Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.
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Capítulo 1
[ Clínica de Rehabilitación | Final de la Tarde]
Ethan estaba sentado en su escritorio, mirando el expediente de un paciente que no se presentó. El silencio de la sala pesaba como hormigón. La rutina se ha convertido en esto: salas vacías, miradas desconfiadas de los colegas y la sensación constante de que en cualquier momento alguien dirá que está fuera.
La puerta se abrió.
— Ethan, ¿tienes un minuto? — dijo el director de la clínica, sin sonreír.
Él asintió, levantándose. La última vez que intercambiaron más de tres frases, fue el día de la acusación.
— Siéntate — dijo el director, entrando con la autoridad de quien ya ha decidido todo.
— ¿Alguna novedad? — preguntó Ethan, tratando de sonar firme.
— El consejo aún está "analizando" la denuncia. — Hizo comillas con los dedos. — Pero mientras tanto, necesitamos resolver un problema más urgente.
El hombre arrojó un expediente sobre su mesa. Ethan leyó el nombre:
KAEL DRUMMOND
— Es un luchador profesional. Arrogante, agresivo y, honestamente, un dolor en el culo. Nadie quiere tomar este caso. Solo que está pagando bien, y como tú estás… disponible, pensé que era justo ofrecértelo.
— ¿Él sabe de mi historial? — preguntó Ethan.
— No le importa. Él quiere resultados. Y rápido.
Ethan se quedó en silencio por un segundo. Ya ha tratado a atletas antes. Pero Kael era diferente. El expediente tenía una lesión en el hombro, historial de reincidencia, y varias observaciones médicas que más parecían alertas de peligro.
— ¿Y si él es violento conmigo?
— Graba todo. Protégete. Pero acepta. Porque, sinceramente, Ethan… no estás en posición de rechazar nada.
[Apartamento de Kael | Noche]
La puerta del apartamento era de metal grueso, con marcas de golpes. Ethan apretó el timbre. Silencio.
Lo apretó de nuevo.
Pasos pesados se acercaron, y entonces la puerta se abrió. Kael Drummond estaba allí — más alto de lo que parecía en las fotos, cuerpo cubierto por tatuajes, y un corte aún abierto en la ceja izquierda.
— ¿Tú eres el masajista? — preguntó Kael, apoyado en la puerta, voz baja y burlona.
— Fisioterapeuta. Ethan. Fui contratado para ayudar en la rehabilitación de tu hombro.
Kael se rió con un soplo.
— Claro… "ayudar".
— Si no quieres mi ayuda, puedo irme ahora.
Kael lo miró fijamente durante largos segundos. Era el tipo de mirada que probaba límites. Ethan mantuvo el suyo.
— Entra rápido — dijo Kael, dándose la vuelta. — Pero no me toques sin mi permiso.
El apartamento era oscuro, mal ventilado. Había bolsas de hielo derritiéndose en el fregadero y una pila de botellas de energizante en el suelo. Ethan abrió el maletín y comenzó a organizar los materiales.
— ¿Te lastimaste de nuevo? — preguntó, señalando el corte en la ceja.
— Lucha de ayer. — Kael se sentó en el sofá, sin camisa, los músculos tensos. — Un idiota me provocó. Yo respondí. Normal.
— Eso no es normal.
Kael levantó la cabeza, mirándolo con una media sonrisa.
— ¿Siempre juzgas a tus pacientes así?
— Solo cuando se creen invencibles.
Silencio.
Kael pareció casi divertirse.
— Bueno saberlo. Será divertido quebrarte también.
Ethan tensó la mandíbula, pero continuó enfocado. Se acercó con cautela, poniéndose los guantes.
— Necesito evaluar la amplitud de tu hombro. Va a doler un poco.
Kael no se movió.
— Te dije que no me tocaras sin permiso.
— Me contrataste para esto.
Kael se inclinó hacia adelante, muy cerca. Ethan sintió el olor a sangre seca y loción barata.
— Yo te contraté para arreglar mi brazo. Solo eso. Así que ten cuidado con dónde pones tus manos.
Ethan respiró hondo.
— Vas a necesitar confiar en mí. O esto no va a funcionar.
Kael lo miró como si analizara cada parte de su rostro. Entonces, lentamente, extendió el brazo.
— Tienes cinco minutos. Impresióname, doctor.