Ana, una joven periodista de moda en Madrid, siente que algo falta en su vida a pesar de su éxito profesional. Un día, decide cambiar su rutina y pasear por el parque del Retiro, donde conoce a Daniel, un fotógrafo apasionado y dueño de un labrador llamado Max. Este encuentro fortuito da inicio a una serie de reuniones diarias en el parque, donde Ana y Daniel descubren una conexión profunda y un interés mutuo por sus respectivas artes.
A medida que sus encuentros se vuelven más frecuentes, Ana y Daniel empiezan a compartir sus sueños, miedos y aspiraciones, forjando una amistad que rápidamente evoluciona en un romance. Sin embargo, ambos tienen que enfrentar desafíos personales: Ana lucha con las expectativas y presiones de su carrera, mientras que Daniel lidia con el dolor de un amor pasado y el miedo a volver a abrir su corazón.
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Capítulo 2: Primeras Impresiones
Ana pasó el resto del día con una mezcla de emociones que iba desde la excitación hasta la ansiedad. Cada vez que miraba el reloj, no podía evitar recordar su encuentro con Daniel y Max. Esa noche, mientras revisaba su correo y se preparaba para la reunión editorial del día siguiente, no podía dejar de pensar en el paseo matutino. Finalmente, decidió acostarse temprano para estar fresca y lista para su encuentro al día siguiente.
A la mañana siguiente, Ana se despertó con una extraña sensación de anticipación. Se vistió con un conjunto casual pero elegante: unos jeans oscuros, una blusa blanca y una chaqueta ligera. Se aseguró de llevar su cámara, algo que normalmente no hacía, pero pensó que tal vez Daniel apreciaría su interés en la fotografía.
Al llegar al parque del Retiro, el sol ya estaba alto en el cielo y el parque estaba lleno de vida. Había corredores, ciclistas y personas paseando a sus perros. Ana se dirigió hacia el lugar donde había conocido a Daniel el día anterior, su corazón latiendo con fuerza.
No tuvo que esperar mucho. Daniel y Max aparecieron puntualmente, y al verla, Max corrió hacia ella con la misma alegría desbordante del día anterior.
—¡Hola, Ana! —saludó Daniel con una sonrisa amplia mientras se acercaba—. Parece que Max ya te considera una amiga.
—¡Hola, Daniel! Hola, Max —respondió Ana, inclinándose para acariciar al perro—. Me alegra verlos a ambos.
Empezaron a caminar por el parque, disfrutando del buen tiempo y de la compañía mutua. Daniel le contó sobre sus últimas aventuras fotográficas, mostrando algunas de sus fotos en su cámara. Ana estaba impresionada por su talento y la manera en que capturaba la esencia de la vida urbana de Madrid.
—Tus fotos son increíbles, Daniel. Capturan tanta emoción y detalles —dijo Ana, mientras miraba una imagen de un músico callejero tocando el saxofón bajo la luz del atardecer.
—Gracias, Ana. La fotografía es mi forma de conectarme con el mundo y con las personas —respondió Daniel, con un brillo en los ojos—. ¿Y tú? ¿Siempre quisiste ser periodista de moda?
Ana se detuvo un momento, pensando en su respuesta.
—Sí, siempre me ha apasionado la moda, pero más que eso, me encanta contar historias. La moda es solo una parte de eso. Me gusta descubrir las historias detrás de las personas, las tendencias, todo —dijo, sintiendo que se estaba abriendo más de lo habitual.
Mientras continuaban caminando y charlando, Ana y Daniel se dieron cuenta de que el tiempo pasaba volando. Llegaron a una pequeña cafetería en el borde del parque y decidieron sentarse a tomar un café. La conversación fluyó de manera natural, pasando de sus trabajos a sus intereses personales, sus sueños y miedos.
—Sabes, Ana, he estado pensando en hacer una exposición con mis fotos. Pero siempre me he sentido un poco inseguro al respecto —confesó Daniel mientras removía su café.
—Deberías hacerlo, Daniel. Tienes un talento increíble y tus fotos merecen ser vistas por más personas. No te limites por miedo —lo animó Ana, sintiendo un impulso de apoyo hacia él.
—Gracias, Ana. Tus palabras significan mucho para mí —dijo Daniel, mirándola con una expresión agradecida.
Cuando finalmente se despidieron, Ana sintió una calidez en su pecho que no había sentido en mucho tiempo. Caminó hacia su oficina con una sonrisa en el rostro, sintiéndose más ligera y feliz. Daniel la había inspirado, y algo le decía que este era solo el comienzo de algo muy especial.