Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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Sombras en la oscuridad
El sol ya había desaparecido hacía rato, y la luna empezaba a teñir el cielo de un azul profundo, iluminando tenuemente la ciudad. Elliot caminaba hacia su casa con paso tranquilo. El sonido de las hojas moviéndose por el viento le hacía compañía en aquella noche fresca, y su mente vagaba entre los recuerdos del día. Las clases, los amigos, y esa constante sensación de que algo estaba a punto de cambiar en su vida.
Había algo diferente esa noche, aunque no supiera qué. Lo sintió en el aire al salir de la universidad y en la forma en que el viento susurraba su nombre de una manera casi íntima. Como si estuviera destinado a escuchar algo importante.
Llegó a su casa, una vieja casa que había pertenecido a su familia por generaciones. Cada rincón tenía una historia, y cada sombra parecía guardar un secreto. Elliot siempre había sentido una conexión con ese lugar, pero también un vago malestar que nunca había sabido explicar. Cerró la puerta detrás de él y dejó caer la mochila en el suelo. El silencio era más denso de lo normal.
Subió las escaleras hacia su habitación, pasando por el largo pasillo lleno de cuadros familiares. Cada rostro parecía observarlo mientras avanzaba, como si quisieran advertirle algo. Se detuvo frente a su puerta, la abrió y se congeló en el umbral.
Una figura, apenas visible bajo la luz pálida de la luna, estaba de pie junto a la ventana. Al principio pensó que era su reflejo, pero pronto se dio cuenta de que esa sombra no era suya. No se movía. No respiraba. Simplemente estaba allí, observando el paisaje nocturno.
El corazón de Elliot dio un vuelco. ¿Quién era esa persona? ¿Cómo había entrado sin hacer ruido?
—¿Quién…? —empezó a decir, su voz temblando.
La figura se giró lentamente, y en ese instante, Elliot supo que no era un intruso cualquiera. El rostro del joven frente a él era pálido, con una serenidad inquietante, como si la vida se le hubiera escapado hacía mucho tiempo. Sus ojos, vacíos y al mismo tiempo llenos de tristeza, se clavaron en los de Elliot.
—Blake —dijo la figura, con una voz suave, casi un susurro.
Elliot sintió un escalofrío recorrerle la espalda. A pesar de la calma aparente de ese joven, había algo en su presencia que lo hacía sentirse atrapado. Era como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más denso, más frío.
—¿Cómo…? ¿Cómo has entrado aquí? —preguntó Elliot, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza.
El chico, Blake, no respondió de inmediato. Simplemente siguió observándolo, como si lo estuviera evaluando. Entonces, con un ligero movimiento de cabeza, señaló hacia la ventana.
—No lo sé —admitió Blake finalmente—. Solo sé que no debería estar aquí… pero no tengo a dónde más ir.
Elliot parpadeó, tratando de procesar lo que estaba escuchando. Algo no cuadraba. Este chico… parecía real, pero había algo en su tono, en su forma de moverse, que lo hacía parecer casi irreal, como un eco de alguien que ya no estaba.
—¿Qué quieres decir con que no deberías estar aquí? —preguntó Elliot, dando un paso hacia adelante, aunque cada fibra de su cuerpo le gritaba que mantuviera la distancia.
Blake bajó la mirada, y por un instante, pareció vacilar.
—Estoy… atrapado. Aquí. En este mundo. No sé por qué, pero no puedo dejarlo. No hasta que lo descubra —murmuró.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. La manera en que Blake hablaba… era como si no perteneciera a ese lugar, como si estuviera desafiando las leyes naturales de la vida y la muerte. Pero algo en su expresión, en su vulnerabilidad, le hizo sentir lástima.
—¿Y qué necesitas descubrir? —preguntó Elliot, con más suavidad.
Blake levantó la vista, sus ojos tristes y cargados de una profundidad que Elliot no podía comprender del todo.
—La verdad sobre lo que me pasó. Cómo morí.
Esas palabras golpearon a Elliot como una ráfaga de viento helado. Todo su cuerpo se tensó al escuchar la revelación. Un fantasma. Estaba hablando con un fantasma.
El silencio que siguió fue abrumador, como si el mundo entero se hubiera detenido en ese momento. Elliot no sabía qué pensar, qué hacer. Parte de él quería correr, alejarse de ese ser que desafiaba toda lógica, pero otra parte… una parte más profunda, más curiosa, lo mantenía firme en su lugar.
—¿Por qué yo? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
Blake lo miró fijamente, su expresión suavizándose apenas.
—No lo sé. Solo sé que cuando te vi… supe que podrías ayudarme.
Elliot sintió que algo dentro de él cambiaba en ese instante. Ya no era simplemente el chico normal que había sido esa mañana. Algo lo conectaba con ese ser en frente de él, y aunque no entendía por qué, sabía que no podría ignorar esa llamada. Blake necesitaba su ayuda, y Elliot sentía una extraña obligación de brindársela.
—Está bien —dijo, casi sin pensarlo—. Te ayudaré.
Blake no sonrió, pero por un momento, su expresión pareció relajarse. Luego, como si las sombras volvieran a cubrirlo, desapareció de la vista de Elliot, dejando solo un susurro en el aire.
—Gracias…
Elliot se quedó solo en su habitación, mirando el espacio vacío donde Blake había estado, con más preguntas que respuestas. Pero una cosa era segura: su vida acababa de cambiar para siempre.
Elliot permaneció quieto, su respiración aún acelerada mientras procesaba lo que acababa de suceder. El fantasma, Blake, había desaparecido como si nunca hubiera estado allí, pero el frío en el ambiente y el peso de sus palabras seguían flotando en el aire. ¿Qué significaba todo eso? ¿Cómo podía ayudar a un fantasma a descubrir la verdad sobre su muerte?
"Estoy atrapado... hasta que lo descubra."
Las palabras resonaban en su cabeza mientras miraba alrededor de su habitación en busca de algún rastro tangible que confirmara lo ocurrido. Pero no había nada. Ninguna señal de que alguien, vivo o muerto, hubiera estado allí hacía unos momentos.
Finalmente, se dejó caer en su cama, con la mirada perdida en el techo. Intentaba ordenar sus pensamientos, pero solo lograba sumar más confusión. ¿Por qué él? No había nada en su vida que sugiriera que podría lidiar con algo tan fuera de lo común.
Mientras se debatía entre la incredulidad y la necesidad de respuestas, el sonido de su teléfono vibrando lo sacó de su trance. Era un mensaje de Lilith.
Lilith: "¿Todo bien? Te vi un poco raro hoy. ¿Nos vemos mañana?"
Elliot esbozó una pequeña sonrisa ante la preocupación de su mejor amiga. Aunque nunca le había contado sobre la extraña sensación que siempre lo acompañaba en su casa, Lilith era una de las pocas personas en las que confiaba completamente. Pero esta vez, no sabía cómo empezar a explicarle lo que acababa de vivir.
Respondió con un simple "Sí, todo bien. Mañana hablamos", sabiendo que el verdadero problema no podía explicarlo en un mensaje.
Suspiró y se levantó, dándose cuenta de que quedarse despierto no le traería ninguna claridad. Se cambió de ropa y se metió en la cama, esperando que el sueño le brindara algún tipo de alivio o respuestas. Sin embargo, en lo profundo de su ser, sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande. Algo que lo involucraría de maneras que aún no comprendía.
A la mañana siguiente, Elliot despertó con la extraña sensación de que lo sucedido la noche anterior no había sido un sueño. Durante el desayuno, las imágenes de Blake seguían frescas en su mente. El rostro pálido, la tristeza en su mirada, y esa desconcertante revelación. Aunque su lógica quería aferrarse a la idea de que todo fue un malentendido, había una parte de él que sabía la verdad.
Salió de la casa más tarde de lo habitual, su mochila colgada al hombro mientras caminaba hacia la universidad. Por suerte, su primera clase era algo que podía manejar sin prestar demasiada atención, ya que su mente seguía atrapada en los eventos de la noche anterior. Había tantas preguntas, y ninguna respuesta. ¿Cómo iba a descubrir cómo murió un fantasma? ¿Y si realmente lo había soñado?
—¡Elliot! —una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.
Era Lilith, con su característico andar rápido y su energía siempre vibrante. Se acercó a él, estudiando su rostro con una ceja levantada.
—¿Estás bien? Ayer te veías... no sé, raro.
Elliot forzó una sonrisa, tratando de aparentar normalidad.
—Sí, sí. Solo un poco cansado, nada más.
Lilith lo observó por unos segundos más, claramente dudando de su respuesta. Pero en lugar de insistir, le dio un golpecito en el hombro.
—Bueno, si algo te pasa, me cuentas, ¿vale? Para eso estamos los amigos.
Elliot asintió agradecido, aunque en su interior sabía que aún no estaba listo para compartir lo que había vivido. No todavía.
Durante las siguientes horas, Elliot intentó concentrarse en las clases, pero cada vez que cerraba los ojos o se distraía un momento, la imagen de Blake volvía a aparecer en su mente. Necesitaba respuestas, y pronto.
Cuando la última clase terminó, decidió que tenía que empezar a investigar. La idea de buscar información sobre fantasmas o experiencias sobrenaturales lo hacía sentir un poco ridículo, pero si Blake era real, había una verdad que debía descubrir.
Se dirigió a la biblioteca de la universidad, un lugar donde sabía que podía encontrar algo más allá de los recursos convencionales. Se había cruzado más de una vez con libros antiguos en los rincones polvorientos de la biblioteca, aquellos que hablaban de leyendas locales y fenómenos inexplicables.
Mientras pasaba entre los estantes, su atención fue captada por un libro grueso, encuadernado en cuero y con el título casi borrado por el tiempo: Los Ecos del Más Allá. Lo sacó cuidadosamente y lo abrió, explorando las páginas amarillentas que parecían al borde de desintegrarse. Las primeras páginas hablaban sobre almas errantes, espíritus que no podían encontrar paz y quedaban atrapados en este mundo. Pero una frase en particular llamó su atención.
"Un alma queda atrapada en el limbo cuando su vida fue interrumpida de manera abrupta y sin sentido. Estas almas buscan desesperadamente la verdad, y solo cuando la descubren, pueden finalmente descansar."
Elliot sintió un escalofrío mientras leía. Esto tenía que ser sobre Blake. Estaba convencido. Cerró el libro y lo guardó en su mochila. Sabía que tenía que ayudar a Blake a descubrir esa verdad, aunque no tuviera idea de cómo.
Mientras caminaba hacia la salida de la biblioteca, su teléfono vibró nuevamente. Era un mensaje de Damián.
Damián: "Voy al bosque esta noche. ¿Vienes conmigo?"
Elliot frunció el ceño. Damián solía salir por las noches, pero algo en ese mensaje le dio una mala espina. Sin embargo, quizás esa salida podría darle un respiro de los pensamientos que lo acosaban.
Elliot: "Sí, te veo en casa y salimos juntos."
Tal vez esa caminata nocturna ayudaría a aclarar su mente, o al menos distraerlo.