Gabriel Patel y Xavier Hudson son como hermanos desde siempre y cuando ambos hicieron una familia quisieron que sus hijos siguieran la misma línea.
Pero quizás esa no era una muy buena idea.
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Dos
Una semana ya había pasado de aquel incidente en el que Leicy terminó descargando su furia contra el rostro de Xavier Hudson y contrario a lo que creyó la chica, no tuvo ningún problema, como tampoco habían vuelto a llamarla a la oficina de la presidencia para aclarar ningún informe.
En cambio para Xavier la vida no iba tan fácil, se moría de ganas por tener cerca otra vez a la peliroja de los mil demonios, pero también se moría de la vergüenza imaginando lo que ella pensaría de él.
El único heredero de Henry Hudson no entendía que le estaba pasando con esa chica, él nunca le había hablado así a ninguna mujer ni había intentado intimidar a ninguna para que estuviera en su cama.
Pero aquel hobbit de rizos rojos lo sacaba de sus casillas ¿ Porqué no podía ser como las otras y caer a sus pies? Ellos eran adultos, se daban un buen revolcón, se quitaban las ganas y aquí paz y en el cielo gloria ¿O no?
Ya ni estaba seguro de si era eso lo que quería, a estas alturas le parecía que con un revolcón no iba a tener, quizás dos, o tres, o cuatro, eso lo vería después, por el momento si se la encontraba en el ascensor ya con eso le bastaba, pero para su mala suerte ni siquiera usaban el mismo ascensor.
Miró las cosas sobre el escritorio y tuvo ganas de tirarlas otra vez pero se contuvo, no podía seguir rompiendo todo por una chica que ni giraba a verlo.
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- Leicy no olvides nuestra cita de mañana.
Xavier escuchó a una chica gritar dentro del aparcamiento cuando él iba rumbo a su vehículo e instintivamente buscó a la causante de que se hubiera vuelto un ogro, pero lo único que pudo ver fue un pequeño auto azul que ya se iba y una mano estirada por encima del techo con un pulgar arriba.
Siguió su camino, era viernes y estaba cansado así que lo único que quería era ir a darse un baño y tirarse en su cama para olvidar unos rizos rojos que ni comer lo dejaban en paz, pero mientras caminaba, a sus espaldas escuchó una voz que por su acento no le pareció inglesa.
- Jefe ¿Quiere acompañarnos a nuestra noche de diversión?
El hombre se giró y vio una mujer despampanante, unos ojos azules que brillaban y un pelo lleno de mechas doradas que gritaba las muchas horas que pasaba con el estilista.
- ¿Noche de diversión?- preguntó.
- Sí- Xavier intentó descubrir su acento, parecía sueca- Una vez al mes algunos nos reunimos en una discoteca o en un pub para liberar el estrés de trabajar en una empresa como esta.
La mujer jugueteaba con un mechón de pelo mientras hablaba con un claro coqueteo.
- ¿Tan mal los tratan aquí?- Xavier la miraba y a su mente solo venía la idea de que seguramente lo estaba invitando al mismo lugar en el que estaría su muñequita de porcelana.
- No es eso.- le contestó con una risilla ridícula- Pero no me va a negar que es bueno liberar endorfinas de vez en cuando.
- Claro, por eso voy a aceptar la invitación, pero creo que debes decirme en que lugar los encuentro.
- ¿Me presta su teléfono?- le dijo con una sonrisa ladina y él le sonrió igual.
Xavier sacó el teléfono del bolsillo trasero de su pantalón, a diferencia de su gran amigo Gabriel a él le gustaba mucho vestir informal, lo desbloqueó y lo entregó a la mujer, ella buscó una página y le dejó señalada una ubicación.
- Aquí estaremos mañana a las nueve de la noche, no lo olvide jefe, no me deje esperando.- le guiñó un ojo a la vez que le entregaba el teléfono y siguió hasta un auto color rojo pasión aparcado un poco más allá del de él.
Xavier sonrió a la nada, allí estaría, claro que estaría, aquella invitación acababa de borrar todo el cansancio de su sistema.
El joven llegó a su casa con una cara de tonto de feria que daba gusto, hasta su padre se dio cuenta y se alegró, hacía días que ni hablar se podía con él, si no contestaba enfadado contestaba con monosílabos.
Se bañó y aunque antes tenía pensado ir directamente a la cama, bajo al comedor y cenó junto a su progenitor, comentaron algo de fútbol y de como iba su equipo favorito para la copa, elogió a la cocinera por la comida y subió a su habitación, todo parecía indicar que estaba de vuelta Xavier Hudson.
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- No me molestes Gabriel- contestó por el manos libres mientras se ejercitaba temprano en la mañana en la cinta de correr que tenía en el gimnasio de su casa- No voy a permitir que acabes con mi buen humor de hoy, necesito estar tranquilo aunque sea el sábado.
Su amigo se rió del otro lado, desde que estaba en Italia era él quien se pasaba los días dándole la tabarra y molestando para que volviera y quería preguntarle antes de que Mariana despertara que qué le pasaba que aún no lo había llamado para discutir.
- No voy a molestarte- siguió riendo- Solo quería verificar que estabas bien, te llamo mañana- y terminó la conversación.
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La noche llegó y uno a uno fueron juntándose todos los que habían quedado en salir a divertirse.
- ¿Por qué está él aquí?- le preguntó Leicy a la chica que tenía al lado en la mesa que ocupaban al ver a el jefe dirigirse a ellos.
- ¿No leíste el mensaje que puso Elsa en el grupo de WhatsApp?- la pelirroja negó- Es su nueva presa.
Elsa era una sueca como pensaba Xavier que llevaba un tiempo en la empresa, de su propia boca el equipo de compañeros antiestrés, como se hacían llamar, supo que tenía un problema con el sexo y que asistía a un grupo de ayuda, pero que ayudar no ayudaba mucho porque ya se había comido hasta a el padrino de abstinencia que le asignaron y esta noche pensaba pasarla bien con el jefe, según ella él se veía como el tipo de los que no descansan ni para tomar agua y ese era el hombre que ella necesitaba.
me quedo sin palabras
excelente la novela
un ejemplo para las mujeres
saber que pueden reconstruirse siempre. solo es querer hacerlo y tener amor propio
cada quien en su lugar
felicitaciones a la autora