Renace con una nueva oportunidad para ser feliz, amando a los caballos como en cada vida...
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
22) Cartas para una princesa
23) Ya te olvidé
24) Dulce Prisión
25)Secretos de una poción
26) La venganza de Leia
27) Recuerdos de mi futuro
28) Una esposa para el príncipe maldito
29) Una madrastra reencarnada
** Todas novelas independ
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Renacer
Aquella tarde el cielo se torno gris, el viento rugia con fuerza y las nubes parecian caer sobre la tierra. En medio del campo, ella cabalgaba tratando de llegar al viejo establo antes de que la tormenta la alcanzara. Su caballo, un fiel corcel de color negro llamado Sombra, galopaba con toda su fuerza, pero el viento y la lluvia eran demasiado.
Un rayo cayo cerca, haciendo que Sombra relinchara asustado, pero aun asi siguio corriendo. La mujer lo acaricio, su voz apenas se escuchaba entre el trueno
—vamos, ya falta poco—.
El barro hacia que las patas del caballo se hundieran, el frio cortaba la piel, y el cielo se volvia mas oscuro cada minuto.
De pronto, una fuerte rafaga los desequilibró. Ella cayó al suelo, golpeandose contra una piedra. Sombra relinchó desesperado, dio una vuelta y se acercó a ella, empujandola con el hocico, intentando que se levantara. Pero ella ya no se movia, su mirada quedo fija en el cielo tormentoso..
El caballo se quedo junto a ella toda la noche, empapado, sin moverse, velando su descanso. Cuando el amanecer llego y la tormenta se habia calmado, los aldeanos la encontraron con Sombra echado a su lado, cubriendola con su cuerpo, como si tratara de protegerla del frio.
Cuando despertó sobresaltada, el corazón le latia con fuerza. Miró a su alrededor confundida.. no reconocia nada. Las paredes eran de piedra antigua, cubiertas por cortinas pesadas de terciopelo rojo. El aire olia a madera vieja y a polvo, y una lampara de aceite titilaba en una mesita cercana.
Intentó levantarse, pero el cuerpo le temblaba. ¿Dónde estaba? ¿Qué habia pasado? Lo último que recordaba era la tormenta, el relincho desesperado de Sombra, y el frio que le calaba los huesos.
—¿Sombra...?— susurró con voz temblorosa, pero solo obtuvo el eco de su propia voz.
Su pecho se llenó de angustia. No recordaba su nombre, ni su hogar, ni cómo habia llegado allí. Solo ese sentimiento fuerte, profundo, el deseo de ver a su caballo, de sentir su calor y su lealtad..
Se levantó tambaleando, y fue entonces cuando vio el gran espejo al fondo de la habitación. Se acercó lentamente, como si algo dentro de ella supiera que no iba a gustarle lo que veria..
Frente a ella no estaba la mujer adulta que recordaba ser, sino una adolescente hermosa, de piel clara, con cabello rojo como el fuego y ojos azules tan intensos que parecian reflejar el cielo antes de la tormenta..
Retrocedió con miedo, tocándose el rostro, el cuello, el cabello.
—¿Qué... qué me pasó?— murmuró.
La habitación se llenó de un silencio denso, solo interrumpido por el golpeteo de la lluvia contra los cristales.
Esa noche, mientras la lluvia seguia golpeando los ventanales, ella cayó en un sueño profundo, tan real que por un momento olvidó todo lo demás.
En el sueño se veia a sí misma en un gran salón iluminado por candelabros de cristal. Llevaba un vestido azul celeste con encajes blancos y el cabello rojo recogido en trenzas suaves. La llamaban Astrid Huxley, hija del duque Ashton Huxley. A su lado, un joven de mirada serena y porte elegante le sonreía.. era Antony Huxley, su hermano mayor, tres años más grande que ella, siempre protector, siempre atento.
Recordaba entonces que su madre había muerto hacía pocas semanas. Desde ese día, Astrid no salía de su habitación.. la tristeza la había envuelto por completo. Pasaba horas mirando por la ventana, observando el jardín vacío y el estanque donde solía pasear con su madre. Los sirvientes hablaban en voz baja, preocupados, y su padre, el duque, apenas la miraba, consumido también por el dolor.
Antony era el único que tocaba su puerta cada mañana, intentando hacerla sonreír.
—Vamos, Astrid, el príncipe vendrá hoy a practicar esgrima conmigo, podrías al menos asomarte—, le decía con cariño.
Pero ella siempre respondía lo mismo, con voz apagada: —No tengo fuerzas, hermano.
En el sueño, Astrid se vio frente al espejo, con los ojos hinchados por el llanto. Sintió otra vez ese vacío, esa tristeza profunda… y, de pronto, el relincho de un caballo resonó afuera. Un sonido familiar, poderoso, que hizo que su corazón latiera más rápido.
Corrió hacia la ventana y vio un corcel negro bajo la lluvia. Sombra. El mismo caballo que recordaba de otra vida.
—¿Qué hace aquí...?— susurró, mientras las lágrimas le caían. En ese momento, comprendió que aquel sueño no era solo un recuerdo, sino un puente entre lo que fue y lo que ahora era.
Al día siguiente, la luz del sol se filtraba por las gruesas cortinas, iluminando el fino tapiz del suelo y los muebles de madera tallada. El canto de los pájaros sonaba suave, como si nada malo hubiese ocurrido jamás.
La puerta se abrió lentamente, y una joven doncella entró con una bandeja de plata.
Doncella: Señorita Astrid, buenos días. Le he traído el desayuno.
Astrid: (mirándola confundida) ¿Astrid...?
Doncella: Sí, señorita. ¿Se encuentra bien?
Astrid: Sí… solo tuve un sueño extraño. Gracias, puedes dejarlo ahí.
La doncella hizo una reverencia y salió en silencio. Astrid se quedó observando el vapor que salía del té, los pasteles perfectamente dispuestos y las flores frescas en el jarrón. Todo era tan real, tan vívido… No podía seguir negándolo. Esa era su nueva realidad.
Astrid: (susurrando para sí misma) Entonces… reencarné. Soy Astrid Huxley. Hija del duque Ashton… hermana de Antony.
Su corazón latía con una mezcla de miedo y curiosidad. Se levantó con cuidado y se acercó a la ventana. El jardín era inmenso, con fuentes y estatuas, y un camino de piedra que llevaba hacia los establos. Algo en su interior la llamaba, una sensación cálida, casi familiar.
Decidió vestirse y salir. Caminó por los largos pasillos cubiertos de retratos antiguos, con candelabros que brillaban aún de día. El mármol del suelo reflejaba su silueta mientras pasaba frente a enormes ventanales que mostraban la extensión de la propiedad.
A cada paso sentía que esa mansión, aunque desconocida, la aceptaba. Había algo en las paredes, en el aroma del lugar, que le resultaba extrañamente cercano.
Astrid: (mirando a su alrededor) Si este es mi nuevo hogar… entonces debo conocerlo.