Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 9
Capítulo 9
Han pasado tres meses desde que llegué a esta mansión, y lo cierto es que cada día que pasa me siento más como un objeto decorativo que como una persona real. La frustración me ahoga en momentos en los que la soledad se vuelve insoportable. He visto al Duque en persona… cuatro veces. Y dos de esas veces fueron casualidades: una, mientras observaba el entrenamiento de los caballeros, y la otra, mientras intentaba perderme en los pasillos y, por accidente, me topé con él en una de las galerías.
Cada vez que lo veo, parece como si el destino estuviera jugando conmigo. Una vida de lujo, riquezas, tierras y una mansión gigantesca, pero tan vacía, tan silenciosa… Y aquí estoy, atrapada en este juego de apariencias. ¿Cómo puede alguien vivir así y no sentir la necesidad de hacer algo, de cambiar algo?
Lo peor de todo es que ni siquiera puedo culpar a nadie más por mi situación. Al parecer, la Duquesa de Ravenshade que estaba ocupando este cuerpo era una mocosa bastante odiosa en la alta sociedad. Mi propio padre me vendió a este hombre, ¿qué clase de monstruo haría algo así con su hija? Parece que el Duque no era la única pieza en este tablero de ajedrez que había sido manipulada, pero yo... yo tenía mala suerte eligiendo a las personas que debían ser mis aliadas.
La doncella que traje de mi casa, la que se suponía debía cuidarme, fue la misma que me envenenó. Una traición más que me recuerda que, incluso en una vida como la mía, no puedes confiar en nadie. Ni siquiera en las personas más cercanas.
Hoy, por fin, me dieron el alta. Tres meses de aislamiento en una casa demasiado grande, tres meses en los que me he acostumbrado a ver la mansión desde las sombras, a pasar tiempo en solitario y a observar a los demás desde lejos. Muchos si bien se acostumbraban que deambule por la casa… a muchos otros mi sola presencia los abrumaba, por lo que decidí no molestarlos e interactuar desde lejos. Pero ahora, debo hacer algo. No puedo quedarme aquí esperando que las cosas simplemente cambien. Quiero hacer muchas cosas, pero primero... tengo que definir mi relación con el Duque. El mismo hombre con el que comparto una vida de lujo, pero de vacío absoluto.
Pensando en ello, me doy cuenta de que las cosas son mucho más complicadas de lo que parecen. El Duque es un hombre frío, distante, y su trato conmigo nunca ha sido cercano. ¿Qué clase de matrimonio es este? ¿Un contrato, una formalidad, o tal vez, algo más sin importancia? La sociedad en la que vivo me exige seguir las normas, aunque yo no las entienda completamente. Aquí, las apariencias lo son todo, y aunque no pueda decir que me emocione la idea de estar atada a este hombre, en este momento, mantenerme casada con él es lo más sensato.
¿Sería una locura divorciarme ahora? Tal vez. Pero, por ahora, debo permanecer en este matrimonio hasta que aprenda más sobre cómo funciona este mundo, sobre la política que se juega en las sombras de los salones y los pasillos de esta mansión. Debo entender las reglas antes de intentar romperlas.
Y todo dependerá de mi visita al Duque en su oficina. No tengo idea de qué esperar de él. Todo lo que sé es que la imagen que he formado en mi cabeza es tan fría, tan distante, que casi me atrevería a decir que debe ser igual de frío en su cama. ¿Cómo puede un hombre tan distante llegar a ser una figura de deseo? O tal vez, todo lo que he escuchado sobre él sea cierto… y sea tan despiadado y calculador como parece.
Mi mente, a veces, me traiciona. En momentos de seriedad, me encuentro pensando en cosas que no debo, en lugares donde no debería ir. Y no me refiero a los pasillos oscuros de la mansión o a los secretos que guarda este lugar. No. Me refiero a pensamientos mucho más... personales. Pensar en cómo será el Duque, en su carácter, en su presencia, en lo que sucede cuando la puerta de su habitación se cierra. Es extraño, cómo algo tan serio, como una visita de negocios, puede tomar tintes tan absurdos en mi cabeza.
Dios mío, ¿qué cerebro tan perverso tengo? Estoy en un dilema serio, debatiéndome entre qué hacer con mi vida, con mis emociones, y mi mente sigue yéndose por caminos que no tienen sentido. ¿Seré capaz de mantener la compostura cuando me enfrente a él? O más bien, ¿seré capaz de controlarme en un mundo tan controlado, tan rígido, donde las reglas están claras y el simple hecho de desobedecerlas te puede costar más de lo que imaginas?
Por ahora, lo único que sé es que mi destino está en mis manos, aunque me tiemble el pulso al dar cada paso.
Mi visita al Duque será el principio de todo.
Y ese día, por fin, tendré que enfrentar la realidad.