Anya es una joven modesta, inocente y alegre que fue criada por su tía después de que su vida se viera sacudida por la trágica perdida de sus padres, sin embargo, eso no era lo único, ya que el destino le tendría otra mala pasada.
Se suponía que buscaba tener un futuro feliz, tranquilo; sin embargo, nunca creyó que su vida terminaría atada de la forma menos pensada.
¿Podrá ser feliz?
¿Podrá conocer lo que es el amor?
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capítulo 2
El día de su llegada Margaret preparó la bienvenida de su sobrina, cosa que le parecía extraña ante los ojos de Helen el ama de llaves y la que un día fuera nana de Anya.
A ella le costaba volver, algo en ella extrañaba el lugar donde fue feliz con sus padres, pero también era el mismo lugar donde un día se despidió de ellos.
Al llegar y bajarse del auto y tocar el suelo del lugar donde jugó, rio y corrió.
La casa que había heredado de su padre y que él había heredado de su abuelo era una herencia familiar, en el testamento James Spencer recalcó que sus tíos tenían que vivir en esa casa con su hija por esa razón sus tíos la habitaban.
El sol metiéndose en el horizonte reflejaba la mansión cuando se escondía detrás de los árboles, Anya recordó perfecto y claro como si viviera lo mismo de nuevo, se miró a ella misma jugando debajo del manzano y a su madre mirando desde la casa mientras tocaba el piano, y en otro recuerdo se contempló junto a su padre en el jardín tocando la tierra con sus manos y dónde le enseñaba a ella con mucho mimo el amor a la tierra.
Sonrió, pero otro recuerdo vino a su mente, que hizo llorar su alma de nuevo, se apreció junto a los féretros de sus padres, era tan claro el recuerdo que recordó como iba vestida.
En un vestido de algodón y abrigo de lana negro, con dos rosas blancas.
Sintió también como un frio invadió sus extremidades para luego sentir un fuego en su corazón que creía apagado, después de tantos años sin pisar ese lugar se dio cuenta de que solo llama estaba baja y silenciosa pero, el regreso hizo que avivara de nuevo provocando así un dolor punzante que taladraba todo su ser, secó sus lágrimas y caminó adentrándose a la casa donde la recibieron sus tíos y su prima.
—¡tío amado, no puedo creer que ya estoy de vuelta!. Exclamó Anya abrazando a su tío Philip.
Anya caminó por la sala y respiraba el aire de toda la casa, olor que extrañaba y que por supuesto le era familiar, se quedó mirando el enorme cuadro de sus padres que colgaba en la pared donde estaba la chimenea.
Entre charlas fueron a la mesa para cenar.
A la hora de dormir fue otra tortura para Anya, por supuesto le habían preparado una habitación acorde para su edad, pero Anya fue directo a su antigua habitación, sus manos temblaban al tocar la manilla de la puerta, entró y era como si el tiempo no hubiese pasado por ahí, su cama, sus juguetes y El pequeño piano, lo podía recortar porque fue el último regalo de sus padres, incluso sus pequeños vestidos colgaban en el clóset aún, una voz detrás de ella hizo que se exaltara.
— ¿está todo como lo recuerdas, cierto?. Preguntó su nana.
—sí, veo que te encargaste de cuidarla bien. Responde Anya.
—así es mi niña.
Abrazó de nuevo a su niña como la llamaba cariñosamente y salió de la habitación.
Anya tocaba la caja de música y el cepillo con el que se peinaba sus cabellos, luego se recostó sobre la pequeña cama y se quedó dormida.
A la mañana siguiente despertó cuando los rayos de sol entraban por la ventana, se levantó y fue a la habitación que le habían preparado, al momento del desayuno su prima le hizo muchas preguntas.
—¿ qué quieres estudiar ahora que saliste?
— me gusta la carrera de bellas artes, pero también me gustaría convertirme en una pianista profesional, como mamá. Responde Anya.
—¿cuánto tiempo te quedarás aquí?. Preguntó Aurora.
—no lo sé, creo que después de buscar trabajo para poder pagar mis estudios.
Anya lo dijo porque no tenía conocimiento del fideicomiso que sus padres les habían dejado, porque claro, solo tenía cinco años cuando sucedió la lectura del testamento y no tenía conocimiento de ello, porque lo que estaba en su mente era vivir sola.
—¿ qué pregunta es esa? ¿acaso no ves que está en su casa? ella se puede quedar el tiempo que quiera. dijo su tío.
—tienes razón, ¿ cómo es eso de que quieres buscar trabajo? ¿ dónde, si apenas tienes dieciséis años?.
—sé que será difícil, quizás consiga algo en una cafetería, puedo hacer muchas cosas.
Aurora sonrió con risa burlona y le dijo.
—de verdad estás loca, mira que pensar en trabajos y en estudiar, es lo más aburrido que he oído?
—no entiendo porque lo dices, ¿tu no fuiste a la universidad?.
—no, lo dejé porque no es para mí.
— pues yo sí quiero estudiar, y lo haré. Dice Anya.
— bueno, ya estuvo, no te apresures en lo que quieras hacer porque hay tiempo para todo. Expresó su tío.
Al terminar el desayuno Anya fue al jardín a por unas flores, ella misma las cortó, cuando estaba por salir su nana pregunta.
—¿A donde vas?.
—tú sabes a dónde nana.
— está bien, pero dile a alguien que te lleve, no conoces a nadie y te puedes perder.
—tranquila nana, sabré llegar, además tengo mi teléfono.
Cómo pudo Anya llegó al cementerio a la tumba de sus padres, se sentó en un lado y pasó su mano donde estaban grabados sus nombres, con la garganta cerrada casi y le permitía hablar.
— ¡perdón! ¡perdón! ¡perdón! por no haber venido antes, los extraño muchísimo, me han hecho tanta falta, todos estos años han sido difíciles y duros sin ustedes, me he sentido sola y cada día que pasa siento miedo, miedo de perderlos de nuevo, digo de nuevo porque a medida que qué pasa los años siento miedo de no poder recordar con claridad sus rostros, tengo fotografías pero, y sus voces, sus sonrisas, las añoro.
—¡por favor, ayúdenme a no hacerlo nunca!.
mamá, papá, como deseo que estén aquí, conmigo, he deseado eso cada día de mi vida.
Después del cementerio, Anya caminó por el pueblo, al final de la calle que daba a la salida del pueblo, la cafetería que a su vez funcionaba como heladería.
de niña su madre solia traerla por las tardes, recordó también que jugaba con la pequeña hija del dueño, por lo que decidió entrar, y si, eran los mismos dueños.
Al entrar todas las personas que se hallaban en el lugar voltearon a verla, ella miró detalladamente todo y dijo entre sí.
—¡no ha cambiado nada!.
pidió un helado de grosellas, su favorito y el que solía pedir cuando iba de niña.
Una jovencita la atendió y como era un poco parlanchina le pregunto.
— ¿eres nueva por aquí?.
-si, llegué ayer por la tarde. responde Anya.
La chica la miró de nuevo y sorprendida exclamó.
—¡no puede ser, es la chica Spencer, es Anya Spencer, hija de James y Taylor Spencer, papá es ella!.
Anya sonreía sin decir nada.
—¿oye me recuerdas? soy yo, Alice.
—si, te recuerdo, ¿todavía vives aquí?.
— ¿ si, todavía, ¿y tú cómo has estado? ¿donde estuviste?.
Alice le hacía preguntas tras preguntas, y anya no sabía cuál responder primero.
—no seas imprudente, Alice, manifestó Charlie padre de Alice.
— disculpe señorita, mi hija habla mucho.
Anya incómoda por las disculpas del señor Charlie.
— no, ella tiene razón señor Charlie, es la primera vez en el pueblo después de tantos años, quién mejor que Alice Para mostrármelo.
expresó anya.
— ¿papá puedo tomarme el día para llevar a Anya a conocer el pueblo?.
— claro, tomate el tiempo que quieras. Responde Charlie a las peticiones de su hija.
Anya apenada dice.
— no, pero puede ser otro día, no quiero interferir con tu trabajo.
— no, está bien vayan chicas.
las jóvenes salieron de la cafetería y caminaron por el pueblo.
—¡vamos a la plaza!.
manifiesta Alice, a medida que iba caminando alice y le iba indicando los nombres de las calles y los apellidos de los residentes de cada casa, se sentaron en unos de los bancos de la plaza.
—¿ aquí todos se conocen verdad? Preguntó Anya.
— si, debido a que es un pueblo pequeño.
—¿ tienes muchos amigos aquí?. pregunto anya.
—no muchos, la mayoría de los jóvenes al terminar la secundaria se van a la ciudad, para poder estudiar en la Universidad ¿y tú tienes muchos amigos ? imagino que sí.
— no, ni siquiera tengo un solo amigo.
— ¿donde estuviste? ¿ a donde te llevaron? después de lo de tus padres no supimos más de ti. pregunto Alice con mucha curiosidad.
A lo que Anya respondió.
—mis tíos me enviaron a un internado a Irlanda y como ya culmine, regresé.
— Irlanda, tan lejos, ¿ oye, y tú viste todos estos años encerrada?.
— los primeros días y meses fueron difíciles pero ya después me acostumbré.
— no entiendo, ¿ cómo soportaste tanto tiempo?.
— cuando tienes tareas diarias no te da tiempo ni para aburrirte.
—¿ y no viste a tu familia desde entonces?.
— no a mi tía, pero si a mí tío, él iba dos veces por mes, siempre que iba me llevaba obsequios, en las vacaciones me enviaban a campamentos de verano, y realice un curso de pintura desde los 12 años, pero no me permitían regresar.
—¿por qué?.
—No lo sé, me lo pregunté muchas veces pero ya no.
—¿y que aprendiste?.
—aprendí a cocinar, lavar la ropa, coser, y todos los oficios que según las monjas que nos enseñaban, las jóvenes tienen que aprender a realizar los oficios del hogar, para así cuando te cases ya sabes todo eso, y así atender a tu esposo, era lo que te metían en la cabeza.
— ¿y tú quieres casarte?.
— no, como crees, tengo dieciséis, yo no me quiero casar nunca.
Anya pronunció con mucha seguridad esas palabras.
¿ qué otra cosa te enseñaron?. -pues aprendí francés, y búlgaro, te enseñan otros idiomas pero yo quise el francés porque me iré algún día a estudiar arte a Paris, y búlgaro porque mi tío es búlgaro, también se tocar el piano, y como te dije el arte de pintar, eso porque a mí me gusta, ¡ah!, y el ajedrez es uno de los deportes que te enseñan y otras muchas cosas, también te enseñan modales y etiquetas.
— vaya, tienes muchas cualidades, ¿te quedarás a vivir?
— no lo creo, porque quiero ir a la universidad, ¿tú estudias?
— Ya terminé la preparatoria y también quiero ir a la universidad, pero no lo sé aún, todo depende de mis padres.
¿y qué quieres estudiar?. Preguntó Anya.
— no lo sé, tengo muchas opciones en mi mente, pero aún nada concreto, ¿y como te llevas con tu prima?. Pregunta Alice.
— normal, no hemos compartido mucho.
— ¿tienes novio Anya?.
Era la primera vez que Anya oía esa pregunta, debido a que fue prácticamente criada por monjas que no le hablaban de ese tema, Por lo cual Anya no tenía conocimiento de lo que era tener novios, las viejas monjas le enseñaron que las jóvenes tenían que esperar que un pretendiente pidiera permiso a sus padres, conocerlos luego les pediría la mano y así se casarían, y vivir con el mismo hombre y el resto de sus vidas, no les hablaron de lo que era enamorarse o el significado de este.
— no, ¿de qué hablas no tengo edad para tener novios?. Sorprendida por lo que había dicho Anya Alice mencionó.
— es normal tener novios, estamos en pleno siglo XXI. Anya preguntó un poco confundida.
— ¿tú tienes novio?.
—no, pero sí me gusta un chico.
Después de hablar por un rato Anya pregunta.
—¿sabes dónde puedo conseguir un trabajo?.
—¿para quién?.
— para mí, estoy buscando trabajo.
—si quieres puedes trabajar con nosotros, necesitamos a alguien para que me ayude a atender. Propone Alice.
—pues esa persona soy yo.
— bien, hablaré con mi padre, él no se negará.
— muchas gracias.
Anya consiguió trabajo en la cafetería y así pasaron los meses y estaba feliz trabajando y ahorrando lo más que podía.
Dos años después una mañana sus tíos la llamaron al despacho.
— dígame tía.
— es el momento de que te informes sobre el testamento de tu padre, el señor que está ahí es el abogado encargado de El testamento. Expresa su tía.
Sin decir una palabra Anya se sentó a escuchar lo que el abogado tenía que decir, después de oír todo y darse cuenta de que sus padres le habían dejado un fideicomiso se alegró muchísimo porque ya tenía la universidad paga, solo tenía que elegir cuál.
salió muy contenta y feliz por la noticia, le gustaba ir al bosque a recolectar frutas silvestres Y como estaba de buen ánimo decidió ir, para luego volver al trabajo.
En la cafetería Anya llegaba con una sonrisa y sus ojos brillaban de alegría.
— ¡por favor dime qué es lo que tiene tan feliz , pregunta Alice.
— es la mejor noticia que he recibido en toda mi vida, ya no tendré que trabajar para ir a la universidad.
— ¿te aprobaron la beca?.
— mucho mejor que eso, mis padres dejaron un fideicomiso para la universidad.
—¿dices que te dejaron dinero?.
—Si, y así podré ir a la universidad que yo quiera, y lo que es mejor, en cualquier parte del mundo.
— Me alegro por tí, felicidades.
Las jóvenes se abrazaron y tomaron cada una con una copa con jugo de naranja para festejar.
Anya Spencer