Tiempo De Venganza

Capitulo I: Flores Frágiles

—¿Es esta la niña?

—Sí. Sus padres la vendieron por un buen precio. Era hija de un noble.

Veo al hombre que me sujeta fuertemente del cabello. Desde que mi padre me entregó a este señor esta mañana, no ha dejado de llevarme de un lado a otro como si fuera un muñeco.

—Puedes hacer lo que quieras con ella. Pero debes darme un buen precio.

Esta mañana, al despertar, me enteré de que toda mi familia había sido despojada de sus riquezas porque mi padre traicionó al emperador. Ese maldito hombre, para conseguir algo de dinero, me vendió a estas personas.

Le importó un demonio que yo solo tuviera doce años o lo que me harían aquí. Solo sabía que necesitaba dinero para seguir protegiendo a sus otros hijos, los que sí son queridos. Si no me iba a querer, entonces… ¿para qué demonios me tuvo? ¿Por qué me alejó de mi madre si iba a tratarme de esta manera?

—Oye, hermosa, no tengas miedo. Aquí serás muy bien tratada.

Las lágrimas que había contenido todo este tiempo comenzaron a cubrir mi rostro. No deseaba esto. No quería descubrir qué les hacían a las niñas aquí. Prefería morir.

Ese fue mi pensamiento. La mejor solución. Pero en cuanto empezaron a jalarme y me llevaron a otro lugar, me di cuenta de algo: morir sería muy difícil.

Era un cuarto oscuro, olía asqueroso y no tenía ventanas. Tenía miedo de entrar, pero más miedo de hacerlo y no salir jamás. Suplicar no serviría de nada, llorar solo me agotaría, y pedir por mi padre solo haría que el poco cariño que sentía por él desapareciera al ver que no venía por mí.

Aunque no voy a negar que deseaba que apareciera por la puerta y me dijera que todo era una broma, que me amaba mucho.

Hace años, cuando mi madre me habló de mi padre, me emocioné. Tenía siete años y deseaba con todo el corazón tener un papá. Mi madre era sirvienta del gran duque de Lisveria. Me dijo que se enamoró de él y que, en una noche de luna llena, se entregó a ese hombre en los jardines del ducado. Pero por cosas de la vida, se separaron, prometiéndose volver a encontrarse.

Una historia que me fascinaba cada vez que la escuchaba: una pareja separada que el destino reuniría. La verdad era mucho más triste. Mi madre, enamorada y con ansias de ascender, drogó a un noble y se metió en su cama.

Cuando los padres de ese noble se enteraron, la despidieron. No fue hasta la muerte de mi madre que supe la verdad. Ese hombre vino por mí para llevarme a su mansión. Podía notar que lo hacía por obligación, no por cariño, pero igual esperaba un poco de su amor hacia mí.

—Oye, niña, despierta.

Abro los ojos y veo al hombre frente a mí.

—Es momento de ponerte a trabajar.

Lo miro confundida. Antes de que pueda decir algo, me toma del cabello y me saca de ese lugar asqueroso.

—Escuché de tu padre que tu madre también hacía esto, así que espero que seas igual que ella.

No sabía a qué se refería. No tenía fuerzas ni para preguntar. No había comido desde que llegué, no me habían bañado, y tampoco había visto la luz del sol en una semana.

—Aquí está la niña.

Me lanza a los brazos de una mujer con mucho maquillaje en el rostro.

—Déjala lista rápido.

El hombre se acerca y me sonríe. Todo mi cuerpo se estremece de miedo.

—Nos darás muchas ganancias.

Cuando el hombre se fue, la mujer me bañó, me alimentó, me dio ropa nueva, me peinó y maquilló. Una vez lista, me guió a una habitación.

—¿Señora, qué tengo que hacer? —pregunté, completamente asustada.

Ella me miró de arriba abajo.

—¿Cuál es tu nombre?

—Mi madre me llamó Lis, como la flor —dije, mirándola a los ojos.

—Es un nombre hermoso. Significa poder y lealtad, también pureza del cuerpo y del alma.

Su mirada se llenó de un sentimiento que conocía bien. Mi madre ponía esa misma expresión cuando terminaba el día y mi padre no llegaba por nosotras: tristeza y dolor.

—Lamentablemente, las flores son muy frágiles y las manos humanas muy dañinas. Lo lamento mucho por ti.

Dijo eso y se fue, dejándome sola en la habitación.

No sé qué quiso decir con esas palabras, pero las ganas de llorar volvieron. Me hice una bolita en un rincón, esperando y esperando. Unos minutos que para mí fueron horas encerrada. Entonces entraron dos hombres a la habitación. En cuanto los vi, me puse de pie y limpié mis lágrimas. Si lloraba en la casa del duque, me golpeaban. Así que aquí no podía dejar que me vieran llorando.

—Vaya, es una hermosura —dijo uno de ellos—. Él siempre conoce mis gustos.

Solté un grito cuando mi vestido fue desgarrado por sus manos.

—Tranquila, preciosa. Hoy nos vamos a divertir mucho.

El otro hombre me sujetó y me lanzó a la cama.

El dolor que atravesó mi cuerpo ese día aún lo tengo vivo en la memoria. Aún puedo recordar sus manos tocándome. Y como ese día, pasaron muchos más así. Entendí por qué la mujer dijo que las flores eran frágiles y las manos humanas muy dañinas.

No fue hasta que cumplí quince años que pude salir de ese lugar. Unos soldados me rescataron. Pero yo ya estaba rota. No deseaba continuar en un mundo donde las flores frágiles terminan dañadas. No quería vivir en un mundo donde un padre vende a su hija sin un poco de sentimiento. No quería seguir en un mundo donde las personas ven el mal y voltean el rostro hacia otro lado.