En el pintoresco pueblo de Santa Lucía, Mary, una joven de veintiún años siente un profundo vacío causado por la falta de afecto de su padre, don Jaime, quien parece preferir a sus hermanos. Determinada a ganarse su amor, Mary inicia un viaje emocional donde descubre que el verdadero amor comienza por uno mismo. Con la ayuda amorosa de su madre, Mary busca entender las razones detrás del distanciamiento de su padre mientras aprende valiosas lecciones sobre aceptación y fortaleza interior. En su búsqueda, Mary encuentra que el amor verdadero puede manifestarse de formas inesperadas y en momentos cruciales de la vida familiar y personal.
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Reflexiones bajo el gran Árbol
Mary se sentó bajo el enorme árbol que estaba en el prado detrás de su casa. Las hojas verdes bailaban suavemente con la brisa mientras el sol se filtraba entre las ramas, creando un juego de luces y sombras en el suelo. Era su lugar especial, donde encontraba tranquilidad y espacio para reflexionar.
Durante horas, Mary pensó en qué podría hacer para sentirse mejor, para llenar el vacío que sentía en su corazón. Observó cómo las hormigas trabajaban diligentemente en su laboriosa tarea, sin esperar reconocimiento ni afecto a cambio. ¿Sería esa la clave, pensó Mary, aceptar que algunas cosas simplemente no pueden cambiarse? Sin embargo, algo en su interior se resistía a rendirse.
Recordó las palabras de su madre sobre el amor incondicional. Clara siempre había sido su roca, ofreciéndole consuelo y apoyo sin reservas. ¿Podría aprender a amarse a sí misma de la misma manera? La idea resonaba en su mente como una semilla plantada en tierra fértil. Quizás, pensó Mary, el primer paso para ganarse el amor de su padre era aprender a amarse y valorarse a sí misma.
Decidió que exploraría esta idea más a fondo. No se trataba solo de ser más amable consigo misma, sino también de descubrir sus fortalezas y pasiones. ¿Qué le gustaba hacer más allá de tratar de complacer a los demás? ¿Cuáles eran sus sueños y ambiciones, aparte de ser aceptada por su padre?
Con cada pregunta surgían nuevas posibilidades. Mary se prometió a sí misma que exploraría sus intereses, que se permitiría ser quien realmente era, sin la sombra de la expectativa de su padre. Si lograba encontrar esa autenticidad dentro de sí misma, tal vez, pensó con esperanza, podría acercarse genuinamente a su padre y mostrarle la persona fuerte y amorosa que estaba descubriendo ser.
Así, bajo la sombra protectora del árbol de los susurros, Mary comenzó su viaje hacia el autoconocimiento y la autoaceptación, convencida de que esta sería la clave para llenar el vacío en su corazón y abrir nuevas puertas hacia el amor verdadero.