Encuentros En El Retiro
Ana, una joven periodista de 27 años, vivía en el bullicioso corazón de Madrid. Trabajaba para una prestigiosa revista de moda, donde su agudo sentido estético y su pasión por descubrir historias únicas la habían convertido en una estrella en ascenso. Sin embargo, a pesar de su éxito profesional, Ana sentía que algo faltaba en su vida.
Esa mañana de primavera, el cielo estaba despejado y el aire fresco estaba impregnado con el aroma de las flores. En lugar de tomar su ruta habitual hacia la oficina, Ana decidió pasear por el parque del Retiro, un lugar que siempre la había tranquilizado. Los cerezos estaban en plena floración, creando un paisaje de ensueño con sus delicados pétalos rosados que caían suavemente al suelo.
Mientras caminaba, sumida en sus pensamientos, un perro labrador dorado apareció de repente, corriendo hacia ella con una correa arrastrando detrás. Ana apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el perro la alcanzara, saltando con entusiasmo y casi tirándola al suelo.
—¡Max, vuelve aquí! —gritó una voz masculina a lo lejos.
Ana se agachó para acariciar al perro, que meneaba la cola frenéticamente, feliz de recibir atención. Al levantar la vista, vio a un hombre alto y de cabello castaño claro, que se acercaba corriendo. Vestía una chaqueta de cuero y jeans desgastados, con una sonrisa tímida en el rostro.
—Lo siento mucho, Max es muy amistoso, pero a veces se emociona demasiado —dijo el hombre, tomando la correa con firmeza y lanzándole a Ana una mirada de disculpa.
Ana se levantó, todavía riéndose del entusiasmo del perro.
—No te preocupes, es un amor. ¿Cuál es su nombre? —preguntó, acariciando a Max detrás de las orejas.
—Max. Y yo soy Daniel, por cierto —respondió el hombre, extendiendo la mano con una sonrisa cálida.
—Yo soy Ana. Es un placer conocerte, Daniel. ¿Vienes aquí a menudo? —preguntó, estrechando su mano.
—Sí, me gusta pasear a Max por el parque todas las mañanas antes de ir a trabajar. Es una manera genial de empezar el día. ¿Y tú? No te he visto por aquí antes.
—Normalmente tomo otra ruta, pero hoy decidí cambiar un poco mi rutina. Y parece que fue una buena decisión —dijo Ana, sonriendo.
Mientras caminaban juntos por el parque, charlaron sobre sus vidas y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Daniel era fotógrafo, especializado en retratar la vida urbana de Madrid. Su trabajo lo había llevado a lugares increíbles y le había permitido conocer a personas fascinantes.
A medida que el sol se elevaba en el cielo, Ana se dio cuenta de que se estaba haciendo tarde para el trabajo.
—Ha sido un placer conocerte, Daniel. Pero tengo que irme, o llegaré tarde a la oficina —dijo, un poco a regañadientes.
—Entiendo. Pero, ¿te gustaría volver a encontrarnos aquí mañana? Podemos seguir hablando y, quién sabe, tal vez incluso tomar un café después —sugirió Daniel, con una mirada esperanzada.
Ana sonrió, sintiendo una chispa de emoción.
—Claro, me encantaría. Nos vemos mañana entonces.
Mientras se despedían y Ana se dirigía a su oficina, no podía dejar de pensar en Daniel y en cómo un simple paseo por el parque había hecho que su día comenzara de una manera completamente diferente. Sentía que algo especial podría estar a punto de comenzar, aunque aún no sabía exactamente qué.
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