BAJO LA PROTECCIÓN DEL MAGNATE

... DESTROZOS EN LA CALMA ...

La cabaña en el bosque estaba sumida en un silencio tan profundo que podía escucharse el crujido de la madera cuando el viento la mecía suavemente.

Era una construcción sencilla, pero acogedora, rodeada por árboles frondosos y una brisa fresca que traía el aroma de los pinos.

El aire en la cabaña olía a madera, a café recién hecho y a esa extraña paz que se cuela en los momentos antes de una tormenta.

El amanecer apenas asomaba, tiñendo de tonos dorados la cocina donde Emma estaba sentada sobre la encimera, con las piernas cruzadas y una taza humeante entre las manos.

Adrián, de pie frente a ella, apoyado con las palmas sobre la misma superficie, la observaba con esa expresión entre serena, calculadora, con esa intensidad que no necesitaba palabras y que la descolocaba cada vez que lo veía

No hablaban mucho, pero había una tensión tibia, algo flotando entre ellos que no necesitaba palabras para sentirse.

— No puedes seguir huyendo de esto — dijo él, su voz un susurro grave que erizaba la piel mientras su dedo índice la señalaba a ella y a él con movimientos repetitivos pero suaves.

— No me estás dejando muchas opciones — replicó ella, con una sonrisa cansada.

— Dime ¿Qué estás pensando? —preguntó Emma, rompiendo la calma, con la mirada clavada en su taza.

— En todo lo que no puedo decirte todavía — respondió él sin rodeos, su voz profunda como un eco.

Ella frunció los labios, ladeando un poco la cabeza, se había acostumbrado a los silencios de Adrián, pero a veces esos silencios la herían más que cualquier verdad.

—No puedes protegerme de todo, Adrián —susurró.

Él se acercó de una manera en la que sus labios estaban a punto de rozarse, estaba tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

— Pero puedo intentarlo — respondió, con una firmeza que erizaba la piel.

Emma lo miró a los ojos, ese hombre que parecía una fortaleza indestructible tenía grietas… y ella estaba empezando a verlas.

En la habitación contigua, Ethan se había quedado velando el sueño de April, permanecía en un sillón al lado de la cama donde ella dormía, su respiración era tranquila, pero su rostro seguía pálido.

Él no se movía, salvo para ajustar suavemente la manta sobre ella, había algo roto en sus ojos ámbar, como si la posibilidad de perderla fuera una herida latente.

Él no la había dejado sola ni un solo instante desde que llegaron; la había observado en silencio, sin decir palabra, preocupado por su recuperación… aunque también por todo lo que empezaba a sentir cada vez que ella abría los ojos y le sonreía, incluso herida.

El teléfono de Adrián vibró, fue una alerta corta, pero el cambio en su expresión fue inmediato, lo sacó del bolsillo y lo leyó en silencio, su mandíbula se tensó, sus ojos se oscurecieron.

—¿Qué pasa? —preguntó Emma, bajando la taza y enderezándose mientras Adrián se alejaba de ella y en parte eso a Emma le hacía sentir un sabor amargo.

Adrián no respondió de inmediato, su pulgar se movía sobre la pantalla, revisando otros mensajes que llegaban uno tras otro.

— Giovanni — dijo finalmente, con un tono que sonó a sentencia.

Emma sintió que el estómago se le encogía, ese nombre era una sombra constante sobre sus pasos.

—¿Qué hizo?

— Está causando destrozos en la ciudad — respondió, alzando la mirada hacia ella —. Incendió uno de los almacenes portuarios... hay cinco heridos.

Emma bajó de la encimera de un salto, su rostro reflejaba angustia, impotencia, rabia.

—¿Por qué?, cuando me va a dejar en paz.

Adrián frunció aún más su ceño.

—Está presionando, Quiere que salgas de donde estés escondida. Cree que, si siembra suficiente caos, alguien hablará.

Emma bajo de la encimera y caminó de un lado al otro, con las manos en el cabello, sentía el corazón desbocado.

—¡Maldito! ¿Cuánta gente tiene que lastimar solo para atraparme?

— Lo peor del caso es que el español lo está presionando — agregó Adrián—. Ese maldito con el que quiere casarte está haciendo varios movimientos políticos y militares. Pero he movido mis influencias y no ha podido dar un paso.

Emma sintió una náusea amarga, se apoyó en la pared, como si el mundo se hubiera inclinado de pronto.

En ese instante, Ethan apareció en el umbral de la cocina, sus ojos se movieron de Emma a Adrián.

—¿Lo de la ciudad? Ya lo vi — dijo seco —. Tenemos que movernos.

—¿April? — preguntó Emma alarmada.

— Está bien, dormida. Pero… esto cambia las cosas — añadió Ethan.

Adrián caminó hacia él y comenzaron a hablar en voz baja, Emma se acercó, empujada por el pánico y la necesidad.

— No quiero que vuelvas a irte — le dijo a Adrián, tomándole la mano, era la primera vez que lo tocaba por voluntad propia.

Él se giró lentamente hacia ella, la dureza de su rostro se desmoronó por un segundo.

— Emma…

— No me dejes sola — suplicó —. No ahora, no después de todo lo que está pasando.

Él la sostuvo por los hombros.

—Tú y April estarán bien, este lugar es seguro… por ahora. Pero si no detengo a Giovanni, él seguirá escalando y más inocentes van a pagar.

Emma lo miró con lágrimas en los ojos.

— No puedo perder a nadie más.

Ethan carraspeó detrás de ellos, incómodo por la escena, pero con los ojos fijos en Emma.

— Adrián tiene razón — intervino —. Vamos a dar la cara, pero ustedes dos deben mantenerse ocultas.

—¿Y si encuentran este lugar?

— Las reubicaremos — respondió Adrián —. Ya tengo dos alternativas, pero necesito que confíes en mí.

Emma bajó la mirada, sabía que no tenía opción.

Adrián le levantó la barbilla suavemente con los dedos.

— Voy a regresar por ti, te lo prometo.

Emma asintió y antes de que pudiera pensarlo demasiado, él se inclinó y rozó su frente con los labios.

El roce fue breve, pero cargado de una promesa muda que quedó flotando en el aire.

Ethan se adelantó hacia la habitación, antes de entrar, se giró para ver a Emma una vez más.

— Cuídala — le dijo, con una seriedad solemne.

— Siempre.

Los dos hombres salieron poco después, Emma se quedó sola en la cocina, aún con el calor de la mano de Adrián sobre su piel. Sintió que el miedo regresaba como una ola… pero también algo más, una certeza que nacía dentro de ella: no estaba sola, no está vez.

Y si Adrián había prometido volver, lo haría, lo supo en la forma en que la miró, como si en sus ojos hubiera encontrado un motivo para seguir luchando.

MIS AMORES AQUÍ LES PRESENTO A ETHAN OPINEN QUE LES PARECE

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