Casada Con Un Desconocido

Casada 1

Casada con un desconocido.

Capítulo 1. Un robo con consecuencias.

Elsa ISASA.

María Cristina Alcántara había escapado del bullicio de la despedida de soltera de su prima que agitaba el salón VIP de Volcano, el casino y salón de fiesta más hermoso de las Vegas.

Su asistencia al lugar era más bien ocasional. Su prima Luisa Alcántara no era su pariente más cercano. Pero su madre insistió, su padre como siempre estuvo de acuerdo con ella. Y allí estaba, aburrida como una ostra.

Volvería a Buenos Aires al día siguiente y convencería a sus padres que el casamiento con Mariano Báez Solís, solo para unir ambos imperios comerciales era un error. Mariano era su novio y estaba cómoda a su lado. Pero casarse no estaba en sus planes. Pidió un cóctel al barman y contestó un largo wasap de su madre.

–Mami. Tranquila. Este problema de fondos de la empresa lo solucionare pronto. Te prometo. Casarme ahora no está en mis planes. -

Luego leyó el mensaje mientras tomaba el primer sorbo de su trago en soledad y decidió agregar.

– Además creo que me gusta alguien más. - está mentira es necesaria pensó.

Un movimento entre dos personas junto a ella le distrajo un momento. Un hombre bastante alcoholizado se había caído sobre el mostrador del bar. Una jovencita de pelo teñido de azul, logró tomarlo del brazo y salir con él del salón.

María Cristina tomó el segundo trago del cóctel y supo que estaba enferma. El mareo era fuerte. La habían drogado. Buscó su cartera que se había caído al piso y la recogió con dificultad. Algo en la bebida no estaba bien. Justo ante ella pasaba un guardia de seguridad. Se levantó bastante mareada del taburete y se acercó al funcionario.

– Acompáñame a mi suite. No me siento bien. -

– Por supuesto Señorita. ¿Número?

– 402. Cuarta planta.

– ¿Qué puede haberle pasado? ¿Bebió mucho? - dijo el guardia ya en el ascensor.

– No se. Me sentí descompuesta. Solo tomé dos sorbos del coctel.

–¿ Llamo a un médico?-

– Ya estoy mejor. Solo dormiré. Gracias por acompañarme. - respondió María Cristina mientras el funcionario le ayudaba a ingresar al departamento.

En otro lugar del sector de bares la mujer de cabellos azules sonreía estúpidamente a Fernando Espinosa.

Él la miraba con seriedad y cierto asco en su expresión. Todo en Fernando denotaba un tipo duro y serio.

La mujer trastabilló y por cortesía instintiva, él la sostuvo. Fue en ese momento que el hombre le sacó su billetera del bolsillo con gran habilidad.

Solo cuando la chica se movió se dió cuenta que eran una pareja de ladrones.

– ¡Oye tu! - gritó Fernando.

Pero el personaje escapaba del salón tirando su cartera al suelo.

– ¡Maldita sea ! –Dijo molesto.

Revisó sus pertenencias y vio que faltaba su tarjeta dorada y su documento de identidad.

Marcó de inmediato al banco para cancelar su tarjeta y dió cuenta a los guardias y el gerente del hotel.

Pero los pillos habían huido.

Eso pasaba por haber tenido que viajar a concretar un negocio importante en el hotel de las Vegas.

Su reducto escondido en el sur de Argentina le esperaba. Viajaría en su avión al otro día temprano pero sacaría un permiso en la policía local hasta generar un nuevo pasaporte. Las Vegas no le había traído más que problemas a pesar de que el negocio que firmó con los japoneses era el mejor de su historia empresarial.

En las calles concurridas Luana y Braian, habían tratado de sacar dinero con la tarjeta pero había sido cancelada. Tenían entre sus ropas algunas joyas de la recolección de la noche. Relojes caros y anillos. Una gargantilla preciosa y una pulsera. Además dos identificaciones.

– Malditos ricos de mierda. A todos les cargan los gastos en las habitaciones. ¿Qué haremos ahora?

Luana se ajustaba su peluca rubia ya que la azul yacía en un basurero.

– Allí, junto a la capilla de casamientos rápidos hay una casa de empeños. Es nuestra última oportunidad. - respondió.

– Okey. Cambiaremos las joyas y les haremos pagar a estos estúpidos. ¡Tengo una idea genial! - respondió alegre Braian y se la contó a Luana en el oído.

Y la pareja de pillos sacó algo de dinero en la casa de empeños para dirigirse luego como dos enamorados borrachos a la capilla de matrimonios.

–” María Cristina Alcántara,acepta por esposo al Señor Fernando Espinosa”- dijo el funcionario mirando sin gran preocupación los documentos que tenía en la mano.

– ¡Acepto! Gritó la rubia borracha tambaleándose y besando a Braian, el pillo que hacía de esposo.

La lista de futuros contrayentes era larga y seguro vendrían más después de la noche de juerga y juego en el casino.

Del grupo de testigos que portaban un cartel que decía : “testigos serios por 20 dólares cada novio” - surgió un aplauso cerrado.

En ese momento los reales novios dormían tranquilamente en sus habitaciones del Hotel Volcano y el cambio de su situación civil era totalmente ignorada.

Fernando a la mañana siguiente subió a su avión con un permiso transitorio que reemplazaba a su identidad perdida.

María Cristina, casi al cerrar las oficinas del Registro vino a realizar el mismo trámite.

– ¡Estúpidos ladrones! No pudieron quedarse con un solo peso. ¿Para qué puede servirle mi identificación?

“El que nace para pito no llega a corneta”- pensaba tranquila. Y con la misma tranquilidad volvió en avión a su destino.

Amaba el calor. Era lo único bueno que tenía “ las Vegas” - pensó María Cristina al arribar a su amado Buenos Aires.

– Que frío agradable. - pensó Fernando al bajar en la Patagonia. Amaba el frío y su lugar en el mundo. Un auto lo esperaba. Estaba ansioso de llegar a su rancho y abrazar a su hijo.

Dos seres humanos distintos estaban unidos sin saberlo. Había solo una cosa que los dos tenían en común. Amaban su soltería. La mujer de Fernando hacía mucho tiempo que había abandonado a su hijo y a su esposo. Tanto que ya las autoridades lo volvieron a considerar soltero. Y de hecho no le interesaba casarse nunca más.

María Cristina solo tenía una meta. Su empresa. El casamiento no estaba en sus planes. Pero el viaje a Las Vegas le traería problemas. Ya se habían casado. Solo que aún no lo sabían.