. El banquete matutino es una exhibición de opulencia: frutas exóticas de los rincones más lejanos del imperio se presentan en fuentes de cristal adornadas con filigranas doradas. Hay papayas y mangos, sus colores vibrantes contrastan con las fresas y arándanos recién recolectados. Panes recién horneados, croissants dorados y una selección de pasteles rellenos de crema y frutas decoran la mesa, junto con una variedad de quesos y embutidos finos. Las mermeladas y mieles están dispuestas en pequeños frascos de cristal, cada uno con una etiqueta decorada a mano.
Me acerco a la mesa y, a pesar del festín que se ofrece, no encuentro consuelo en la abundancia. Mi esposo, Elian, ya está sentado, absorto en un periódico de la mañana. Su presencia, una sombra fría, no parece darme ninguna bienvenida. Al verme, no levanta la vista ni muestra el menor interés. El silencio que llena el espacio es pesado, casi palpable.
Decido romper el silencio, aunque sé que mis palabras pueden no ser bien recibidas.
—Buenos días, Elian —digo con una sonrisa que apenas enmascara mi tristeza.
Él apenas levanta la mirada, sus ojos azules fríos se encuentran brevemente con los míos antes de volver a centrarse en el periódico.
—Buenos días, Ailén —responde con una indiferencia glacial.
Me siento frente a él, el crujido de la silla en el suelo es el único sonido que rompe el silencio. Intento centrarme en el desayuno, pero las palabras que han estado pesando en mi mente no me dejan en paz.
—¿Cómo ha sido tu día hasta ahora? —pregunto, tratando de iniciar una conversación.
Elian suspira con desdén y deja el periódico a un lado, sus ojos se posan en mí con una mezcla de cansancio y desdén.
—Mi día no es asunto tuyo —dice con frialdad—. Aunque supongo que hay cosas más importantes que deberías saber.
Mi corazón se acelera. Siento que una sombra se cierne sobre la conversación, y mi pulso se acelera con una mezcla de anticipación y temor.
—¿A qué te refieres? —pregunto, esforzándome por mantener la calma.
Elian se inclina hacia adelante, sus ojos se fijan en mí con una intensidad fría y cortante.
—Es difícil no notar lo que has estado evitando —dice—. La gente está empezando a hablar sobre ti, sobre nuestra incapacidad para tener hijos.
Mis ojos se abren, y una oleada de dolor me atraviesa. Intento mantener mi voz firme, pero no puedo evitar que mi tono tiembla.
—¿Y qué si no puedo tener hijos? Los médicos dicen que es un problema mío, pero eso no me convierte en una inútil —digo, mi voz se ahoga en el aire frío de la habitación.
Elian la observa con un desdén casi palpable.
—Esa es precisamente la cuestión, Ailén —responde—. En un matrimonio, especialmente en nuestra posición, la capacidad de dar herederos es crucial. Sin eso, nuestra unión no tiene mucho valor.
Sus palabras son como cuchillos afilados que se clavan en mi pecho. El dolor es intenso, y me siento como si estuviera atrapada en una tormenta de desesperanza y humillación.
—¿Así que, para ti, soy solo un fracaso? —pregunto, mi voz temblando mientras lucho por mantener las lágrimas a raya.
Elian se encoge de hombros, su mirada se vuelve más dura.
—No es solo lo que yo pienso, es lo que todos piensan. Nuestra falta de descendencia es un problema que afecta a todos. Y si no puedes cumplir con tu rol, es difícil no ver tu posición como algo menos que inútil.
El comentario final es un golpe directo a mi autoestima, y la angustia se mezcla con una creciente desesperación. Me levanto de la mesa, mi silla se arrastra con un sonido doloroso. Sin decir una palabra más, me dirijo a la puerta, con la esperanza de escapar de la dolorosa realidad que Elian ha subrayado con su frialdad.
Al salir del comedor, el lujo que me rodea parece desvanecerse en una niebla de dolor y tristeza. En el silencio de los pasillos del palacio, solo puedo pensar en cómo la vida que una vez parecía un sueño dorado se ha convertido en una prisión fría y solitaria.
y que Elián se arrepienta de averla tratado mal.
y como en toda novela todo puede pasar,espero que ella tenga unos hijos hermosos.
y Elián sea que no puede dar hijos.